Tomo mi celular y como puedo, marco el teléfono de Dylan

Un pitido, dos, tres...

No contesta.

Intento de nuevo.

Un pitido, dos...

—¡Contesta, por Dios! —grito para mí misma, uno de los perros está saltando demasiado alto y temo que logre llegar a morderme.

Pero finalmente lo escucho.

—¿Hola?

—¡Dylan!

—¿Kat? ¿Qué tienes?

—¡Dylan, estoy en un callejón y hay tres perros intentando atacarme! —contesto, el tono de desesperación en mi voz probablemente le va a helar los huesos.

—¿Qué? ¿Dónde estás? ¿Estás bien?

—¡Sí, por ahora! ¡Estoy subida en un contenedor de metal pero cada vez saltan más alto! ¡Dylan, tengo miedo!

—¿Dónde estás, Katherine?

Miro a mi alrededor en busca de un punto de diferencia, a la par que intento estabilizar mi respiración. Veo a lo lejos una cafetería y entonces recuerdo que estoy cerca de la casa de Dylan.

—¡Estoy a unas dos cuadras de tu casa! ¡Frente a esa cafetería a la que casi nadie va! —contesto, jadeando por la falta de oxígeno y la hiperventilación.

Uno de los perros salta más alto y casi logra alcanzarme, pero me pego aún más a la pared. Los ladridos me aturden, lo único que quiero es salir de aquí.

—No te muevas de ahí arriba, voy para allá.

La voz de Dylan aún por el teléfono se escuchaba agitada, lo cual me hace saber que se ha puesto casi tan nervioso como yo. Cuelga la llamada y meto mi celular en mi bolsillo, intentando desplazarme a uno de los lados a ver si logro alejarme más de esos perros, pero no funciona.

Cierro los ojos con fuerza y me sostengo de los ladrillos de la pared a mis espaldas. Mi respiración quema en mi pecho, hasta que finalmente veo a Dylan al principio del callejón, mientras llega corriendo.

—¡Kat!

Volteo y lo observo, él mira a los perros e intenta acercarse.

—¡No te acerques, Dylan! —grito desde la distancia, pero él ignora mi petición.

¡Hey! —él grita, uno de los perros comienza a gruñirle a medida de que se acerca.

Siento miedo de que logren hacerle algo.

Entonces el perro corre tras él y entro aún más en pánico. Dylan se aleja nuevamente del callejón seguido por el perro, y siento las lágrimas al borde de mis ojos. Escucho un ruido y temo lo peor, pero luego escucho pasos sobre mí y volteo.

—¡Kat, dame la mano!

Veo a Dylan en el techo de una casa que comparte el muro con el callejón, justo arriba del contenedor. Dylan extiende la mano y la tomo antes de que haga fuerza y me suba en el tejado junto a él.

—¿Estás bien? —él pregunta, acunando mi cara en su mano, mientras ambos respiramos agitados.

Yo asiento.

—Hay que alejarnos de aquí —él dice después, tomando mi mano y colocándome frente a él para caminar mientras me sostiene por la cintura.

Él guía cada uno de mis pasos, pero el techo está inclinado y se nos hace difícil caminar sin resbalar. Dylan finalmente me ayuda a pasar a otro tipo de techo, completamente recto y parecido a una azotea, pero en cuanto yo piso tierra, él se tambalea y se cae del tejado.

—¡Dylan! —grito, mirándolo desde arriba.

Él se levanta después de unos segundos, se frota la cabeza y mira a su alrededor hasta encontrar una forma de bajarme del techo. Conseguimos otro contenedor, Dylan se sube en él yo camino hasta poderlo ver desde arriba.

—Salta, yo te atrapo —él dice, extendiendo los brazos.

Frunzo el ceño y niego con la cabeza.

—¡¿Estás loco?!

—¡Kat, salta! —insiste.

Entonces sé que no tengo opción, asi que lo hago. Afortunadamente la altura no es demasiada y él puede atraparme sin problemas.

Dylan baja del contenedor y me toma por la cintura antes de bajarme.

Ambos nos agachamos, apoyándonos sobre nuestras rodillas intentando respirar normalmente. Dylan se endereza y me rodea con sus brazos en un fuerte abrazo.

—¿Estás bien? ¿Te lastimaste? —susurra, yo rodeo su cuerpo con mis brazos de vuelta.

—No —susurro.

Él se separa de mí, pero entonces lo veo pálido y me preocupo. Él cierra los ojos con fuerza.

—¿Qué tienes? —pregunto con preocupación, colocando mi mano sobre su hombro.

Él da un paso atrás, se coloca la mano detrás de la cabeza y entonces me congelo.

Está sangrando.

Lo observo con pánico, pero poco después él se desploma en el suelo.

—¡Dylan! —grito, tirándome de rodillas en el suelo y levantándole la cabeza para colocarla sobre mis piernas —¡Dylan, reacciona! —grito de nuevo, tocándole repetidas veces el rostro buscando hacerlo reaccionar.

Pero no reacciona.

—¡Dylan! —grito ahora con la voz desgarrada.

Comienzo a llorar, pero saco mi teléfono y llamo de inmediato a emergencias.

Le coloco los dedos en el cuello, hay pulso, está respirando, pero por alguna razón esta inconsciente.

La ambulancia llega poco después. Los paramédicos lo levantan del suelo y lo suben en ella, quiero subir con él, pero insisten en que él va a estar bien cuidado y deben revisarme primero.

¿Qué mal hice en esta vida para que me esté pasando esto?

Remains Of Your Love |Dylan O'Brien| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora