[27] Lo que quiero.

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AMALIA.
Sentí mi corazón latiendo con rapidez al escuchar sus palabras. Con una sonrisa incontenible en los labios, me puse de puntillas para besarle suavemente. A pesar del cansancio y el dolor que sentía, todo parecía haber disminuido desde que él apareció ante mí. Agradeciendo mentalmente su presencia, le abracé más fuerte mientras él me imitaba.

Entre sus brazos, rodeada por su aroma y protegida con su calor, me sentí en casa. Por primera vez en mi vida me sentía feliz. Sin embargo, sabía que algo iba mal en mí. Mi cuerpo cada vez pesaba más, el cansancio cada vez iba más allá...; iba a morir. Dentro de poco, moriría.

Ni siquiera supe por qué lo sabía, solo fue así. No obstante, el frío conocimiento de que todo iba a acabar no habría sido tan doloroso sino hubiera sido por el lobo que tenía delante de mí, y que parecía estar abrazándome con más fuerza a cada segundo que pasaba. Mi Compañero. Jake.

Las lágrimas quemaron en mis ojos mientras intentaba encontrar la manera de decírselo. Cuando alcé mi cabeza y clavé mi mirada en la suya, mi estómago se apretó. ¿Cómo se lo decía? ¿Cómo le iba a contar que casi no me quedaban fuerzas para seguir aquí?

  –No lo digas –dijo entonces él, con la voz más ronca de lo que jamás había oído en él. El dolor creció en mi pecho como una llama ardiente, y no pude entender cómo lo sabía–. Una parte de la Unión está completa por fin, Amalia. Así que no lo digas. Joder ni siquiera lo pienses. No voy a dejar que te pase nada malo.

Me maldije mil veces por no recordarlo. Cerré los ojos con fuerza mientras temblaba levemente; nuestra unión mental estaba completa, pero no iba a permitir ninguna más. No ahora, cuando mi final estaba tan claro. ¿Cómo iba a arrastrarle a él conmigo a la muerte?

Jake gruñó como si le hubiesen atravesado. Hundió la mano en el pelo de mi nuca y tiró, obligándome a mirarle mientras él fruncía el ceño. Sus ojos negros y dorados, tan extraños y brillantes, estaban húmedos por el dolor que tanto él como yo sentíamos.

–No pienso permitir que volvamos a lo mismo, Amalia...–me advirtió con la voz congestionada por la pena.

–Y yo no pienso permitir que mueras –le espeté entre lágrimas, obligándole a soltarme para poder poner alguna distancia entre nosotros. Dolía. Dolía mucho–. Deseo con todo mi corazón nuestra Unión, Jake. Pero deseo aún más que vivas... aunque sea sin mí.

Mentí. Y fue la mentira más piadosa y dolorosa que jamás dije. Sin embargo, sabía que Jake no se iba a quedar conforme con esto; era demasiado terco, demasiado... él. Me abracé con fuerza a mí misma, sentándome en el borde de la cama con los ojos cerrados para no perder el equilibrio. Estaba cansada, mi cuerpo temblaba como una hoja, pero no podíamos dejar esta conversación a medias.

–Creo que no lo entiendes, Amalia –me decía él con voz seria, arrodillándose ante mí y cogiendo mi rostro entre sus manos. Me sorprendió la velocidad con la que se movió, y lo grande que era. Incluso en esa posición, él era más alto que yo–. Eres mi Compañera de Vida, la única. Si tú mueres, no habrá otra. Ni siquiera para ser Alfa. No lo quiero, ni lo permitiré.

  –¿Pero es que no lo entiendes? –susurré con emoción y dolor. Amaba y odiaba sus palabras–. Si nos unimos, cuando muera...

–No vas a morir –me interrumpió duramente, con el lobo brillando en su mirada. Mi garganta se apretó al ver en sus ojos que realmente creía que eso no ocurriría. Lo amé todavía más.

–Mírame, Jake... Mírame –le pedí con voz débil mientras yo misma observaba mis huesudas manos. Había adelgazado mucho, demasiado... Casi ni me reconocía–. Mi padre está quitándomelo todo, incluida la vida. Sabes que no tardaré mucho en morir, y cuando pase...

–Lo pararemos antes de que eso ocurra –insistió él tercamente. Tenía los puños apretados a cada lado de mis caderas y la cabeza gacha, negándose a perder–. Encontraremos la manera de salvarte... O moriré contigo.

Me mordí el labio para no sollozar. Él no podía hablar en serio en esto, no cuando hablábamos de su vida.

  –Jake por favor –le supliqué cogiéndole el rostro con las manos. Nuestros ojos colisionaron, nuestro dolor se mezcló. Él no quería dejarme y yo no podía dejar que me lo impidiera... aunque fuera realmente lo que deseaba–. No quiero que mueras por mi culpa, eres demasiado importante para mí. ¿Es que no lo entiendes?

–Amalia –dijo entonces él, con sus ojos negros refulgiendo mil sentimientos–, yo no podré seguir vivo si mueres, aunque no nos unamos. Eres lo único que quiero, ¿me lo vas a negar?

Me quedé en silencio mientras sus profundos ojos me atravesaban, con las lágrimas cayendo de manera silenciosa por mis mejillas hasta nuestras manos unidas. Ni siquiera recordaba haberle aferrado con tanta fuerza, pero ahora que las veía, sabía que no quería soltarlas nunca. 

  –No puedes hacer esto, Jake –balbuceé mientras me limpiaba las lágrimas–. Estoy intentando hacer lo mejor para ti, maldito seas...

Él sonrió ladeadamente, sin humor, con los ojos brevemente cerrados.

–Todavía no te das cuenta de que lo mejor para mí eres tú–me cogió de nuevo el rostro y lo acercó al suyo, susurrando entre dientes aquellas palabras que crearon nuevas lágrimas en mis ojos–: Preferiría vivir una maldita hora unido a ti, al resto de la eternidad solo. ¿Comprendes lo que te quiero decir, vampiro obstinada?  

Entonces él me besó, suavemente, sin prisa y disfrutando del contacto. Me sentía borracha de él, enamorada perdidamente y con el dolor de saber que si ocurría lo que ambos queríamos, el sufrimiento se volvería todavía mayor cuando me... fuese. Pegué mi frente a la suya con los ojos cerrados, debatiéndome qué era lo que debía hacer.

–No pienses en nada más –me pidió entonces Jake, limpiándome las lágrimas con los pulgares–. Creas muchos problemas cuando lo haces, vampiro –Fruncí el ceño levemente ante su vago intento de hacer una broma. Segundos después, sus ojos negros me miraron serios y profundos; me deshice–. Quiero que se complete nuestra Unión, Amalia. No me importa nada más... Ahora, ¿qué quieres tú?

Me mordí el labio inferior con fuerza. Sabía lo que estaba haciendo, sabía lo que significaba mi respuesta ahora. Si le decía lo que mi mente quería, se marcharía. Si le decía lo que mi corazón y mi alma me gritaban, nos uniríamos por fin.

  Cerrando los ojos, me maldije mentalmente por lo que iba a decir. Sin embargo, por primera vez quería pensar en mí. En lo que quería, en lo que llevaba deseando desde que me sacó del despacho de mi padre en brazos, largos meses atrás.

Le diría que le quería. A él.

–Quiero nuestra Unión, Jake –dije con voz temblorosa mientras sentía como una pequeña gota de sangre caía desde mi nariz–. Perdóname, pero eso es lo único que quiero. 





UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora