[25] Juntos.

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¡Holahola, Feliz Navidad! ¿Qué tal estáis? ¿Bien? ¡Me alegro! Buajaja. No he actualizado antes porque estaba ocupada comiendo mazapanes(no me gustan, pero es lo típico) y turrones(esto sí me gusta, de chocolate. Grr.)

 ¡Viva la Navidad y las vacaciones!

Bueno, aquí os dejo el capítulo veinticinco (¿Veinticinco ya?) y os hago una preguntita... ¿Qué os ha traído nuestro gordito favorito? :D ¡Jou jou jou! 

Paula<3.

JAKE.

Me puse la camiseta lentamente mientras contenía varias muecas de dolor.

—Las heridas están cicatrizando bien —me comentó el viejo sanador con el ceño fruncido mientras tiraba los paños que había usado para limpiar mis heridas—. Pero habrían estado mejor si no te hubieses forzado tanto para llegar hasta aquí... ¿En qué demonios estaba pensando Alessandra cuando te dejó marchar?

Yo intenté contener un gruñido, pero no pude. Preocupado por Amalia, lo único que quería era salir de aquella pequeña casa para volver a su lado.

—Mi abuela sabía que iba a marcharme cuanto antes, así que lo único que pudo hacer fue acelerar la cicatrización lo máximo posible para que no me desangrara por el camino —mascullé con el ceño fruncido mientras me levantaba, al igual que él.

El anciano puso los ojos en blanco y negó con la cabeza mientras empezaba a murmurar cosas sobre lobos jóvenes y estúpidos a la vez que yo salía de aquella pequeña casa con rapidez.

El camino de vuelta a la casa de Marie era corto, y no tardé mucho tiempo en estar de nuevo frente a la humilde casa de madera que pertenecía a la Alfa. Inspirando una gran bocanada del helado aire que recorría aquel bosque, había estado a punto de llamar cuando la puerta de la entrada se abrió con rapidez.

Me sorprendí cuando vi a Diana delante de mí, vestida con demasiadas capas de ropa... como si tuviese pensado marcharse a algún lado.

—¿Ya has vuelto? —preguntó ella, algo incómoda por el silencio que se extendió.

—¿A dónde vas? —le pregunté a su vez, frunciendo el ceño. Ella no respondió, agachando la cabeza mientras sus mejillas se coloreaban. No dije nada mientras me cruzaba de brazos, entendiendo de pronto lo que quería hacer—. No puedes salir al bosque sola, no aquí. Sabes que es peligroso y...

Sus labios se apretaron en una mueca molesta, y apartó la mirada.

—Ha pasado una semana desde que se fue —susurró ella interrumpiéndome con una voz temblorosa que no era propia de ella— ¿Y si no vuelve?

Yo me quedé en silencio mientras comprendía su dolor. Amalia llevaba varios días inconsciente, y saber que su salud pendía de un hilo me estaba matando. Sin embargo, ella estaba conmigo. La veía, la cuidaba... ¿Pero qué podía hacer Diana?

Sin saber qué responder, le abracé con fuerza y dejé que ella se apoyara en mí. Notando como sus hombros temblaban mientras intentaba contener las lágrimas, quise maldecir a Rick por comportarse así. Sin embargo no podía decir nada porque no sabía qué razones tenía.

—Vamos a dentro, Diana —le pedí suavemente, limpiándole las lágrimas que al final habían escapado de sus párpados. Sus grandes ojos dorados me miraron con un dolor que reconocí mientras ella asentía.

Entramos a la pequeña casa y nos dirigimos al salón donde se encontraba Tobías acostado en el sofá, durmiendo. La enorme herida que había tenido se había cicatrizado a una velocidad sorprendente, y ahora solo quedaba una pequeña marca rosa que se deslizaba por su frente.

UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora