25: Te ves un poco sonrojada.

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El otoño pasó rápidamente y para la primera nevada en diciembre, mi corazón había comenzado a sanar, aunque yo sabía que nunca olvidaría a Justin. O Jazzy para el caso. Todavía los extrañaba a ambos terriblemente, pero mi orgullo no me dejaba contactarlo. Él había hecho su elección. 

En algunos aspectos, era el mismo patrón de como yo crecí. Mi padre eligió trabajar todo el tiempo y mi madre deshacerse de mí. Sólo pensar en el trabajo de Justin, la traición se volvía más profunda. 

Durante las últimas semanas, de alguna manera caí en la rutina de activas citas con Peter. Tal vez fue porque era fácil estar alrededor y aliviaba la sensación de estar sola, o tal vez porque hacía a mi madre era tan ridículamente feliz, pero cualquiera que sea la razón, yo ahora salía con él varias veces a la semana. 

Me había llevado a paseos a caballo y fuera para almuerzos informales y elegantes cenas. Incluso fue a una cena de domingo en el club ante la insistencia de mi madre. Pasé las vacaciones de navidad en Aspen con mis padres, esquiando, comiendo mucho y visitando el spa. Fueron unas buenas vacaciones, pero por supuesto, incluso ahí —al otro lado del país— no pude mantener mis pensamientos de Justin y Jazzy. Especialmente después de que él me enviara un pastelito con una nota que decía que me extrañaba sólo unos días antes de irme. 

Pasé los primeros días en Aspen pegada a mi celular, segura de que él iba a llamar. Pero la llamada nunca llegó. Quizá las fiestas o la primera nevada del año lo habían puesto sentimental, eso era todo. Sin embargo, me encontré acostada en la cama despierta por la noche, preguntándome si debería haberle enviado a Jazzy un regalo de navidad, o si Justin les cocinó la cena de Navidad. Por alguna razón, me deprimió pensar en ellos dos sentados en la pequeña mesa de su cocina con un plato de huevos revueltos y alas de pollo. Me pregunté si les gusta la langosta, que fue lo que mis padres y yo tuvimos. No importa. Necesitaba sacarlos de mi cabeza. Cuando regresase de Aspen, me tiraría de nuevo a mi regular rutina, incluyendo ver a Peter otra vez. 


Mi primer sábado de vuelta de Aspen, Peter había arreglado para nosotros, ver una función de El cascanueces y estaría esperando en cualquier momento para recogerme. Me vestí con un vestido de suéter de color rojo vino, medias de color gris y mis botas marrones de caña alta, dejando mi cabello suelto sobre mis hombros. Observé desde la ventana delantera al coche de Peter. Por lo general corría a su encuentro en la acera, ya que prefería no tenerlo solo en mi apartamento. Aunque me gustaba pasar tiempo con él, no estaba lista para dormir con él, con él ni con nadie. Pero hasta ahora, Peter había sido muy paciente, conformándose con ligeros besos de buenas noches en su coche cuando me dejaba. 

Me deslicé en su Lexus, y se inclinó sobre la consola y le dio a mi mejilla un rápido beso. 

—Te ves bien. ¿Cómo estuvo Aspen? 

—Fue agradable. Mucho tiempo en las pistas con mi papá y mucho tiempo en el spa con mi mamá. —Lo dejé en eso. Se sentía un poco extraño hablarle a Peter sobre mis padres, ya que trabajaba para mi padre, pero no presionó por detalles. 

Vestía con un jersey de punto grueso, y yo no podía dejar de reírme. No era el tipo de cosa que un hombre escogía y tenía que ser un regalo de Navidad de su mamá. Me acomodé en mi asiento y traté de relajarme, a disfrutar el día por lo que era. Aun no me acostumbraba al olor de su coche nuevo. Abrumaba mis sentidos, como si estuviera bombeando a través de las rejillas de ventilación. Nos dirigimos en silencio hacia el teatro y me encontré bostezando. Las noches sin dormir de las últimas semanas me habían alcanzado. 

 —¿Te importa si paramos por café antes del show? —Miró el reloj en su tablero. 

—Si lo hacemos rápido, estará bien. —Unos minutos más tarde, apunté a la señal verde de la cadena de café llegando en la siguiente salida. Peter salió de la carretera y entró al estacionamiento, haciendo fila detrás de los clientes que llegaron primero. Conté los coches delante de nosotros. Siete. —Mierda.— Peter deslizó la palanca de cambios en el estacionamiento y dejó salir un suspiro. Me quité mi cinturón de seguridad. 

—Voy a correr dentro. Será rápido. 

—Alexa, ya estamos en línea. —Miró en el espejo retrovisor. — Y ahora estoy bloqueado. 

—No te preocupes, será como una carrera. Tú espera aquí y yo voy dentro.

—Una carrera, ¿eh? —Sonrió. Asentí y salté fuera del coche. —Sí. Y voy a ganar. Vuelvo enseguida. 

Una vez dentro, noté que había sólo dos personas delante de mí en el mostrador. Un pedazo de pastel. Contemplé mi pedido, recordando que a Peter le gusta el chocolate caliente con crema batida, cuando el sonido rico, una risa masculina, encontró mis oídos desde el otro lado de la habitación. Hubo algo sorprendentemente familiar sobre ello y el pánico creció en mi estómago. De mala gana giré y vi a Justin sentado en una pequeña mesa redonda frente a una mujer. Deseé poder esconderme, que el suelo se abriera y me trague toda, pero por supuesto eso no pasó. Él no me había notado. 

Había aún una oportunidad de que pudiera escapar sin ser vista, pero no pude resistir una mirada más. Justin era exactamente como lo recordaba, todo músculo duro y rasgos masculinos, una sombra de barba en crecimiento desempolvando su mandíbula. Se inclinó hacia delante, apoyando sus codos en la mesa, escuchando con atención a la mujer. Podía ver sólo su perfil, pero parecía familiar y mi mente intenté ubicarla. ¿Era una de las niñeras que usaba? Algo sobre el cabello castaño colgando por su espalda tenía mi mente trabajando horas extras. No importaba. Tenía que salir de aquí. 

Di un paso atrás y golpeé directo a una torre de tazas de renos, haciendo vibrar la pantalla. Justin escogió ese preciso momento para levantar la mirada. Sus ojos se posaron en los míos y una línea arrugó su frente. 

—¿Taylor? —Se puso de pie dirigiéndose hacia mí antes de que pudiera contemplar escapar—. ¿Qué estás haciendo aquí? 

—Justin —murmuré incoherentemente, encontrando su mirada preocupada. 

—Sí, es Justin. —Presionó una palma en mi mejilla—. ¿Estás bien? Te ves un poco sonrojada. —Mis ojos se dirigieron al otro lado de la habitación a la pelirroja en su mesa. Había girado para vernos, y se veía completa, de inmediato supe quien era. Mis rodillas temblaron y una oleada de náusea se estrelló contra mí. Justin estaba en una cita con la chica de su primer rodaje. Desiree, creo. 

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