–Bueno, ¿podemos comenzar de una vez? –gruñó John cruzándose de brazos.

Yo asentí levemente, sentándome en el mismo lugar de antes y preparándome para una larga ronda de preguntas. Las cuales, no estaba seguro de querer contestar.

* * * * * * * * * 

REBECCA.

Apreté suavemente la cálida mano de Amalia y tuve que contener un gran suspiro de alivio. Después de meses pensando en todo lo horrible que podía sucederle, allí estaba ella. Viva, sana y salva... a pesar del enorme cargo de conciencia que ella parecía llevar sobre sus hombros. Me mordí el labio.

Parando en medio del pasillo en frente de la puerta de la enfermería, le obligué a imitarme. Cuando lo hizo, levanté su rostro y clavé mi mirada en sus grandes ojos rojos y llenos de lágrimas. Todavía no podía llegar a entender cuándo se había convertido en una persona tan importante para mí, pero así había sido. Y odiaba verla triste por algo que ella jamás buscó.

  –No llores, Amalia –le dije seriamente, apartándole las lágrimas con los pulgares–. Estoy segura de que Tobías despertará; no sé cómo, ni cuándo, pero lo hará. Así que no te acerques a él con lágrimas en los ojos, sino con una gran sonrisa y con la admiración que él se merece.

–Tú no lo entiendes –me respondió ella cerrando los ojos con fuerza–. Él se interpuso entre mi padre y yo. Él se sacrificó por mí... ¡Todo lo que le ha ocurrido es por mi culpa, Rebecca! 

  –Él hizo lo que hizo para salvarnos a todos, Amalia. Él te ayudó a ti, pero también a todos los demás. Si tu padre hubiese sido capaz de controlarte, una nueva guerra habría comenzado... ¡Y tú mejor que nadie conoces el horrendo poder de tu padre! Miles de personas habrían muerto.

Me mordí el labio al ver que había sido demasiado brusca con ella. Sin embargo, odiaba que se echara toda la culpa sobre sus hombros y no iba a permitir que volviese a hacerlo.

–Ahora, vamos a entrar y a ver cómo se encuentra Tobías, ¿está bien? –le dije más calmada, apartándole un mechón del rostro.

Ella asintió levemente y apretó mi mano antes de abrir la puerta de la enfermería. Lo primero que capté fue un fuerte olor a medicina; lo segundo, un dulce olor a frutas.

Caminando lentamente entre las camas vacías, nos acercamos a la última de ellas: la única que estaba ocupada, la de Tobías. El joven vampiro estaba acostado sobre ella, con el cabello castaño revuelto y sumido en profundo sueño. Su rostro parecía más relajado que nunca, y sus rasgos eran más suaves de lo que jamás lo habían sido. Me estremecí. El olor afrutado venía de él.

Sentándonos a cada lado de la cama, observé el rostro de Amalia mientras acariciaba la mejilla del vampiro. Sus ojos, a pesar de estar húmedos por las lágrimas, se negaban a dejarlas escapar. Sonreí por su enorme entereza.

  –Es tan fuerte –susurró ella entonces, negando con la cabeza–. No se rindió ni una vez, no se dejó vencer. Me dio las fuerzas para terminar a pesar del dolor.

–Él lo es –afirmé con una sonrisa. Sin embargo, no podía dejar de removerme inquieta por la extraña sensación que sentía en el vientre. ¿Qué era lo que me ocurría?–. Tobías... es el más fuerte de todos, ¿no crees?

Amalia sonrió y asintió. Apartándose las lágrimas, levantó la mirada hacia mí y me miró fijamente.

–¿Qué te pasa? –me preguntó con curiosidad al ver que no dejaba de moverme– ¿Te duele el vientre?

  –No, no es eso –dije mientras me relamía los labios, intentando encontrar de dónde venía aquella sensación–. Nunca me había sentido así, pero no es doloroso... No sé explicarlo.

Amalia frunció el ceño y se acercó a mí. Arrodillándose delante de mí, posó su mano al lado de las mías, justamente donde empezaba a notarse mi pequeño bebé. 

  –¿Crees que deberíamos avisar a Damon? –preguntó Amalia con algo de preocupación.

Negué con la cabeza. No era dolor, y estaba segura de que no era nada malo para mí o para mi bebé.

De pronto, una idea surcó mi mente. ¿Podía ser que...? Levantándome de la silla y sorprendiendo a Amalia, me acerqué a Tobías y agarré una de sus manos, posicionándola sobre mi vientre.

Jadeé con sorpresa al sentir una leve contracción; al mismo tiempo, Tobías se tensó inconscientemente.

  –Oh, Dios...–susurró Amalia, que se había movido para estar a mi lado. Cuando nuestras miradas se cruzaron, no pude evitar sonreír.

–Le dije a Damon que era una niña –dije con una pequeña carcajada, a la que Amalia se acabó uniendo.

Ahora más que nunca, estaba segura de que Tobías iba a despertar... No sabía cuándo, ni cómo, pero lo haría.

UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora