24.- Fuga

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Lunes, 8 de enero de 1454. Palacete de Isaac.

Isaac que precipitó sobre mí cuan fiera hambrienta aunque le esquivé con dificultad. Sabía perfectamente que era veloz y letal, por tanto decidí mantener distancia. Por cada golpe fuerte que le asentaba él me daba otros cinco cortes. Retrocedí pero recordé que detrás resguardaban sus soldados la puerta. Rápidamente me escondí detrás de las muchas columnas que había: ''¿Dónde estás, cobarde? ¡Lucha como el verdadero héroe quien dicen que eres!'', -gritó Avaricia airado.

Fatigado por los daños y acciones causados, se me ocurrió una ingeniosa estratagema. En el lateral izquierdo de la sala encontré lo que parecía ser un gran espejo y como la sala estaba oscura por los laterales e iluminada por el centro me situé delante de un espejo escondido en una columnata. Isaac frustrado y furioso se apoderó de una antorcha y me buscó por los oscuros laterales y gritó: ¡Sal de una vez maldito gañán! ¡Te prometo una muerte instantánea!''.

Estaba a unos cinco metros de mí y por suerte se centró en iluminar las paredes. Cuando llegó a cierto punto chilló: ''¡Te encontré!'', -y me atravesó con sus sables, o eso pensó el felizmente. Había caído en mi ardid pues atacó mi reflejo del espejo como si fuera un necio: ''Yo te encontré a tí'', -dirigí mi mandoble a su corazón pero lo esquivó y sólo le dañé profundamente la pierna: ¡Ughhh, mi rodilla! ¡Maldito gilipollas, desgraciado!'', -gritó e insultó como si fuese un niño.

No tenía en mente otro plan. Creí que sus soldados vendrían y me ajusticiarían, pero no. Alejo acabó con la mitad de los hombres que había atraído y recibió refuerzos que le ayudaron a acabar con ellos y finalmente aquí estaba: ''¡Tranquilo Theo, no morirás hoy!'', -dijo Alejo acabando junto a sus soldados con los soldados de la puerta.

Le miré feliz y asentí, pero en seguida recordé que era con Isaac contra quien tenía que luchar. Pero no estaba allí, se encontraba ahora en la ventana, a punto de precipitarse y sangrando: ''¡Theodoro, nos volveremos a ver. No moriré aquí pues soy inmortal. Cuando regresé a Constantinopla será tu fin!'', -vociferó Isaac y acto seguido se defenestró: ''¡Ven aquí, no huyas. Tu destino es morir aquí!'', -grité mientras me apresuraba a la ventana, pero cuando fui a mirar si había muerto en la gran caida, no encontré ningún cuerpo...

Nos reunimos en el centro de la empalizada llena de cadáveres y y heridos todos mis hombres, los de Ioannes y algunos de Isaac y apliqué un discurso: ''¡Hermanos bizantinos, dejemos de luchar entre nosotros! ¡El verdadero enemigo es el tirano al que llamáis Patriarca! ¡El verdadero enemigo es el Turco! ¡El verdadero amigo es la fraternidad del Imperio Bizantino, a si es que unamos nuestras fuerzas y seguidme en el campo de batalla contra los que nos impiden ser felices y libres! ¡A derrocar la tiranía señores!''. Todos los soldados se emocionaron y corearon mi nombre. Ahora éramos una gran fuerza con una moral aún mayor.

Poco después nos organizamos y reunimos todo el ejército que ahora abarcaba unos ciento cincuenta y ocho mil hombres. Un explorador vinó a toda prisa cabalgando y me informó: ¡Mi señor, Vlad Drácula acaba de arribar a unos pocos kilómetros de aquí! ¡Mañana habrá una gran batalla en el centro de Adrianópolis con los turcos y los bosnios!''. Pensé un momento en la sangre que se iba a derramar al día siguiente y sentí un gran escalofrío.



''¡Maldita seas Pente, no mereces ser un pecado capital!'', -gritó Soberbia: ''Necesito descanso, ese cabrón me pilló por sorpresa pero en todo momento fui superior a él'', -respondió indignado Isaac. Hepta le ofreció un caballo y le dijo: ''Ve a Bosnia y permanece allí, volveré con la cabeza de Theodoro Conmeno'': ''Gracias Soberbia. Aunque te pido que no me subestimes, puedo ser un luchador nato si me lo planteo'', -dijo Isaac a lo que Hepta contestó: ''Un luchador sin cabeza es como un carpintero sin herramientas''.



Marcha BizantinaWhere stories live. Discover now