9.- Dulces sueños princesa.

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—¿¡Tú quieres que te mate verdad!?

Sonrió, tan breve y rápido que igual era una mueca, pero a mi no me engañaba.

—Pues te quedas aquí fuera... —estaba a punto de soltarle para que cayera al suelo, dándome igual el daño que se hiciera, cuando se removió y me apretó con más fuerza.

—¡No! No, por favor, Aeryn, ayúdame.

Miré a las pocas estrellas que se veían desde nuestro pequeño barrio, preguntándole a los renos de Santa Claus qué demonios había hecho mal para que me enviaran a aquel ser.

Con la poca fuerza que me quedaba y con la cooperación de Chase ésta vez lo llevé hasta el alféizar de la ventana.

—¿Y ahora qué? —miré al chico que se había apoyado en la pared para no caerse.

No pensaba subirle yo sola hasta ahí, no podía. Una bombilla apareció encima de mi cabeza y me froté las manos.

A falta de pan, buenas son tortas.

Literales.

Estampé la palma de mi mano en su mejilla. Automáticamente su mano ocupó la zona que empezaba a ponerse roja y enfocó su melosa mirada en mi.

—¿¡A qué viene eso?!

—Te necesito despejado para que subas tú solo a la ventana, no pienso destrozarme la espalda por tí.

—Con un simple toque habría sobrado.

—Que te lo crees tú, ¿o es que ya estás mejor para irte caminando solito un kilómetro y medio más allá hasta tu propia habitación? —desafié.

Me lanzó una última mirada antes de que apoyara los brazos en el alféizar y se impulsara de espaldas hasta que su culo estuvo arriba.

—Esto está chupado... —sonrió triunfante, y hubiera salido bien si no fuera porque intentó apoyarse en el cristal que yo había descorrido, precipitándose en mi habitación con un golpe que, por el ruido que hizo, mañana le dolería junto a la resaca.

—Como hayas destrozados mi mesita de noche... —mascullé impulsándome a mi misma. En cuanto mis pies tocaron la suave moqueta me descalcé y disfruté del tacto de mis pies descalzos.

Chase se levantó solito frotándose el costado.

—No te esperes una cama mejor que una colchoneta de quince centímetros de ancho.

—Podríamos compartir la tuya —dijo socarronamente.

—Aún estoy a tiempo de echarte —hizo el gesto de cerrar su boca como una cremallera—. Voy al baño a ponerme el pijama, ahí tienes tu cama. Despliégala y busca algunas sábanas en ese cajón.

Abrió la boca para soltar probablemente otro comentario elocuente, pero se lo pensó mejor al caer en que estaba en juego su noche bajo techo o no.

En el cuarto de baño me desmaquillé y me cepillé los diente y pelo, éste último costándome horrores porque al parecer había metido algunos mechones en una bebida.

Ugh.

Seguramente había sido cuando me había besado con Fred.

Fred, el cual había estado evitando toda la noche. No había vuelto a hablar con él, y cuando me lo crucé de camino al baño no respondí a su guiño pícaro, simplemente hizo que caminara más deprisa intentando olvidar cómo me había besado.

No podía permitirme ser besada de esa manera.

Volví a la habitación cerrando la puerta. Chase ya estaba tumbado en la colchoneta sin zapatos y con los brazos detrás de su cabeza observando la pared. Su pelo negro azabache estaba alborotado. A la luz de mi lamparita la galaxia de pecas alrededor de su nariz era notable. Muy notable. La palabra 'adorable' vino a mi cabeza en brillantes luces rojas, pero la deseché recordando que Chase era de todo excepto adorable.

Caminé rápida hacia la cama, notando como su mirada se había desplazado siguiendo mi trayectoria. Me senté de un salto y me enfrenté a ella.

—¿Qué?

—Tienes un bonito culo.

—Imbécil.

—¿Puedo dormir en calzoncillos?

—Haz lo que te de la gana —dije indiferente.

Escuché como abría la cremallera de sus pantalones y se los bajaba, atrancándose en sus tobillos. Intenté no reír.

—Espero que no ronques.

—Palabrita de Boy Scout —rodé los ojos divertida ante su gesto de mano.

La verdad era que Chase Hoock era todo un personaje si eras capaz de aguantar su humor y la constante desesperación de no saber por dónde te iba a salir.

Bostezó sonoramente.

—¿Estás segura que no quieres que compartamos colchón? —volvió su cabeza hacia mi—. No te tomaba por una estrecha.

Sonreí irónica. Muy gracioso.

—¿Qué se siente al no poder conocerme "a fondo", Chase? —hice incapié en el a fondo para que pillara la indirecta.

—Tranquila, eso solo será cuestión de tiempo.

—¿Por qué estás tan seguro?

—Como te dije esta mañana, tú y yo no somos tan diferentes.

Alcé las cejas sopesando sus palabras antes de darme la vuelta y taparme con la colcha.

—¿Preparado para pasar una noche exclusiva durmiendo con una chica a escasa distancia?

—No estoy tan seguro.

—Duermo con un palo de béisbol en la cabecera, será mejor que te limites a tu espacio —le escuché reír—. Buenas noches —suspiré cansada.

—Dulces sueños, princesa.

—Vas a acabar con un calcetín en la boca.

—Vale, vale, ya me callo. Borde.

Sonreí al tiempo que la luz se esfumó, señal de que Chase le había dado al interruptor.

—Buenas noches, Aeryn.

PHILOPHOBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora