—Está bien.

Accedí, y cuando se levantó me di cuenta de que era muchísimo más alto que yo, podría medir 1,80 perfectamente. Además, al remangarse aquella camisa de cuadros roja vi algunos tatuajes, unas franjas negras que recorrían su brazo formando un anillo.

—¿En qué instituto estudias? —Por lo que vi, íbamos en la dirección de mi vecindario, y supuse que vivíamos bastante cerca. Era extraño porque nunca nos habíamos visto.

—En el que está en el vecindario siguiente, ¿sabes cuál es? —Él asintió soltando un suave suspiro dejando salir vaho de entre sus labios. Estaríamos a unos tres grados, y mientras yo llevaba una chaqueta, gorro y bufanda, él sólo llevaba una chaqueta azul vaquera.

—Sí, hice allí primer curso, luego me cambié. Esa es mi casa. —Señaló a la que estábamos llegando. Las luces estaban encendidas, y conforme nos acercábamos se escuchaban risas en el interior. Al abrir, un montón de chicos y chicas estaban escuchando música. Algo de Green Day, 21 guns, adoraba esa canción. No estaban de fiesta como si fuese un club, o lo típico, estaban de pie, hablando, o sentados en el sofá, y aunque el olor a marihuana me estalló en la cara, no me importó.

—Chicos, esta es Lauren. —Todos se dieron la vuelta y alzaron la mano para saludarme con una sonrisa, pero a nadie pareció importarle que yo estuviese ahí, a nadie le molestó y eso, que a nadie le molestase, me gustó. —¿Quieres algo de beber? —Dijo echándose vodka con algo de refresco en el vaso, mirándome a mí dándose la vuelta.

—Lo mismo que tú. —Sonreí asintiendo, y él volvió a girarse para echarme a mí la bebida.

—Puedes ir a dejar tu mochila en mi habitación.

Mientras subía por las escaleras, comenzó a sonar In Too Deep de Sum 41, aquella canción me recordaba a las películas de adolescentes de los noventa, que veía como mil veces. Adoraba aquél tipo de cosas. Deduje que su habitación era la que tenía miles de pegatinas y posters en la puerta, así que abrí. Una guitarra eléctrica al fondo, la cama deshecha con el mando de la Xbox encima, la estantería con figuras de Pokémon, juegos, películas de anime y... Cuando me fui a dar la vuelta choqué con alguien. Era Michael que tenía dos vasos en la mano, mirándome con una risa.

—Lo siento, no sabía que hoy una chica entraría en la habitación. —Me tendió el vaso y yo lo cogí, mirando lo que había dentro.

—Sí, igualmente, a mí no me importa. —Sonreí dándole un pequeño sorbo al vaso de vodka, que se fue alargando. Bajé el vaso, y entonces, Michael se inclinó para juntar sus labios con los míos de una forma repentina, de la que me aparté rápido. —Uh... Yo... Creo que te has hecho la idea equivocada. —Ladeé la cabeza con el ceño fruncido y una risa.

—Oh, vaya, yo... Lo siento, no era mi intención forzarte ni nada. De verdad, yo sólo sentí que podía hacerlo, pero, pero... Perdóname, en serio. —Aquél chico parecía arrepentido de verdad, así que no le di importancia, negando, bajando la mirada al líquido negro dentro del vaso.

—Ahora mismo un beso es el menor de mis problemas. —Susurré encogiéndome de hombros, y él se apartó de mí, bajando los brazos al escucharme. —Además, me gustan las chicas y tengo novia.

—Oh, guay, a mí también me gustan las chicas, podemos hablar de eso. —Empecé a reírme, asintiendo, separándome del marco de la puerta.

—La verdad es que me ayudaría a desahogarme alguien que no fuese una psicóloga. —Michael esbozó una sonrisa, apartándose de delante.

—Bueno, vamos abajo entonces.

Bajamos de nuevo al salón, y al ver que el sofá estaba libre, nos sentamos a allí, y yo me bebía el vaso de vodka con toda facilidad. Sus amigos se reían entre ellos, bromeaban, algunos se besaban pero Michael y yo simplemente estábamos sentados hablando.

coldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora