Capitulo 22

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Narra Kellin

Steven había intentado lastimarme incontables veces, y lo había conseguido en unas cuantas.

Me siento enfermo y débil, supongo que todo eso es por mi culpa; he dejado de comer y dibujar con instrumentos filudos sobre mis brazos y muñecas se ha convertido en mi mayor pasatiempo. Steven solía lamer los cortes de mis muñecas con el propósito de hacerme sentir un ardor lacerante.

Steven me llamaba cobarde por hacerme daño a mí mismo; nunca lo contradije porque yo creía lo mismo. El me golpeaba y me gritaba "marica" y cosas más hirientes en caso de que soltare una lagrima.

Falté al instituto un día; les mentí a todos al decir que además de comer muchos dulces, el motivo por el cual había llegado a hospedarme en el hospital había sido también haber comido demasiadas cosas pesadas y altas en grasa el mismo día.

Pero fui al hospital por una razón completamente diferente: Intoxicación por sobredosis de antidepresivos. Y nadie debía saberlo.

Heather ha ayudado tanto, es como si fuese un pincel que mágicamente empezó a poner decorosamente pintura sobre un lúgubre y aburrido lienzo formando una obra de arte; ha estado coloreando mi opaca vida, y eso me mantiene de pie.

No quiero que Oliver se acerque a ella, no quiero perderla, y odio tener que saber que ella está interesada en el...

[...]

Estar una tarde entera con Heather no era suficiente para mí. Todo tiene que acabar en algún momento y creo que lo que vino después valdría la pena con tal de volver a encontrarme con ella.

Mi padrastro llamó tuvo que llamarme justo cuando dejaba a Heather en casa. Sentí pánico con solo escuchar su voz a través del celular diciendo "te espero a las cinco pequeño"; La última vez que abusó de mi me dijo que la próxima vez habría algo nuevo y que me iba a encantar. Sentía que morir era lo mejor cuando recordé eso, nada que el hiciera me iba a gustar.

[...]

Llegué a casa deseando la protección de Heather, mi mente me hacía imaginar lo peor hasta el punto de que mis piernas estaban demasiado torpes como para subir las escaleras; todo mi cuerpo temblaba.

Subí con dificultad los diminutos escalones hasta llegar a la habitación de tortura. La misma habitación en la que yo vivía.

Sigilosamente asomé mi rostro a detrás de la puerta, suplicando por encontrar a un Steven muerto por alguna razón que agradecería toda la vida; pero al entrar, me sobresalté al detallar la cursi decoración de pétalos de rosa que formaban un elegante camino hasta mi despreciable cama, donde yacía Steven con absurdos ronquidos.

Me sentía muy asustado, llegué a acostumbrarme a eso, pues había vivido mi adolescencia y parte de mi niñez en ese ambiente de sufrimiento, pero no olvidaba lo que me había dicho y habían centenas de posibilidades de las cuales un enfermo como Steven no sería incapaz.

Dejé mis llaves sobre el buró con sumo cuidado para no despertar a la bestia y descansar un poco en tranquilidad, o más bien, prepararme psicológicamente. El sueño de Steven no pesaba más que una pluma cuando tenía algo pendiente, y con mayor razón si era uno de sus deseos lujuriosos.

Y como un vampiro percibe la sangre, Steven sintió mi respiración. Abrió los desgastados parpados para iniciar una desorbitada búsqueda de mi rostro. Deseaba tener la valentía de asesinarlo.

-¿Listo? –mencionó-

Me encogí de hombros llevando la vista al suelo, rogando que el pánico y el dolor no se convirtieran en lágrimas, porque Steven me dejaría en paz pronto, solo si fingía disfrutar.

Hold Me Close, Don't Let Go. -Oliver Sykes-Where stories live. Discover now