Primavera

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Sakura sintió un sudor frío recorrerle el cuerpo, respiró hondo y se dispuso a verle la cara al Uchiha mayor que se encontraba a sus espaldas, pero se llevó una sorpresa al notar que la figura de hace unos segundos no se encontraba más acompañándola.

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Los días que parecían interminables al anochecer se convirtieron en semanas a la espera del azabache atravesar el umbral y verle de nuevo a la oscura mirada que podía paralizar su mundo entero. ¿Cuándo volveré a verle? Se preguntaba la pelirosa mientras contaba con la compañía de las brillantes e infinidad de estrellas, aquellas que intentaban decirle que el hombre al que tanto esperaba también se encontraba admirándolas.

Abrazó sus piernas y dejó salir un largo suspiro, miró la habitación solitaria y vagamente iluminada por la luna. Nunca había si quiera pensado en cuanto podría llegar a anhelar al Uchiha mayor, aquel criminal odiado por muchos y por esa misma razón no podía comprenderse a sí misma ante tantos pensamientos y remordimientos rondando por su cabeza.

"Le daría todo el amor necesario para que el rencor ajeno pareciese un detalle, si tan solo estuviera acá..."

Los cristalinos ojos jade recorrieron el lado de la cama que el moreno ocupaba, tenía fresca en la memoria aquel olor a menta que la invadía cada vez que se acercaba a ella, despojándola de sus sentidos. Había veces en las que parecía sólo necesitarlo a él, esta era una de ellas, las cuales se hacían más frecuentes.

Con el pasar de los días la kunoichi se preguntaba si es que acaso pensaba volver con ella, llegar a la habitación y aunque sea verle por unos segundos, le daba igual si el azabache los utilizaba para reprocharle de su comportamiento y verle aquella sonrisa indescifrable que la congelaba, tan sólo unos segundos la harían feliz, se había convertido en el responsable de la sonrisa de Sakura.

"¿Qué estará haciendo?" Gracias a que era la persona menos predecible del universo la pelirosa nunca lo podría imaginar.

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Los pequeños brotes de flores y el cielo decorado por algunas nubes eran sus cosas favoritas de la primavera. Sacudió levemente la cabeza intentando ahuyentar aquellas fantasías que tenía de poder salir y disfrutar de la libertad, no había fin en torturare así.

El sol entraba por las blancas cortinas creando líneas de distinto grosor en la sombras de la cálida habitación. La pelirosa miró atentamente a los finos destellos de luz, recordó aquellos días en que se quedaba mirando exactamente ese precioso momento en que el brillo de la mañana le hacía sentir serenidad y llenaba de dulzura su joven espíritu. Lástima que ya no era así.

Un escalofrío erizó sus vellos y la aflicción se vio reflejada en su blanco rostro, estaba demasiado irritada por el hecho de que aunque intentara alejar aquel sentimiento de estar lejos y sin Itachi por las noches mientras dormía le resultara imposible. Su mente no descansaba y pasaba una y otra vez en fugaces imágenes el cuerpo y rostro del azabache, a veces creía poder sentirlo de verdad haciendo que se despertara para desilusionarse y convencerse de que él no estaba ahí. Los constantes sueños mantenían a la kunoichi fuera de la realidad cuando se encontraba despierta.

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Una de flor de cerezo caía en el hombro del pelinegro. Se detuvo para admirar el constante meneo de los arboles dejando caer abundantes pétalos sobre él. Extendió su mano e inmediatamente una de las delgadas capas color rosa se posó en ella.

Pensó en cuanto adoraría Sakura ese paisaje. "Hermoso sin siquiera intentarlo; como ella."

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Paró en el momento que llegó a estar frente a la puerta que lo separaba de la ojijade.

La kunoichi se volteó rápidamente "Ese chakra". Sus pensamientos se confirmaron al instante que la figura masculina entraba a la habitación.

