13.- Filipo

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Domingo, 3 de septiembre de 1453, 01:30 p.m. Theodosia.

''Despierta,Theodoro, acabamos de arribar en Crimea'', -dijo Tariq tras la puerta de mi cubículo en el barco. Me incorporé y me armé con el peto, espaldar y la gola. Tomé también el mandoble y mi amuleto encontrado en Acaya.

La península había sido anexionada años antes por musulmanes, el denominado Kanato de Crimea. Un soldado me informó de que un hombre de origen griego asesinó al alcalde de Theodosia (que fue antaño un foco de influencia bizantina) y había ascendido al poder. Aquel hombre tenía un rostro similar al mío. Así pues, acordé una reunión con semejante hombre con su diplomático. Nos reuniríamos en mi barco en pocas horas.

Después de esto entré en la embarcación y bajé al camarote de Justino.Sus heridas sanaban a un ritmo bastante veloz, aunque preferí no despertarle: ''Theo, ven conmigo'', -dijo Alejo. Ascendimos a cubierta y me informó de algo que me sorprendió: ''El gobernante de este lugar... se trata de tu hermano mayor. Ten cuidado amigo, desconocemos sus intereses''.

Filipo Conmeno, sus hermanos Theodoro y Nikolais (el menor) años atrás. Tuvo un cambio súbito que duro pocos días y abandonó Constantinopla. Alejo me contó que observó como mantenía una conversación con unas extrañas figuras antropomórfas vestidas de negro en los últimos días que lo vi.

Por fin llegó el ansiado momento. Filipo acudió con dos escoltas vestidos de negro, los cuales sólo mostraban los ojos, similares a los de la batalla naval de Trebisonda. Filipo accedió a la cubierta y me dio un cálido abrazo: ''¡Cuánto tiempo,hermano!'', -dijo con énfasis,sabiendo yo que mentía: ''¿Qué cojones estás haciendo aquí? ¿Por qué narices nos abandonaste a mí y a Niko?'', -le grité con cólera: ''Tranquilo, Theo, no estás en tus cabales. Ahora mismo no quiero decirte el porqué de mi partida. Yo no quería abandonarte, eres un buen guerrero. En cuanto a Niko, él es débil y no puede servir en mi gloriosa e iluminada misión. Sígueme si quieres saberla'', -dijo guiñándome un ojo, ''nos vemos mañana al atardecer en la parte trasera del ayuntamiento''. Tras decir esto abandonó la embarcación haciendo oídos sordos a mis insultos y exigencias.

''Theo, cálmate'', -me ordenó Alejo, ''no debes ir a ese lugar, me da mala espina'': ''Tranquilo amigo, tengo un plan'', -respondí asestándole una palmadita en la espalda.

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