12.- ZorrAeryn saca sus garras.

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—¿Cómo que eso no es lo que Chase va contando? —interrogué a Spencer perdiendo la paciencia.

Mi amiga se separó de la fila de taquillas para seguir por el pasillo hasta nuestra primera clase. El largo pelo rubio rebotaba en su espalda imperfectamente peinado, como a ella le gustaba. La seguí.

—Chase ha avisado a todos sus amigos de que "por fin" —hizo comillas con los dedos— se había acostado con "su amour" —vocalizó imitando exageradamente el tono grave de Chase.

Juré por lo bajo antes de entrar al aula, en la cual el profesor ya se encontraba anotando las páginas que tocaba aprenderse en la vieja pizarra, que con el tiempo se estaba tiñendo de verde.

—Llegáis tarde —avisó sin levantar los ojos.

Me dirigí a mi sitio dejando una estela de susurros a mi paso. Me hundí en la silla con exasperación.

Al menos daba gracias de que hablaran a mis espaldas de una cosa diferente a lo habitual.

No las daba porque hubiera un rumor falso sobre mí rondando por la escuela.

No era nada nuevo que un chisme sobre algún "chico de Aeryn" se dispersara por ahí. No le daba importancia mientras no me molestaran, cosa que nadie se atrevía a hacer excepto Dianne, pero eso era otra historia.

Lo que sí me cabreaba era que fuera asquerosamente no–cierto.

Maldito Hoock. ¿Quién se había creído?

Pasé la mayor parte de las clases distraída jugando a dar vueltas a mi lápiz alrededor de la mano, intentando superar un récord de vueltas antes de que se cayese al pupitre. También hice un boceto de Chase desangrado en la parte baja de unas escaleras, pero llamémosle arte subjetivo.

El timbre del descanso sonó y todos los alumnos salieron escopeteados directos a la cafetería o al extenso patio de la parte trasera.

Seguí a Spencer hacia el aire libre, dirigiéndonos directamente a la esquina dónde solíamos quedar con Miles, apartados de los demás alumnos.

El susodicho ya estaba allí cuando aparecimos.

No levantó la cabeza de su teléfono móvil bloqueado, como si mirar su reflejo fuese lo más hipnotizante.

—Hey —le saludé tirando mi cartera al suelo.

Alzó la cabeza para lanzarme un asentimiento y volver a lo suyo, haciendo como si Spencer no estuviera ahí.

¿En serio?

—¿Seguís peleados? —Ninguno de los dos me contestó. Spencer se había sentado lo más alejada posible del chico y miraba sus uñas. Definitivamente hablar con la pared era más beneficioso—. Sois imposibles.

—Ella es imposible —argumentó Miles con voz agria.

—¿Ahora me culpas a mí? —protestó la rubia—. Que te jodan, Miles. Lo digo muy en serio —siseó, echando chispas por los ojos—. Que te jodan.

—¡Chicos! —alcé las manos pidiendo paz. No solía meterme en sus problemas, pero Spence jamás había lucido tan cabreada.

—¡Eso intenté el viernes! —explotó Miles, mirándola por fin—. Irina iba a "joder bien conmigo", pero no, tenías que fastidiarlo todo tirando "accidentalmente" tu copa encima de su vestido, ¿eh? —aún tenía los brazos elevados de haber hecho las comillas.

—Me resbalé.

—Mis cojones —argumentó mi amigo levantándose de su sitio y alejándose de nosotras. Movió su cabeza hacia Spencer antes de irse— Espero que te diviertas.

Los miré intermitente, fijando mis ojos en la espalda de Miles alejándose y en el cuerpo de Spence encogido encima del banco buscando algo en su bolso, seguramente un cigarro. Ya la habían pillado varias veces fumando, llevándose a casa una sanción y la advertencia de que a la próxima habría expulsión, pero parecía no recordarlo.

—Vosotros dos —dije lentamente— necesitáis tener una conversación seria urgentemente.

—No, no lo necesitamos. Es gilipollas, eso es todo —encontró el pequeño objeto alargado y lo encendió con un mechero que tenía como llavero.

Original.

No dije nada más, Spencer nunca me decía qué hacer con mi vida, así que mejor que yo tampoco lo hiciera, era lo último que me importaba y quería.

Mi vida no era precisamente de color rosa.

—¡Aeryn! —chilló una chica a mis espaldas, y a pesar de reconocer la voz aunque estuviera tres octavas más aguda, la cara de exasperación de Spencer me confirmó quién era incluso antes de que me girara a comprobar.

—La que faltaba —murmuró levantándose, y poniéndose a mi lado.

Dianne estaba a unos metros de nosotras con dos de sus amiguitas y nos observaba con la cara roja de enfado.

—¿Qué es esta vez, Dianne? —dije cansada, enfrentándola con una expresión de aburrimiento.

Debería aprender a dejarme en paz de una vez.

—¿Es cierto?

—¿El qué?

—Vamos, Aeryn, no tienes por qué aguantarla —me susurró Spencer molesta tirando de mi brazo para irnos.

—¿Te has tirado a Chase? —continúo Dianne, esta vez con la voz quebrada. Una de sus amigas le dio dos palmadas reconfortante en el hombro.

¿Todo el mundo iba a estar hablándome del jodido rumor?

—No tengo que darte ninguna explicación a ti, Dianne —solté brusca.

Ella pareció tomarse el comentario como una respuesta afirmativa a su pregunta, porque fue como si le hubiera quitado el tapón a una granada y olvidado lanzarla lejos.

Avanzó un par de zancadas más, con dos riales de lágrimas atravesándole las mejillas.

—¿Qué clase de personas eres? —preguntó con desprecio mirándome de arriba abajo—. Llevo dos años oyendo y aguantando todas tus mierdas, pero esto ya ha sido el colmo. ¿Tienes acaso algún tipo de respeto por Ashton? —hizo una pausa para secarse las lágrimas. La simple mención de aquel nombre trazó un surco agrietado a través de mi coraza, pero no iba a permitir que aquella perra destrozara todo por lo que había trabajado.

Lo sellé con mi cara más indiferente y calculadora.

—¿Has acabado?

—¿Acaso le querías? —bajó la voz luciendo ¿sorprendida? No esperó a que respondiera—. ¿Sabes? Le advertí sobre ti. Pero él no me escuchó. Me hubiera gustado ver su cara cuando finalmente se diera cuenta de cómo eres en realidad.

Observé con atención sus ojos hinchados por las lágrimas, sus mejillas rosadas y sus labios entreabiertos para poder coger aire mejor.

Realmente se veía sincera, el dolor a través de sus ojos era sincero.

Di un paso hasta estar justo en frente de ella, tan cerca que cuando hablé me aseguré de que solo ella me escuchara.

—¿Sabes qué es lo más irónico? —tracé mi dedo a lo largo de un mechón rubio que se había quedado apoyado en su hombro. Me hizo soltarlo, en su lugar conectando los ojos con los míos—. Que él nunca te eligió a ti.

Pasé a su lado rozando su cuerpo, desestabilizándola.

Spencer apareció a mi lado, diversión escrita en su cara.

—Wow, ZorrAeryn saca sus garras, nenas —rió pasándome la mochila.

Yo no le sonreí de vuelta. Simplemente no tenía espacio para más emociones.

*spencer en multimedia* xx

PHILOPHOBIAWhere stories live. Discover now