Itachi miró con detención a la menor, no podía decir que extrañaba verla, iba cada noche a observarla mientras dormía, la razón por la cual el sueño de la pelirosa era interrumpido constantemente.

El corazón de la joven se aceleraba por cada segundo que pasaba hasta que no pudo más. Caminó hacia el azabache y se lanzó contra su cuerpo, el cual no se movió ni un centímetro.

-Lo siento, lo siento tanto.- Su dulce voz comenzaba a quebrarse mientras rodeaba el cuello del mayor con los brazos.- Amo...

-Lo sé, Sakura.-Posó sus grandes manos en los hombros de la menor haciendo que lo mirara, no pudo soportar el hecho de que las lágrimas no dejaran de caer por esos grandes y brillantes ojos jade, los que él amaba. Por primera vez luego de semanas pudo apreciar su rostro, sus finos y rosados labios, sentir su calor al rozar sus cuerpos, oír con encanto cada palabra que le decía porque eran sólo para él.

Deslizaba su pulgar por el labio inferior de la kunoichi llegando hasta su nuca, atrayéndola hacía sí, la menor hundió su cabeza en su rincón favorito; el cuello y hombro del Uchiha. Respiraba de él agitadamente por el llanto, lo deseaba más cerca para que nunca se fuera de su lado.

-Sobre la última vez que nos vimos.- Dijo el mayor.- Quiero que sepas que eso no fue real, tal cual lo dedujiste.- "Jamás te haría daño" fue lo que quiso decirle para terminar, pero eso no es algo que pueda hacer fácilmente.

La ojijade se sintió aliviada, al menor la persona por la cual sentía amor podía sentir algo de empatía por ella, hecho que sólo la llevó a llorar aún más.

-Amo- El moreno le contestó posando con suavidad su barbilla sobre la cabeza de la pelirosa.- Si los olvido... ¿sería usted mi consuelo?- Finalizó con seguridad, estaba dispuesta por él que la hacía sentir como en casa.

El petrificado ojinegro sólo atinó a abrazar con más fuerza a su acompañante.

-Sería cualquier cosa que te hiciera falta.- Pronunció en un inaudible susurro, asegurándose de que la menor no lo escuchara pero supiera que era una afirmación por la manera en que la sostenía y aprisionaba, como si necesitara de ella.

Una mano bajó por el brazo del azabache hasta encontrarse con la de él, que se mantenía empuñada, con curiosidad la ojijade se separó de él y le miró de manera interrogante, llevó sus finas manos a las pálidas del moreno sujetándolas y al mismo tiempo intentando abrir la que se encontraba cerrada, lentamente se apoderó de ella y miró lo que estaba dentro.

Los oscuros ojos del mayor se encontraron con el contraste jade que le observaban de la manera más sincera que alguna vez alguien le vio, como tan sólo ella podía hacerlo.

En esos momentos no necesitaban hablar y hasta el contacto físico estaba de más, la simple energía y conexión entre ambos destinos se entendían cuando por fin los anteriores rayos de sol se posaban sobre ellos, creándoles una capa de líneas brillantes con el rocío de la mañana, aquellos que nunca más le harían sentir soledad ni angustia a la pelirosa, si no que serían un recordatorio de la magia que le creaba la existencia del ojinegro, y lo agradecida que estaba por haberlo encontrado o más bien: él la había encontrado a ella.

Una vez más Sakura vio lo que estaba en la palma del azabache, una sonrisa que dejó ver una hermosa hilera de dientes blancos se posó en su rostro, ese simple gesto para el mayor significaba el mundo entero, verla feliz era todo lo que deseaba. Con cuidado tomó un pétalo de flor de cerezo refugiada en la mano del poseedor del sharingan.

Esa noche soñaron con el otro, no más pesadillas, no más soledad, simplemente estando entre las estrellas que brillando por ellos se encontraban. Lo mejor sería cuando despertaran junto a la otra persona que los completaba sabiendo que habría un atardecer para compartir.

Siempre fuiste mía- ItaSakuNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