21.- Adrianópolis

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Sábado, 6 de enero de 1454, 10:00 post meridiem. Adrianópolis, Tracia.

''Deberíamos hacer una cena Theodoro. Mañana es Nochebuena*'', -dijo Alejo mientras mirábamos desde una colina los numerosos ejércitos que había en los alrededores de Adrianópolis. El panorama bélico era estresante, había cinco bandos en la batalla que se aproximaba: nuestro bando contaba con ciento seis hombres mas los ejércitos de Durad de Serbia y el del traicionero, el siniestro Vlad Draculesti y otros tantos como viejos aliados genoveses (Raffaele de Lesbos) y isleños del Egeo.

El segundo bando se encontraba en una empalizada que sería clave para la batalla. En ella se encontraba uno de los comandantes de Bizancio, uno de mis compañeros: Isaac de Rhodes con una fuerza de cuarenta y cinco mil hombres. Isaac era el heredero ilegítimo, pero apartado de la Corona por su ambicioso carácter. Se había atrincherado a doscientos kilómetros de Constantinopla aquí en Adrianópolis. Su objetivo era organizar una insurrección contra el Patriarca Genadio, quién ahora tenía el control del Imperio. No podía confiar en Isaac, podría traicionarme, aunque intentaría no atacarle. Le consideré neutro.

En tercer lugar se encontraba asediando la empalizada el perro de Genadio II: Ioannes Phocas con una fuerza de alrededor de cincuenta mil soldados. Un hombre tétrico y serio con una gran cicatriz con forma de cruz ortodoxa en la cara. Este hombre era peor que Isaac, y lo consideraba un enemigo. Pero gracias a él supimos que en Constantinopla había también cincuenta mil hombres ya que había llevado con él la mitad de las fuerzas.

En cuarto lugar estaba el furioso sultán otomano Mehmed II, quién reclamaba venganza creyendo que yo había matado a su hija habiéndo sido Heptos, la Soberbia. Sabiendo las cifras de Mehmed daban ganas de retirarse: tresciento mil hombres turcos. Y ellos no buscaban a Isaac o a Ioannes, no, me buscaban a mí.

En quinto y último lugar se encontraba Esteban Tomas, la Soberbia. El autodenominado Heptos traía con el según un espía de mis fuerzas cien hombres vestidos con aquellas negras armaduras y prendas. Parecía burlarse de nosotros con sólo esas tropas, por algo era la soberbia...

''Está bien Alejo, cenemos ahora que tenemos algo de tiempo'', -respondí con una sonrisa amarga pensando en la carnicería que vendría después que aquella dulce cena navideña: ''Traigo tres pavos'', -vociferó Justino, ''bueno uno'', -eructó y tiró los huesos de los pavos que se había engullido: ''Tienes que dejar de comer tanto. A este paso ya no podrás ni desenvainar la espada, gordito'', -dije riéndome con Alejo: ''Tripa vacía, corazón sin alegría'', -respondió con otra flatulencia. Reunimos al gran ejército y fuimos al bosque para talar madera y hacer mesas y una gran hoguera y cuando obtuvimos la suficiente leña fuimos a la colina donde asentamos el campamento. Allí reunimos los víveres de los que disponíamos y aparte repartimos pan y vino. Cantamos villancicos en latín macarrónico: ''No bebais tanto vino cretinos, pues mañana beberéis sangre turca y estaréis borrachos de ella''.

Cuando acabamos la cena todos durmieron en sus respectivos pabellones militares. Un emisario que parecía griego vino a mí y me informó: ''Señor Theodoro Conmeno. Mi señor Isaac Phocas dice que te reunas con él mañana por la tarde, quiere forjar una alianza con vos y acabar con el Patriarca Genadio II y Ioannes, pero él te informará mejor''. Asentí con la cabeza y subí a la colina para ver la empalizada de Isaac. Supuse que su situación era crítica...


*La Navidad ortodoxa es el 6 de enero y no el 24 de diciembre ya que la Iglesia ortodoxa sigue el antiguo calendario juliano y no el gregoriano.

Marcha BizantinaWhere stories live. Discover now