Capítulo 49

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El brillo era tanto que no podíamos mantener los ojos abiertos.

La campana dorada ya no dejaba ver ni hacia el otro, ni siquiera la Espada misma. Los rayos de luz disparados de las Gemas se mezclaban con el resplandor que rodeaba a la Espada. Todo era tan irreal.

En el exterior el aire soplaba con mucha fuerza, casi parecía que el cielo se había convertido en un océano. El ruido del viento, añadiéndole el brillo, más las Gemas absorbiendo nuestras fuerzas nos debilita de muchas formas. Miré a mí alrededor, a las caras que podía ver fácilmente y casi parecía que estaban por desmayarse.

Todo estaba sucediendo tan rápido. Sentía mi corazón estar acelerándose al recordar lo que había ocurrido en tan solo tres o cuatro días. En menos de una semana, estábamos preparándonos para ir a la guerra, algo que era muy increíble.

La Espada ya estaba funcionando. No sabíamos cuánto tardaría en terminar el proceso, ni siquiera podíamos ver la Espada a través de esa cubierta de luz. No sabíamos si quiera si la Espada seguía ahí. Las Gemas seguían haciendo ese extraño murmullo, pero ahora era un murmullo más coordinado. Como si ahora que cumplen su función, estuviesen cantando juntas, como si fuesen hermanas extrañándose al haber sido separadas.

Podía sentirlo dentro de mí. Esa sensación culminante. Esa sensación de que algo estaba a punto de terminar. Aquella en la que estás casi seguro de estar en el clímax de una historia. Aquella sensación la tenía en ese momento. Esta historia iba a terminar. Pelearíamos por nuestro futuro y por el de este planeta y ganaríamos. Lo haríamos por todos aquellos Inferiores, por la vida de ellos.

Intenté hacer algo para acelerar el proceso, pero no lo logré. Al parecer no dependía de mí. Lamentablemente, escuché voces en la superficie, provenientes del agujero por el que Brenda había caído.

-Oh, no -murmuró Arthur, pero nadie dijo nada. ¿Serían las Sombras?-. Nadie se mueva. No podemos retirarnos.

Y aunque lo hubiese dicho, nadie parecía ser capaz de moverse. Sus caras de verdad parecían de alguien que estaba muriendo de cansancio. Incluso Arthur parecía así. Yo me sentía tranquilo, no tan cansado como ellos parecían. Empecé a preocuparme por lo que sucedería. Si fuese Sombras los que estaban arriba, no seríamos capaces de defendernos adecuadamente...

El techo empezó a crujir y una voz habló. Una voz de un gatito rubio y endemoniado.

-¿Arthur? -habló James. Lo odiaba, pero debo admitir que cuando oí su voz me sentí más tranquilo que antes.

Cuando entró a la habitación octagonal se cubrió los ojos con un brazo y maldijo en voz baja.

-¿Qué rayos es eso? -preguntó dando media vuelta debido a lo brillante de la luz.

-No hay tiempo de explicar -respondió Arthur-. Necesito que vayas acomodando a todo aquél que llegue en puntos estratégicos. Él viene por nosotros.

-¿Él...? -James palideció. Empezó a balbucear y se iba a retirar, pero Arthur lo hizo volver a la realidad.

-¡No hay tiempo! -gritó y el gatito salió de su trance. Con un movimiento de cabeza dijo que sí y se retiró de la habitación.

Al menos ahora había una línea de defensa en el Campamento.

-¿Arthur? -pregunté mirándolo. Él no logró mirar lejos de la Espada-. ¿Qué haremos si no funciona?

-Funcionará. Estoy seguro.

Yo no podía asegurar lo que él decía. ¿Y si lo que Él dijo era cierto? Todo el esfuerzo que habríamos gastado habría sido en vano. La muerte de mi padre...

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Where stories live. Discover now