Capítulo 1

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No quería llegar a la residencia. Me quería quedar en el avión, y regresar a México. Luciano se quedó callado todo el viaje, y solo habló con Zazu. Todo fue tan raro. Era como si hubiera sido aventada a un vórtice infinito que me hacía girar en un tornado de agujas.

¿Estaba siendo dramática? Quizá...

Lo entendía, lo rechacé, pero, él era mi amigo, mi mejor amigo. ¿Cómo podría aceptar sus sentimientos? Él siempre fue, él. Yo jamás le di algún indicio que me gustara, ¡él siempre me daba consejos cuando algún chico me gustaba en la preparatoria!

Ugh.

Ya no importaba, me concentraría en mis clases de catalán, y eso sería todo. Por eso estaba en España, porque quería aprender el idioma y la cultura. Trabajé mucho durante la preparatoria para poder pagar el viaje. Había organizado todo con mis amigos, para que al final, Luciano me dijera que le gustaba.

Suspiré. Ya no servía de nada pensar en eso.

Vimos el edificio donde viviríamos los próximos tres meses, y entramos.

Incluso, el viaje en tren, para llegar a la pequeña ciudad, fue incómodo. Ni siquiera sabía cómo me debía de sentir, quería convertirme en un sapito, y que mi única preocupación fuera que no me atropellaran.

Zazu y yo subimos las escaleras, mientras que Luciano se quedó en una puerta, que, según él, era el elevador. Yo dudaba que fuera un elevador. El edificio era viejo.

Zazu encontró nuestra habitación, íbamos a compartir cuarto. Era lo mejor, no podría imaginarme compartir una habitación con Luciano, aunque, ahora que lo pensaba, él lo había sugerido cuando empezamos a organizar el viaje. Yo me negué, pero ahora, entendía sus intenciones.

La llave estaba debajo de una maceta, entramos, y olía a humedad. Zazu abrió la ventana, y yo me eché a mi cama, debíamos de comprar sábanas. Zazu cerró la puerta, y también se echó a un lado de mí.

― ¿Entonces...?

― ¿Qué? ―murmuré―. No sé por qué Luciano me dijo eso.

―Lo sé, fue algo raro.

Quise patalear, hacer un berrinche, y convertirme en alguna pintura renacentista que lloraba de dolor. ¿Por qué me pasaba esto a mí? Luciano jamás había dado indicios de sus sentimientos, o quizá, yo jamás me di cuenta de sus intenciones, o quizá, jamás noté sus palabras escondidas entre detalles de amistad.

― ¡Fue rarísimo! ― exclamé―. ¿Qué mierda se supone que debía responder a eso? Tengo sentimientos por ti ― arremedé con voz gruesa―. ¡¿Quién dice eso?!

Zazu se rio de mi rabieta―. Ya, cálmate, Naya. Él siempre fue algo raro, lo sabes, yo pensaba que era gay, con eso que éramos sus únicas amigas.

―Si tenía amigos...

Zazu se sentó en el colchón―. Dame tres nombres.

Dudé―. Eh, ¿Carlos?

―Carlos es su primo y tiene diez años.

Quise reírme. Me senté, y vi por la ventana, me gustaba la vista mundana. No sabía qué hacer, quizá solo debía de ignorarlo, y fingir que lo que me dijo en el avión jamás sucedió. Pero, ¿cómo iba a ignorarlo? ¡Los tres habíamos organizado el viaje juntos! ¡Incluso, habíamos hecho un horario para poder recorrer todas las ciudades y pueblitos aledaños a donde nos estábamos quedando!

Quería disfrutar mi estadía en España, no sufrir por sentimientos ajenos que no eran mi responsabilidad.

―Hagamos esto ― Zazu me tomó de la mano―. Dijimos que nos íbamos a divertir, entonces, divirtámonos. Hay que ignorar todo el tema con Luciano. Si él saca el tema, lo hablan, lo resuelven y ya, pero si no lo hace, lo ignoras. Sus sentimientos no son tu responsabilidad.

Quise llorar. Abracé a mi amiga. Ay, Zazu, das muy buenos consejos, es una pena que tu pareja sea un idiota.

―Está bien, hay que divertirnos.

(...)

Desempacamos, y tratamos de arreglar nuestra pequeña habitación. Luciano nos mandó mensaje a nuestro grupo de chat, diciendo que iría a comer él solo, no le dijimos nada, Zazu solo le envió un emoji de pulgar arriba.

Nosotras también salimos. Fuimos a un supermercado a comprar sábanas y almohadas. Ambas queríamos comprar unos cobertores color rosita, hasta que vimos el precio, y decidimos quedarnos con los cobertores que estaban en la residencia.

¿Por qué todo era tan caro? Ugh.

Ahora entendía lo que me dijo mi abuelita después de darme cien euros de contrabando, el que convierte, no se divierte. Pero, ¿cómo no hacerlo? Trabajé todos los fines de semana en el restaurante de un tío, para poder conseguir dinero que gastar este verano.

Ni modo, así era la vida. Lo único que me quedaba, era hacer lo que Zazu dijo, debíamos de divertirnos. Eso debía de hacer, me iba a divertir, y olvidaría todo lo que dijo Luciano. Solo esperaba que él ya no quisiera insistir. Porque yo no era capaz de verlo diferente, él era mi amigo, solo eso.

Ay, qué complicado, ojalá un europeo lindo se me acercara mientras camino de regreso a la residencia, para poder olvidarme de Luciano. Pero no, nadie se me aceraba. No me iba a preocupar por eso, quien llegara, llegaría, y me divertiría con ellos. Al final, no los volvería a ver después del verano. Estaba bien, ¿no?


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ay, q diferente es escribir un libro normalito 



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Summer Trip ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora