Capítulo 25: ELLA

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Emma nunca llevaba bien la fecha aniversario de la muerte de sus padres. Muchos creerían que después de veintiséis años tendría que ser algo que ya tenga que tener superado, pero no era así. Ella no podía superarlo, el dolor se sentía siempre tan vivo como lo había sido ese día. Como solía acostumbrar, ese día no fue a trabajar. En vez de eso, fue al cementerio. Compró las flores favoritas de sus padres, y se sentó en el banco más cercano a donde estaban enterrados. Sus pensamientos se vieron invadidos por los recuerdos de esa noche en que los había perdido, todos los sucesos se repetían en su cabeza una y otra vez. Los gritos, la sangre por todos lados, la risa de Rumpelstiltskin. El después. Los llantos, el velorio, las familias adoptivas, el abandono, Neal, la prisión. De repente, una voz la hizo volver al presente. Abrió los ojos y vio que Killian estaba frente a ella. Ella no le había dicho que día era ese porque nunca sabía como expresar esas cosas que resultaban tan dolorosas, pero estaba agradecida de que él lo haya descubierto y la haya encontrado. Se refugió en sus brazos, y se dejo contener.

- ¿Te gustaría conocer a mis padres? – Preguntó ella sin salir de sus brazos.

- Sería un gran honor. – Respondió él acariciándole el cabello.

- Vamos. – Dijo ella, finalmente saliendo de sus brazos y levantándose del banco.

Con una mano agarró los ramos de flores, y con la otra la mano de Killian. Caminaron unos pequeños pasos hasta llegar a las dos lápidas, a las lápidas de James y Snow Nolan. Emma dejó un ramo junto a cada uno, y luego se volvió hacia Killian, buscando refugio nuevamente en sus brazos. Se quedaron un largo rato en silencio, observando a sus padres.

- Mamá, papá, él es Killian. – Presentó ella a su novio. – Creo que les gustaría, probablemente se llevarían bien y le tendrían gran cariño. Él es un gran hombre, es quien me hizo volver a creer en el amor y ser feliz. Así que estoy segura de que los haría feliz de que sea parte de la familia. – Dijo emotivamente. - Killian, ellos son James y Snow, mis padres. – Señaló las lápidas.

- Es un gusto conocerlos. – Dijo él con respeto. – Su hija es la mujer más maravillosa que conocí en mi vida, y estoy agradecido de que me deje amarla y me ame. Les prometo que voy a cuidarla e intentar a hacerla feliz por el resto de nuestras vidas. – Relató con convicción.

Emma sacó una foto que tenía guardada en el bolsillo de su campera y se la mostró a Killian. Era una foto de ella con sus padres. Era en su cumpleaños de tres años. Cada uno de sus padres estaba dándole un beso en su mejilla, uno de cada lado. Y ella estaba sonriendo, tenía una de esas grandes sonrisas que podía iluminar hasta el cuarto más oscuro. Esa sonrisa inocente de niño, que expresaba transparentemente toda la felicidad existente.

- Los extraño mucho. – Dijo ella soltando las lágrimas que tenía acumuladas en sus ojos.

- Lo sé, y está bien que lo hagas. – Dijo él secándole con delicadeza cada una de las lágrimas.

- Odio que estén acá, en la tierra atrapados, pudriéndose. – Comentó ella escondiendo contra el pecho de él.

- ¿Por qué no los cremas? – Preguntó él.

- Porque sus cuerpos son evidencias de asesinato, y hasta que el asesino no sea arrestado y el caso cerrado los cuerpos no pueden cremarse. – Le recordó ella.

- Cierto. – Asistió él. – Si queres, cuando atrapemos a Rumpelstiltskin y este todo resuelto, podemos cremar a tus padres y a Millah, y llevar sus cenizas al lugar que queramos. – Propuso después de pensar por un instante.

- Si, quiero. – Asistió ella. – También quiero conocer a Millah algún día, cuando vayamos a Nueva York. – Dijo tímidamente, porque no sabía si él iba a querer que ella conozca a Millah.

Breaking GlassDonde viven las historias. Descúbrelo ahora