El comienzo de la perdición

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La lluvia recorre su cuerpo y yo pierdo los sentidos. 

Cuatro días, cuatro días exactos era el tiempo por el cual Itachi se ha estado ausentando, bien lo sabía la menor de ojos jade, el brillo en ellos permanecía con la esperanza de ver a la silueta que tan bien había memorizado, seguido de la caminata hacia el rincón en donde ella yacía, con su aire de superioridad y egoísmo, aquel que hipnotizaba la mente de la pelirosa.

Por otro lado agradecía el hecho de que no la viera en tal estado: más delgada y pálida, su tono no era el juvenil blanco radiante con el gracioso rubor en las mejillas, de vez en cuando, con intentos vanos trataba de arreglar su cabello con los dedos, el cual ya había crecido al menos 3 centímetros.

El no tener al azabache con sus repentinas y bruscas apariciones era peor que tenerlo y ver su mirada fría que podía acelerar el corazón de la menor hasta el punto de pensar que él podía escucharlo.

Las raciones de comida seguían llegando, no sabía quién las dejaba ni se había atrevido a mirar por los abarrotes que la separaban de su libertad. Itachi no volvió a encadenarla a la pared de piedra, él sabía lo que la ojijade haría y lo que no, y claramente, no intentaría escapar.

En su cabeza se habían recreado los recuerdos que tenía con sus compañeros, hasta los más recónditos salieron a la luz, el aburrimiento y la soledad le sacaban en cara lo tonta que fue por no disfrutar cada momento con sus amigos.

-

El azabache mantenía una distancia segura para que la ojijade no pudiera advertir su chakra desde la guarida, pensó un momento sobre si entrar o quedarse para volver a escuchar la voz de la menor. Una leve sonrisa se manifestó en el rostro lo ojinegro ante la brillante idea que se le acababa de ocurrir. Podía ser un grave error, pero su vida ya estaba llena de ellos, uno más no haría una gran diferencia.

La pelirosa sintió un escalofrío llegar, su rostro se iluminó y por inercia se puso de pie, sentía la presencia del Uchiha mayor cada vez más cerca hasta que pudo divisar su varonil perfil, su mirada estaba fija en él, sin darse cuenta de ello reaccionó ante una gélida mirada por parte del azabache hacia su persona, casi pudo sentir el desprecio. A pocos metros de la kunoichi el ojinegro le hizo una seña con las manos para que lo siguiera, esta dudó unos segundos hasta que la voz del mayor interrumpió su pensamientos.

-Ahora.-Era una orden, y si no era cumplida habría consecuencias.

La ojijade caminó rápido para poder igualarle el paso, recorrieron el pasillo hasta llegar a la ventana en el techo, con otra de las miradas que todo lo decían por parte del Uchiha, Sakura entendió el mensaje y saltó para poder afirmarse al piso de la superficie, sintió el viento recorrer su piel. Amada libertad.

El día estaba acabando, el cielo gris anunciaba que en cualquier momento comenzaría a llover, esos días solían ser los que Sakura odiaba, tan fúnebres y deprimentes, sin vida.

-No pensé que estarías con vida, para serte sincero.-La frialdad y calma con la que pronunciaba el hecho de que la creía muerta dieron una puntada en el estómago de la pelirosa.-

-El otro día... ¿Quién te hirió?- Las palabras salieron solas por la boca de la menor, escuchó al azabache suspirar.- Lo siento, olvida que pregunté eso.

-Inteligente elección.- Las palabras con altanería del ojinegro ya comenzaban a cabrear a la ojijade, en esos momentos ya no sentía miedo hacia él, quería de una vez por todas gritarle y golpearlo con todas sus fuerzas. Se sentía estúpida por haber extrañado su presencia.

-Creo que eres un idiota arrogante, que cree que lo puede tener todo con sólo pensarlo.-Esta vez, la persona con la mirada asesina era la kunoichi.-

Siempre fuiste mía- ItaSakuWhere stories live. Discover now