[17] Gratitud.

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JAKE.

Apreté con fuerza el cuello de mi padre mientras sus oscuros ojos refulgían furiosos. Clavando mi mirada en lo suyos, gruñí con fuerza mientras sentía la ira recorriéndome como fuego ardiente. ¿Cómo podía atreverse a decir algo así de mi Compañera? ¡Nadie iba a tocarle un puto pelo a Amalia! Gruñí de nuevo mientras sentía como mi lobo se tensaba. No podía pensar con claridad en nada más; lo único que tenía en mente eran sus frías palabras. Él quería hacerle daño a Amalia, y yo no iba a permitírselo. Jamás.

Tensé el brazo cuando vi como sus manos se convertían en garras y las clavaba en mi piel; antes de que pudiese agravar la herida le empujé contra la mesa que crujió con fuerza, a punto de romperse. Él gruñó de dolor y entrecerró los ojos con la incredulidad en su mirada. Mi corazón latía acelerado por la ira y por la tristeza de saber que mi propio padre había dicho justamente esas palabras.

-¡Para, Jake! ¡Para, lo vas a matar!

Mi respiración se entrecortó cuando sentí sus manos agarrándome del brazo libre y tirando con fuerza para que le soltase. Apreté la mandíbula mientras mi lobo aullaba furioso, exigiéndome que no me atreviese a soltar a aquel que amenazaba a su mitad... Sin embargo, me tensé mientras soltaba el agarre lentamente, luchando contra mi propio instinto, empujándole por última vez contra la mesa para obligarle a permanecer ahí. Un suspiro general se extendió por la sala cuando di varios pasos hacia atrás, alejándome.

Me giré lentamente y miré con la cabeza gacha a Amalia, que tenía los ojos plagados de lágrimas por el miedo y el alivio. Al instante, la acogí en un abrazo mientras oía como mi padre se incorporaba sobre la mesa rota con un gruñido grave.

El silencio era tan tenso que casi podía cortarse. Mientras intentaba controlar las ansias de protegerla le pasé las manos por el pelo y agradecí profundamente que apretara el abrazo. Realmente lo necesitaba.

-Debería matarte por esto, Jake -me dijo mi padre, furioso-. Sabes que las únicas soluciones que hay para este problema son esas. ¡No puedes dejar que tu instinto te ciegue, ella es peligrosa!

Sin poder evitarlo, le miré sobre mi hombro con el ceño fruncido y el cuerpo en tensión. Si no hubiese sido porque Amalia me susurró que no lo hiciera, me habría lanzado hacia él de nuevo. El solo hecho de mirarle me daban ganas de matarle. ¿Después de haber sobrevivido a la muerte de mi madre, de su Compañera, era capaz de decirme que debía dejar morir a la mía?

-Ella no es peligrosa, ni es un puto problema -le espeté furioso mientras clavaba mi mirada en él. Varios jadeos sorprendidos se extendieron por la sala, aunque no entendí realmente por qué. Marie se llevó la mano a la boca con los ojos muy abiertos-. El único problema que hay es que eres un cobarde que pretende matar a mi Compañera porque le tienes miedo.

El rostro sorprendido de mi padre se mezcló con la furia. El lobo brilló en su mirada, y casi pude observar como se contenía para no convertirse.

-Cuidado Jake, estoy conteniéndome para no expulsarte de la Manada -me advirtió seriamente, con el ceño fruncido. Sentí una nueva ola de ira recorriéndome. ¿Expulsarme? ¿En serio se atrevería a expulsarme por proteger lo que era mío?

-¡Hazlo, échame...! Dale mi puesto a tu hijastra, ya no lo quiero -le espeté furioso. Amalia jadeó con incredulidad y negó con la cabeza, apretando la tela de mi camiseta.

-¡No! -gritó ella con lágrimas en los ojos- ¡Eso no es cierto!

Inspiré lentamente su olor mientras le miraba fijamente. Sus sentimientos llegaron a mí por nuestro vínculo, y sonreí levemente al notar la enorme preocupación que sentía por mí. Tenía miedo de que perdiese lo que tenía por ella, pero... ¿No notaba que me daba igual todo lo demás cuando se trataba de ella?

-¡Basta ya!-gritó Marie de pronto, dándole un golpe a la mesa de madera y haciéndole una enorme grieta. Sus ojos grisáceos brillaban de una manera animal, furiosa- ¡Aquí nadie va expulsar a nadie, Andrew! ¡Es tu hijo, por Dios!

Mi padre cerró los ojos con fuerza e inspiró varias veces, tranquilizándose. Cuando volvió a abrirlos, la serenidad que le caracterizaba brillaba en ellos. Se pasó las manos por el cuello varias veces, negando con la cabeza con una mueca de dolor.

-Me desentiendo totalmente de esta reunión. Haced lo que queráis, pero... Cuando todo esto se descontrole, lamentaréis no haberme escuchado -Un gruñido bajo empezó a nacer desde el fondo de mi pecho, cuando me miró con una mirada severa y añadió antes de salir-: Sobre todo tú, Jake. Si completas el vínculo y finalmente tenéis que matarla...

-Moriré con ella si eso ocurre -le interrumpí seriamente.

Él suspiró tras mis palabras y sin decir nada más, salió de la sala de reunión.

La tensión pareció aligerarse levemente cuando se escuchó el sonido de la puerta cerrándose con firmeza. Todavía notaba como mi corazón latía acelerado mientras escuchaba varios suspiros de alivio e incredulidad; las palabras que había dicho habían sido de manera inconsciente... pero ciertas. Jamás podría ser de otra forma. Y saberlo, me sorprendió enormemente.

-Bueno, joder -dijo de pronto Marie, cruzándose de brazos mientras fruncía el ceño-. Os habéis cargado la maldita mesa.

Me contuve para no recordarle que la enorme rotura que había en su parte, la había creado ella.

-No la mataréis, ni tampoco la encerraréis -avisé seriamente, pasándole un brazo por encima del hombro y pegándola a mí-. Esas no son ninguna opción.

El Rey Lucan suspiró y negó con la cabeza.

-Los lobos sois problemáticos -dijo con una mueca mientras repasaba la mesa con ojo crítico; segundos después su mirada estaba clavada en mí-. Estoy de acuerdo contigo, Jake. Amalia hizo mucho por nosotros, si no hubiese sido por ella mi hijo probablemente estaría muerto... y la guerra perdida. No la dejaremos morir, pero... tampoco puede quedarse aquí. La cuidad entera está al tanto, el miedo recorre las calles. Tiene que irse, por su propia seguridad.

Apreté la mandíbula cuando noté como se estremecía. Su propia raza estaba dándole la maldita espalda...

-Pero... ¿a dónde puede ir? ¡No la podemos dejar sola por ahí! -gritó Rebecca, con la preocupación en su voz- ¡Tiene que tener una vigilancia, si Enric vuelve a poseerla...!

Rebecca no terminó la frase, pero estaba claro que si eso ocurría todo se complicaría muchísimo más. Los Alfas se quedaron en silencio, mirándose entre ellos, comunicándose sin necesidad de palabras. Yo miré a Damon, que parecía concentrado en buscar una maldita solución para esta enorme crisis.

-Maldita sea, la única solución que encuentro es que alguna de las manadas la acoja -dijo el padre de Diana, cruzándose de brazos-. Sin embargo...

Apreté la mandíbula mientras sentía la soledad de Amalia como la mía propia. ¿Quién iba a...?

-Yo lo haré -dijo de pronto Marie, con los ojos cerrados y una clara expresión de concentración en el rostro-. Mi Manada es la más alejada de las otras, la más... salvaje. Si algo ocurre con Amalia, estaremos lo suficientemente lejos de las otras como para daros algo de tiempo para reaccionar-me quedé completamente mudo mientras ella sonreía, levantándose y caminando hacia nosotros-. Además... me gustaría ver desde cerca lo que eres capaz de hacer, chica. ¿Vas a dejarte vencer por ese hijo de puta?

La respiración de Amalia se entrecortó; su pulso acelerado me hacía saber que estaba nerviosa, indecisa, preguntándose a sí misma la respuesta de aquella pregunta. De pronto, alzó su mirada hacia mí y... sentí el orgullo recorriéndome con fuerza cuando los rojizos ojos de mi Compañera se endurecían a la vez que decía, como una promesa hacia mí:

-No. Lo voy a conseguir.

UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora