Capítulo 46

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Empecé a despertar. Mi cabeza dolía, pero no tanto como mi garganta ardía. Con una mano palpé mi cuello, éste estaba irritado de la fricción que había tenido con la soga con la cual me habían atrapado. Me mareé al recordar el dolor que había sentido y mi estómago se revolvió pero aun así apoyé mi antebrazo en el suelo para poder incorporarme.

El suelo estaba bastante frío e incluso mi brazo quedó pegado a él. "Hielo", pensé. Logré ponerme de rodillas y a rastras me acerqué a la pared más cercana. Con una mano la palpé y descubrí que estaba igual de fría, e igual estaba lisa. Eso no podía ser una cueva, o al menos no una natural. Cuando me senté contra la pared, pude ver qué era en lo que yo estaba.

Cuatro paredes, todas de hielo. Entre ellas, una probable distancia de tal vez diez metros. Lo único distinto de ahí era el techo, hecho de cristal. Un cubo. Estaba atrapado dentro de un cubo hecho de hielo. Que... simple.

Empecé a golpear las paredes; primero con las manos, gritando por ayuda. Luego siguieron los puños, por si necesitaba un poco más de fuerza, sin embargo, mis nudillos empezaron a sangrar y las heridas empezaron a arder por el frío del ambiente. Por lo que seguí lanzando todo mi peso y fuerza contra las paredes, aunque ni así logré resquebrajar el hielo. Intenté con toda mi fuerza, incluso con los talones; además, pensé en acostarme y golpearla con los talones, para así lograr tener más fuerza, pero el hielo era demasiado para mi espalda que sólo estaba cubierta por una playera.

Empecé a gritar, primero gritos leves pidiendo ayuda. Pero al ver que no funcionaba, empecé a gritar a todo pulmón. Y no sólo pidiendo ayuda, empecé a gritar por Jared, por Brenda, por Arthur, mi padre. Empecé a gritar de desesperación, apretando los puños. ¿Cómo pudimos haber caído en esa trampa? ¿Cómo es que no noté las señales que estaban a la vista de cualquier Elegido? El llamado, el bloqueo de poderes, el brillo... no podía ser. Si tan solo me hubiese quedado con Brenda y Jared, si no le hubiese hecho caso a ella... tal vez no estaría aquí en este momento.

Levanté la cabeza, al techo de cristal e intenté alcanzarla saltando, pero iba a ser imposible. De todas formas, si lograba tocarlo, ¿qué iba a hacer? Difícilmente podría golpearlo para destruirlo y tampoco podría asirme a él de ninguna forma.

Desistí en mi intento de escaparme puesto que en un lugar como ese iba a ser imposible lograr encontrar una salida. A excepción de que fuese Fuego, no podría salir de ahí. Brenda tenía razón: ninguno de los Elementos es para demostrar cuál es mejor; sin uno de ellos, ningún ser vivo podría sobrevivir. Éste era un claro ejemplo de lo que había dicho.

Pensé en Brenda. Pensé en su cabello, en sus ojos, la forma en la que me había abrazado y en aquellas veces en las que ella hablaba conmigo. Recordé la forma en la que ella me había rechazado y de nuevo sentí aquél dolor en el pecho. Coloqué mis codos en las rodillas y cubrí mi cara con las manos, me sentía fatal. Estaba encerrado, mis amigos no estaban, fallamos al conseguir las Gemas, mi padre posiblemente estaba muerto, y Brenda me odiaba. Era algo estúpido pensar en eso último con las condiciones en las que me encontraba, pero saber que habíamos estado tan cerca... eso me hacía sentir mal respecto a ella.

Me senté, con la espalda en el hielo, sin importar si estaba frío o no. Todo estaba horrible, nuestras vidas se habían ido a la basura. Y lo peor de todo, es que ni siquiera habíamos empezado a tener una buena vida, o al menos, desde el momento que yo nací, mi vida había sido mala. Desde mi nacimiento había sido marcado con esta suerte.

Pensé en mi familia. En aquél día de abril en el que nací. Pensé en lo felices pero lo ignorantes que eran mis padres en este tema de los Elegidos. Pero eran felices. Él no nos estaba persiguiendo(aunque quién sabe, podría estar haciéndolo antes de que yo naciera) y todo era tan simple como un "goo goo ga ga". Pensé en lo asustados que ambos debieron estar, cuando logré salvarme de ese terrible incendio y Arthur les contó la verdad, en lo preocupados que estuvieron por su pequeño y único hijo. En lo difícil que debió haber sido aceptar la verdad sobre el mundo y en lo doloroso que debió haber sido ocultárselo a su hijo. Y la verdad, no los culpaba. ¿Cómo decirle a un niño que un señor desconocido lo quiere matar por razones desconocidas? No se lo tomaría de una forma seria. ¿Y a una persona de dieciséis años, que lo están siguiendo y lo único que lo puede detener son sus poderes no desarrollados? Definitivamente eso causaría problemas como llegar a intento de homicidio en la casa de un señor borracho.

La Espada de Oro (Los Elegidos #1)Where stories live. Discover now