Capítulo 2

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¿Qué otra opción tenia? Suspiró y tomó la mano de la mujer, solo diez años a su servicio y sería libre, con un poco de suerte podría escapar o morir antes de ese tiempo.

La mujer se puso de pie y sacó de su abrigo un saquito de cuero y se lo entregó al guardia quien sonrió mientras lo abría.

-¿Es lo que acordamos?

-Más un extra, por la adquisición pasada –le sonrió- Me ha funcionado de maravilla, espero que James también lo haga.

-Es joven y fuerte, ya lo verá.

Aun creyendo que había firmado un pacto con el mismo diablo James siguió dócilmente a la mujer aun custodiado por el guardia hasta la salida, afuera comenzaba a ocultarse el sol y un majestuoso carruaje tirado por cuatro caballos los esperaba en la puerta, el lacayo, al verlos, descendió para ayudar a subir a la mujer, James tenía las manos tan débiles que temió caerse si intentaba subir, por suerte, el lacayo se acercó a él amablemente y le pasó un brazo por la espalda.

-Apóyate en mí, muchacho.

James se sostuvo de él mientras subía los dos peldaños hasta el carruaje, una vez dentro se sentó frente a la elegante mujer con un suspiro.

-Gracias por la ayuda, señor.

-No ha sido nada muchacho –hizo una reverencia y salió del carruaje, escuchamos como tomaba su lugar y pronto el carruaje comenzó a moverse.

James llevaba la mirada clavada en sus pies descalzos sin hacer ruido, se sentía cada vez más nervioso de haber aceptado aquello, pero ¿Qué otra opción tenía? La escuchó revolver algo desde su asiento, el carruaje era muy lujoso hecho de buena madera y con los asientos hechos de piel, aun llevaba aferrado su trozo de pan en la mano y moría por metérselo en la boca, aunque le parecía algo muy descortés delante de aquella distinguida dama.

-No bajes la mirada, querido, a partir de ahora tenemos que ser amigos, espero tener tu lealtad y confianza –James alzó la mirada y la mujer le entregó una pequeña bolsa- Esto te servirá para el camino.

Tomó la bolsa con la mano libre y la muñeca le tembló hasta que la colocó en su regazo y la abrió, un aroma delicioso llegó a sus fosas nasales y su estómago gruñó con glotonería al ver la jugosa chuleta de cerdo ahumada, una jugosa manzana y un trozo de pan tierno, sus manos estaban muy sucias así que tomó la bolsa con comida con ambas manos y la llevó hasta sus labios, sus ojos se llenaron de lágrimas con el primer bocado, tenía dos semanas sin llevarse casi nada a la boca, los retortijones no se hicieron esperar pero se obligó a masticar despacio y seguir comiendo.

-¿Desde cuándo no te alimentas, Jamie? –Ella sonrió con descaro- ¿Te molesta que te llame así?

-Puede llamarme como usted guste, mi señora –dijo después de tragar un bocado- No había comido mucho desde un par de semanas antes de que me apresaran, mi señora.

-Me alegra que puedas llevarte algo al estómago, pero no te emociones, me gusta que mis chicos estén en forma –cruzó las piernas con descaro, aquello no era correcto de una dama delante de la gente- Pero dejémonos de formalidades, así que llámame Elena.

-No me parece apropiado, mi señora –dice recostándose en los almohadones de su asiento, parecen hechos de caras plumas pues crujen con cada movimiento- Por favor, permítame seguir llamándola con formalidad.

-Muy bien, querido Jamie, tómate tu tiempo, ahora voy a explicarte tu nuevo... trabajo, si quieres llamarlo así.

-Se lo agradecería, mi señora.

Esclavo | Jamie y DakotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora