134. Stark

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Clint les había pedido a Tony y a ti que cuidaran a sus hijos. Clint no confiaba en Tony, pero si en ti. Además, Natasha estaba en una misión y él y Laura necesitaban salir de vez en cuando.

-Tony, ¿Viste el chupete de Nathaniel?-, preguntaste cuando el bebé no dejaba de llorar en tus brazos.

-Yo que se donde esta, tú te encargaste de ti desde el principio.

Rodaste los ojos al encontrarlo en el suelo mientras caminabas hasta la sala. Tomaste el chupete y, después de lavarlo, se lo diste a Nathaniel. Suspirasté aliviada al ver que, finalmente, se había callado.

-¿Por qué no juegan a otra cosa?-, escuchaste la voz de Tony.

-¿Qué sucede ahora?-, preguntaste al entrar en la sala y observar a tu prometido y a los dos hijos de tu mejor amigo mirándose mal entre ellos.

-Estos dos están jugando a la pelota y no paran de romper mis cosas.

Suspiraste, harta y dejaste a Nathaniel dentro de su corralito.

-Chicos, ¿No pueden jugar a otra cosa?-, murmuraste sabiendo que seria mejor lidiar con los chicos que con Tony.

-Pero no trajimos nada más que la pelota-, se encogió de hombros Cooper. No sabias que hacer hasta que tu mirada se topó con la PlayStation de Tony.

-¿Por qué no juegan a la Play?

-No, no, no-, repitió Tony mientras negaba con la cabeza.

-¡Tony! O juegan a la Play o juegan a la pelota.

-¿Por qué no simplemente se quedan quietos mirando la tele?

-Tony, por favor.

-Wow. ¡Es el nuevo Call Of Duty!-, exclamó Cooper mientras observaba las decenas de juegos que Tony poseía.

-Si, soy el mejor en ese juego-, dijo Tony con su habitual tono arrogante.

-No lo creo. Yo soy muy bueno-, lo retó el chico y Tony lo miró con la ceja alzada.

-¿Me estas retando niño?

-Si, juguemos a ver quien es el mejor.

Tony aceptó y le dio un control al niño para tomar el suyo. Prendió la Play y colocó el juego. Sonreíste al ver como los tres se sentaban frente al televisor. Nathaniel comenzó a llamarte a gritos. Él cumpliría los dos años en un mes y ya estaba haciendo sus esfuerzos para hablar.

-¿Qué pasa, Nat?-, Preguntaste acercándote a él con una gran sonrisa.

-Yo... Yo-, hiso un puchero al no saber como expresarse y su estómago gruñó.

-¿Tienes hambre?-, preguntaste y cuando asintió, lo tomaste en brazos -. Vamos a la cocina.

Cuando entraron, comenzaste a buscar comida que era buena para un bebé. Pero no sabias que podría gustarle a Nathaniel. Recordaste la papilla que te había dejado Laura y la sacaste de la heladera.

-¿Quieres papilla, Nat?-, preguntaste al abrir el recipiente y tomaste una cuchara.

-No-, chilló cuando le acercaste la cuchara a la boca.

Hiciste una mueca y volviste a guardar el recipiente en la heladera. Miraste toca la heladera pero, al no encontrar nada, cerraste la heladera. Observaste las repisas en busca de alimento.

-¡Eso! ¡Eso!-, volvió a chillar Nathaniel apuntando unas galletitas.

Observaste las galletitas un momento y decidiste que Nathaniel se merecía unas galletas.

-En mi defensa, la papilla que me dejo Laura no te gusta-, murmuraste antes de darle una galletita y tomar unas cuantas más para volver a la sala.

-Te reto a la revancha-, gritó el hijo de Clint.

Tú te sentaste en el sofá, observándolos. Sentaste a Nathaniel en tu regazo y le dabas más galletitas a medida que se las iba comiendo. Te habías quedado muy entretenida jugando con las manitas de Nathaniel que, cuando sentiste que alguien se sentaba a tu lado, te sorprendiste. Levantaste la vista para encontrarte con un Tony que te miraba enternecido.

-¿Qué?-, preguntaste con una sonrisa. Él negó mientras te seguía observando con una tierna sonrisa.

-Te ves adorable con un niño pequeño. ¿Por qué no?-, dejó la pregunta en el aire y llevó su mano a tu vientre.

-¿Y tener que cuidar de dos niños?-, bromeaste y, al ver que Tony bajaba la mirada, tomaste su mentón e hiciste que te mirara -. Me encantaría, Tony.

Tony sonrió, sin poder creer que habías aceptado y te besó dulcemente. No fue hasta que Nathaniel comenzó a quejarse que quería más galletitas que recordaste que los niños estaban allí. Te separaste de Tony y le sonreíste.

-Que haya aceptado no significa que comencemos aquí y ahora-, bromeaste y él rió. Se volvió para mirar a Nathaniel y lo cargó en brazos.

-¿Qué sucede, campeón? ¿Qué es lo que quieres?

Nathaniel no respondió. Se limitó a hacer sonidos y señalar su boca. Tony, confundido, te miró en busca de ayuda.

-¿Acaso el genio, Tony Stark, no entiende las necesidades del ser humano?-, te burlaste y tomaste una galleta para dársela a Nathaniel.

-Oh, ahora entiendo-, dijo y tú reíste.

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