Capítulo 47

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La habitación no era tan grande como el cubo, y estaba hecha de piedra, por lo que el frío no era tanto como la celda, y no había cristales en el suelo. Pero con Él en la habitación, ésta se había encogido más de lo que ya estaba y el lugar se congeló más que el cubo, además de que había una sensación punzante en todo mi cuerpo, más doloroso que los cristales.

Él estaba parado contra la puerta metálica, con sus brazos y piernas cruzadas, sonriendo como siempre. Al verlo de pie, ahí, sentí un escalofrío que me recorrió la espalda y me puso los pelos de punta. ¿Qué planeaba hacerme? Me asustaba. Me asustaba más que cualquier otra persona en el mundo, incluso más que Malus, más que Gerard, más que el padre de Malus, más que la tía Agatha, más que los Elegidos, más que Brenda e incluso más que James. La sensación de horror que tenía en ese momento me dejaba paralizado, con unas insoportables náuseas y un dolor de cabeza.

Quise decir algo, pero sentía un nudo en la garganta. Jamás me había sentido tan asustado en toda mi vida, jamás me había quedado paralizado del miedo. Y como estaba paralizado, sólo atiné a verlo a los ojos, a lo que él lanzó una mueca de odio.

-¿Cómo demonios lo hiciste? -preguntó con repulsión, como si el hecho de estar enojado conmigo era un error por el que no debería preocuparse. Y no debía, no iba a poder contra Él.

-No sé de qué hablas -respondí entre balbuceos, pero no me regresó nada en respuesta. En cambio, se separó de la pared y caminó hacia mí. Luego se arrodilló y me miró directo en la cara. Sus ojos prenetantes eran otra cosa que me asustaban.

Él levantó un puño, lo miró, y de un segundo a otro, hizo para atrás el brazó y descargó su golpe en la pared que estaba a un lado de mi cabeza, haciendo que diera un sobresalto. Fue tanta la fuerza que ocupó que pude ver pequeños fragmentos de roca salir disparados, pero no quise ver hacia su puño ni el golpe. Estaba tan temeroso de hacer algún error y morir.

-Tú muy bien sabes de qué hablo -susurró-, así que dime: ¿cómo demonios lo hiciste? -preguntó de nuevo, haciendo pausas entre palabras. Pero en realidad, no sabía de qué estaba hablando. ¿Qué podía haber hecho? Sólo escapé. ¿Se refería a eso?

-Yo no sé -balbuceé de nuevo. Estaba tan nervioso y asustado que no podía hablar ni pensar correctamente, lo que no me ayudaba en nada para recordar cómo había sucedido todo eso. Pero a Él no le importaba, Él no le importaba el temor que sus víctimas tenían en ese momento. Si a Él no le servía la respuesta, había consecuencias.

Volvió a retroceder su codo y esta vez sí me dio en la cara. Escupí saliva y escuché un zumbido por la fuerza del golpe.

-¿Cómo mierda lo hiciste? -escuché su voz a través de un túnel. Mi cabeza estaba bastante mareada, por lo que pude verlo doble. Él me tomó del cuello de la camisa al ver que no respondía y me levantó del suelo-. ¡¿Cómo?! -gritó en mi cara, en verdad estaba furioso, su cara estaba roja y parecía que en cualquier momento la vena de su frente podía estallar. Pero como de nuevo no respondí, me dejó caer al suelo. Sentí una patada en mi estómago que me sacó el aire, y con dificultad intenté que éste regresara. Estaba todo doblado a la mitad, me arrastraba con dificultas hacia una esquina esperando que Él no me volviese a golpear, pero estaba ocupado caminando de lado a lado que ni se fijó en mí.

Logré recuperar el aliento entre tosidos, al igual que mi visión y mi oído, sin embargo, Él se acercó a mí, intenté ponerme de pie, pero colocó su pie en una de mis manos. Presionaba con tanta fuerza que me hacía gritar y desear que me amputaran los dedos. Agitaba su talón sobre ellos, con descaro. Luego, cuando intenté levantarme, Él colocó su otro pie sobre mi espalda y presionó más fuerte, evitando que me levantara.

-Debí haberte asesinado cuando pude -sentí su talón arrastrase por mi espalda hasta llegar a mi cuello y aplastarlo, haciendo que soltara un alarido de dolor-. Ahora sólo me traerás problemas. -Sentí su pie hacer más presión, como si estuviera decidido a acabar conmigo en ese momento-. Podría matarte justo ahora y todo sería más fácil -sin embargo liberó la presión y el dolor aminoró-, pero no lo haré. Por ahora me es mejor para mí dejarte con vida. Ese idiota de Arthur se ilusionará tanto que lograré acabar con más personas. -Se apartó de mí, logrando liberar mis pobres dedos de su terrible bota, pero no pude moverme. Me sentía tan débil e inútil que no pude hacer nada más que quedarme ahí tirado, mientras veía a Él caminar lejos. Quise hacer algo, más no lo logré estaba hambriento, cansado y adolorido-. Pero hay algo que no cuadra -dijo y dio media vuelta para regresar hacia mí. Con tan sólo tres pasos volvió a estar frente a mí, me tomó de los hombros y con tanta facilidad me levantó para ponerme contra la pared.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Kde žijí příběhy. Začni objevovat