24.- Fiesta de pijamas.

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Sábado por la noche.

¿Y qué significaba que fuese sábado por la noche?

Fin de semana.

Que conllevaba...

—¡FIESTA EN CASA DE AERYN! —gritó Spencer por el auricular del teléfono. Tuve que apartarlo de mi oreja para que los tímpanos no sufrieran.

No sabía cómo repetirle por millonésima vez, para que lo entendiera definitivamente, que no podía haber una maldita fiesta en mi casa. No con mis padres volviendo al día siguiente.

—Veeeenga, Strike. Vodka, ron, ginebra, tequila...

—Ser entregada a un orfanato por destrozar la casa de mis padres...

—Piénsalo.

—Lo he hecho. Y la respuesta sigue siendo no. N–O. —Alcé la voz para ver si por fin retenía la información.

—Bueno... Puede que ya haya mandado algunos mensajes...

Cuando Spencer Russo usaba aquel tono condescendiente en el que alargaba las vocales, debías tener asegurado que lo que ibas escuchar a continuación no te iba a gustar.

—¿Qué has hecho? —exigí incorporándome del sofá y haciendo que el pesado libro de portada horrorosa de mi madre cayera a la alfombra del comedor.

—Ya sabes... Como di por sentado que no rechazarías ninguna fiesta, puede que haya avisado a algunas personas...

—¿A cuántas? —grité.

—Quince.

—Eres mujer muerta —siseé cabreada—. Pues vuelve a mandarles otro mensajito, y les dices que la fiesta se ha cancelado, ¿está bien? No quiero más mierda hoy.

—Pero es que hay un problema... —Me levanté del sofá y empecé a dar vueltas porque sentía que como me quedara más tiempo quieta, explotaría—. Estamos en tu puerta.

Me quedé quieta notando como un poco de color se perdía de mi rostro.

No había sido capaz.

Fui corriendo a la mirilla de la puerta para comprobar que no mentía, y acerqué el ojo con miedo a lo que podía ver.

La gran sonrisa de Spencer me dio la bienvenida junto a su cara de «esta noche arraso». No había nada inusual en su aspecto.

Salvo las catorce personas que se agolpaban tras ella en la escalerilla de mi humilde casa.

Ya escuchaba los gritos, empujones y jugueteos de los "invitados" desde el otro lado.

Miles apareció al lado de Spencer, y saludó a la mirilla con cara de diversión.

Me acerqué lentamente el móvil de nuevo a la oreja y mis palabras fueron pronunciadas con sumo cuidado.

—No pienso abrir la puerta, par de imbéciles —bufé.

Vi como el rubio se acercaba para decirle a Spencer algo, y dado que aún no habían colgado la llamada, lo escuché.

—Le doy diez minutos.

Abrí la boca indignada y le di al botón para finalizar la llamada con más fuerza de la necesaria, alejándome de la puerta, no sin antes echarle el pestillo por si acaso.

Esperé escuchar el sonido de quejas, pero seguía habiendo risas y lo que suponía que era buen ambiente de sábado.

Iba en pantalones cortos, tirantes y descalza, con un moño recogido en lo alto de la cabeza. Aún tenía la resaca de ayer por salir al bar de siempre.

PHILOPHOBIAWhere stories live. Discover now