2.- ¿Cómo sabes mi nombre?

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Sé que dije que empezaría a publicar esta novela cuando acabara el verano. Se que acabó, y de hecho subí el prólogo y el primer capítulo.

Sin embargo, me asaltó la duda que cada persona que se dedique a escribir tiene alguna vez... ¿Quiero publicar esto? ¿Le gustará a alguien? ¿Merecerá la pena?

A pesar de tener como la mitad de la historia escrita, me bloqueé. Y pensé que, si no estaba segura aún de querer seguir con ella, esperaría mientras solo estuviera el primer capítulo para  leer.

Es bastante distinta a lo que ya tengo en Wattpad. Si alguien ha leído algo mío, sabrá que no me tomo muy enserio los temas sobre los que hablo y lo suavizo todo con humor. "Philophobia" es bastante más dramática (eso fue una de las cosas que hizo que dudara).

Sin embargo, ya que he empezado el 2016 con ganas de cambiar y hacer las cosas sin miedo (y sí, vale, lo admito, porque también es mi cumpleaños y este es mi año de los propósitos) he decidido continuarla y ver qué pasa.

Los primeros capítulos son más o menos de introducción, pero espero que os guste x.

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Mordisqueé la punta del bolígrafo sin darme cuenta, ya que estaba demasiado concentrada en mi ejercicio de matemáticas.

Era bastante complicado centrarse en algo que fuesen números y problemas en las circunstancias en las que estaba: sentada con las piernas subidas a un banco con tal de que me hicieran de mesa, a la hora del almuerzo, dónde todos los alumnos correteaban endemoniadamente libres.

No es que no hubiese una biblioteca, pero allí sólo había raritos. Una vez, un chiquillo bajito y con tirantes en los pantalones (sí, aún había gente que no fuera del siglo XIX que los usaba de complemento) me preguntó si le podía escupir en un tubo de cristal para una trabajo de ciencias.

Desde ese día procuro evitar el lugar a toda costa.

Además, desde donde estaba podía observar a la gente si me aburría de hacer las tareas, las cuales teóricamente, tendría que haber hecho ayer por la noche en vez de estar fumando con Spencer y compañía. Teóricamente.

Hasta ahora, mi táctica de hacer la mitad de los ejercicios y aprobar la mitad de los exámenes me estaba funcionando bastante bien.

Un golpe sordo llevó a mis ojos a encontrarse con el choque entre un chico y una chica en medio del pasillo. Los papeles y libros que ambos transportaban cayeron al suelo como lluvia, haciendo que se arrodillaran al mismo tiempo para recogerlos.

Escuché a la chica disculparse con las mejillas rojas y al muchacho quitarle importancia. La ayudó a levantarse dedicándole la sonrisa más amplia y cortés que alguien pudiese imaginar.

Podía apostar lo que fuera a que a la chica le habían temblado las rodillas ante esos hoyuelos. Se quedó mirando su espalda mientras este se alejaba y la dejaba con la promesa de una ilusión.

Solté una pequeña risa ante la escena. ¿De verdad la chica había sido tan estúpidamente ingenua? Ese tipo de panoramas solo pasaban en los libros o las películas, en la imaginación de la gente.

Si hubiese prestado atención a algo más que no fuese su sonrisa, habría visto que él le había depositado sin que se diese cuenta un papelito entre sus apuntes, seguramente su número de teléfono. Y que antes de doblar la esquina, había levantado el puño en señal de victoria ante sus amigos.

Todo había estado planeado, y ella iba a ser la víctima de un futuro juego adolescente.

—¿Te diviertes espiando a la gente? —habló una masculina voz a mi derecha.

Volteé mi cabeza hacia el muchacho que se hallaba apoyado en la pared de manera desenfadada. No me estaba mirando, no sabía con exactitud si me hablaba a mí, pero sabía perfectamente de quién se trataba aunque jamás había mediado palabra alguna con él.

—¿Me dices a mí? —pregunté aún con el bolígrafo en la boca. Si no quería contacto visual, no lo tendría. Fingí que estaba demasiado ocupada con mis deberes de trigonometría como para gastar mi tiempo hablando con él.

—¿A quién más ves que esté disfrutando de la escena?

—¿A ti?

Escuché su suave risa al mismo tiempo con el que pasaba la página del libro.

—Venga, dime, qué es lo que te hacía tanta gracia.

Hice una pausa al notar como finalmente me miraba. Alcé la vista topándome con los ojos color miel que caracterizaban al chico. Hablé sin que la voz me temblase, o tuviese que apartar la mirada, o balbuceara como estaba acostumbrado a que las chicas hicieran delante suya.

—Estaba todo planeado —expliqué. Si había visto el choque, no necesitaba más descripción.

—¿Qué lo ha delatado: el papel o sus amigos?

—Ambas cosas —sonreí de lado. Al menos no era la única chalada que se divertía en base a la vergüenza de los demás.

—Con que así es como pasa su hora de descanso Aeryn Strike, ¿eh?

Fruncí el ceño ante la mención de mi nombre y apellido, aunque no duró mucho ya que empecé a recoger y meter las cosas en mi cartera.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—¿Hay alguien en todo el instituto que no lo sepa?

Fue lo suficientemente listo como para no mencionar el por qué. Hacía tiempo que había intentado moderadamente que el dolor parase, pero eso no significaba que estuviese dispuesta a escucharlo de bocas desconocidas.

Me encogí de hombros y me puse de pie para irme sin despedirme pero me cerró el paso.

—¿Sabes quién soy yo?

No, que va. Solo te llamas Chase Hoock, vas a último curso porque suspendiste cuando tenías quince; eres el que más chicas se ha tirado de toda la ciudad de Londres; tienes un hermano mayor llamado Bran, el cual no ves desde que tu madre se suicidó debido al maltrato que sufría por tu padre (el cual, por cierto, está en la cárcel) y tienes esa pose de "no me importan sus malditas jerarquías, yo haré lo que quiera" que tan bien conozco porque yo misma también la tengo.

—No.

—Chase Hoock. —Un mechón de pelo negro pegó un brinco en su frente al tenderme la mano

La miré divertida. Sabía el mecanismo que estaba empleando como si yo misma lo hubiera inventado. ¿Me estaba convirtiendo en la próxima conquista de Chase?

—¿Ya no te quedan más chicas a las que atormentar?

—Nunca he probado contigo. —Al menos era sincero. Se ganaba un punto.

—Supongo que, como has oído, sabrás que no soy como la mayoría —alcé la barbilla sin quitar mi máscara de superioridad.

—Te he elegido porque eres exactamente lo que necesito.

Como si yo fuera un bote de refresco por el que uno se decantaba en el supermercado, bufé en mi mente.

Chasqueé la lengua golpeando su hombro al pasar.

—En cuanto alguien se convierte en tu necesidad, Chase, dejas de ser como yo.


PHILOPHOBIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora