[3] La anciana.

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Incómoda. Observada. Marginada.

Así era como me sentía mientras caminaba por la enorme fiesta. Las caras desconocidas que aparecían ante mí me miraban con desagrado o desconfianza, y los únicos que no parecían tensarse ante mi presencia eran las dos personas más ocupadas de todo el lugar: Rebecca y Damon. Tanto él como ella se encargaban de presentar, agradecer y felicitar por la victoria a todos y cada uno de los presentes, como unos buenos futuros reyes debían hacer. Aún así, Rebecca no perdía oportunidad para buscarme con la mirada y entregarme una sonrisa de apoyo; gracias a eso, todavía estaba aquí y no en mi habitación, quitándome el vestido que llevaba.

De tela roja oscura con bordados negros, Rebecca me había dicho que resaltaba mi figura y el color de mi piel... Aunque por la imagen que había obtenido de mí misma en el espejo horas atrás, tampoco tenía mucho que lucir. Seguía débil, cansada, pero el miedo me invadía cada vez que me acostaba a dormir. No estaba preparada para undirme en las sombras de mi mente una vez más.

Tragué saliva y me paré en una esquina apartada de la fiesta, abrazándome a mí misma. La noche era joven y la gente todavía estaba llegando, por lo que suponía que iba a pasar demasiado tiempo aquí. Suspiré pesarosa... Hasta que una copa de color rojo oscuro apareció frente a mí.

-¿Te apetece una copa? -preguntó un lobo, uno de los Sucesores... El mayor de todos, aunque no conseguía recordar su nombre. Me sonrojé levemente y la acepté-. Mi nombre es Rick, y tú debes de ser la famosa Amalia Sellers.

Sonreí con amargura y bebí un sorbo de la copa que el alto Sucesor de ojos grises y cabello castaño me había dado. ¿Tan lejos habían llegado las habladurías y los temores infundados sobre mí?

-Sí, yo soy la vampiro que sembrará el caos de nuevo, siguiendo los pasos de mi querido padre, el cual casi me mata -dije irónica, sintiendo la acidez en mi estómago.

Sin embargo, él rió y negó con la cabeza.

-Ah, puede ser que seas conocida por eso pero... Yo me refería a que te has vuelto famosa entre las Manadas por conseguir cazar al indomable Jake Johnson, Sucesor y mujeriego a tiempo completo -su voz sonaba burlona mientras describía a Jake, y yo me sonrojé aliviada y algo incómoda. Yo no había cazado a Jake... Más bien, él quería cazarme a mí.

Contuve una sonrisa, pero antes de que pudiese contestar a aquel lobo que estaba haciendo que aquella noche mejorara por momentos, la felicidad se esfumó cuando le vi... Con una chica agarrada al brazo. Los celos me recorrieron mientras les observaba, y aunque sabía que hacía unas horas había negado que nos pertenecíamos, no pude pensar en que él era mío. Mío.

Y ninguna perra podía quitármelo.

La furia me inundó al verlos sonreír a Rebecca y Damon. Él, vestido con ropa negra pero elegante, iba más atractivo que nunca... ¡Y con una chica que no reconocía a su lado!
La chica era preciosa, de piel dorada como sus lobunos ojos, de sonrisa fácil y cuerpo pequeño pero esbelto. El traje azulado resaltaba el color oscuro de su pelo. Maldije interiormente. Me dolía el corazón.

Apretando los dientes, no dije nada mientras Rick comentaba y desvelaba el enigma de la identidad de la chica. Me quedé momentáneamente confusa.

-Ah, Jake y Diana... Han llegado tarde, como siempre -bufó él, molesto. Tragué saliva y sentí un golpe emocional en el centro del pecho.

Era normal que no la hubiese reconocido, sabiendo que en estos meses había cambiado demasiado rápido... Y para mejor. Más mujer, la Sucesora seguía teniendo un brillo salvaje inconfundible en la mirada y un cuerpo casi tan perfecto como el de Rebecca.

Abrazándome a mí misma, sentí vergüenza del mío. Estaba demasiado delgada, demasiado pálida... Parpadeé para evitar las lágrimas. Me había puesto este vestido pensando que iría bonita, pero acariciando los huesos demadiado pronunciados de mis muñecas, maldije en voz baja.

-Voy... A tomar el aire -avisé a Rick mientras dejaba la copa sobre la mesa más cercana. Él pareció no oírme, tan concentrado como estaba, pero no me molesté en repetirlo. Simplemente salí.

Cuando estuve lo bastante lejos de la gente, permití que las lágrimas saliesen. Saladas, acariciaban mi rostro y por primera vez no intenté apartarlas. Estaba furiosa y herida, recordando las palabras vacías que Jake me había dicho en mi habitación horas atrás. ¿Cómo se había atrevido a decir que nos pertenecíamos, y luego aparecer con el brazo de otra mujer en el suyo? ¡Mentiroso de mierda!

Me mordí el labio con fuerza cuando el dolor de cabeza me atravesó como finas y heladas agujas. Gimiendo de dolor, me llevé las manos a la cabeza y cerré los ojos a la vez que me dejaba caer de rodillas en el frío césped, con el vestido expandiéndose a mi alrededor.

¡No por favor... Ahora no!

Imágenes inconexas, tortuosas y horropilantes se formaron en mi mente. Acostumbrada ya, me negué a gritar por el horror que se creaba en mi mente: asesinatos, muertes, torturas... Y todos iban dirigidos hacia lobos que no conocía de nada, y que hacían que mi estómago se revolviese a cada grito de dolor. Yo les mataba, en mi mente yo era la causante de esas muertes.

Pesadillas. Estas eran mis pesadillas... Y no podía contarselas a nadie, pues pensarían que había enloquecido y que realmente sí era una psicópata como mi padre.

Me abracé a mí misma minutos después, con el cuerpo temblando por el cansancio mental y físico. Apartando las lágrimas de mis ojos, los abrí y a duras penas contuve un grito de sorpresa y estupefacción.

Una anciana estaba de pie ante mí, con su cuerpo levemente encorvado mientras se apoyaba en un bastón negro. El rostro arrugado de la anciana tenía una expresión amable y gentil, como si estuviese viendo a una niña perdida. El cabello plateado caía hasta su espalda, y sus ojos completamente blancos se asemejaban a un par de perlas. Tragué saliva mientras entendía que era ciega, pero... ¿quién era? Inspirando una bocanada de aire, diferencié el olor de las rosas del jardín del suyo propio. Con una leve nota que me recordaba demasiado a Jake, supe que era humana. Una anciana humana en una fiesta de vampiros y lobos que llevaba colgando en sus hombros una bolsa de cuero marrón.

-¿Ya ha terminado? -Preguntó con voz amigable, como si supiese lo que había ocurrido en mi mente. El terror me inundó.

Levantándome con rapidez, me estremecí cuando sus profundos ojos blancos siguieron mis movimientos como si pudiera verme. Buscando a alguien que pudiese oír aquella extraña conversación, supe que estábamos solas.

-No sé de qué me está hablando -dije mientras me cruzaba de brazos, con la voz tensa y ronca por los gritos que había estado conteniendo.

Ella sonrió y extendió su mano, que tenía un pañuelo con algo envuelto en ella.

-Cógelo, vamos -me urgió ella. Yo fruncí el ceño y empecé a negar con la cabeza-. Ayudará a adormecer tus pesadillas hasta que estés lista.

Mi corazón se apretó y balbuceé. No sabía si podía confiar en ella, pero antes de que pudiese contenerme las palabras habían salido de mi boca.

-¿Lista para qué? -susurré aterrada, cogiendo lo que ella me entregaba. Acababa de aceptar algo que no conocía de una mujer que tampoco conocía. Estaba empezando a enloquecer.

-Lista para poder combatirlas -una sonrisa cansada se extendió por sus labios-. Cada noche, hierve agua y usa únicamente una de las pequeñas hojas. Cuando esté listo, échale dos gotas de tu sangre... Y bébelo con rapidez.

Yo me quedé muda y apreté el pequeño pañuelo contra mí mientras la veía alejarse sola. Tuve miedo de que se cayese, pero demostrando lo extraña que era, consiguió entrar en el palacio sin ningún tipo de ayuda, salvo la de su bastón.

Mirando el pañuelo que tenía en mis manos y que envolvía la clave para alejar mis pesadillas, sonreí. Si funcionaba, estaría en deuda con aquella mujer de por vida.

UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora