Epílogo

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...15 años después

Lauren's POV

Me encantaba mi trabajo. Había recorrido todo el mundo a lo largo de mi vida, pero llegó un punto en el que miraba a Camila y lo único que quería era verla a ella todos los días. A veces tenía que irme un mes o dos, y eso me quebraba por dentro. Era sólo dos veces al año, pero en ese punto de nuestra vidas quería sentar la cabeza. Y eso hice.

Compramos una casa a las afueras de Vancouver, y aunque ella seguía trabajando en el hospital, yo me tomé mi trabajo de una forma más relajada. Hacía fotos, sí, pero a las cosas más cercanas. Ella decía que hacía arte hasta del césped del jardín; y era verdad. A las siete de la mañana, cuando el rocío y la escarcha de la noche aún estaban intactas en la hierba, salía y le hacía fotos. Se vendían por más de tres mil dólares, y ella seguía sorprendiéndose como el primer día.

Entré en la cocina, hecha de grandes ventanales que dejaban entrar la luz, y dejaban ver el bosque que nos rodeaba a lo lejos.

—¿Has llevado a las niñas al colegio? —Me eché la taza de café con una sonrisa.

—Sí, cariño. ¿Escuchas algún 'mamáaaa, dile a Megan que se vaya de mi cuarto'? —Ella soltó una risa y yo por fin pude darle un sorbo a mi café, acercándome a ella por detrás.

—Mmh... —Se quedó pensativa mientras yo le daba un beso en la mejilla, y Camila entrecerraba los ojos. —Sigues igual que hace veinte años.

—Lo sé. ¿No es genial? —Me senté en la silla de la cocina, bebiendo de aquella taza. La mesa y la sillas eran de madera natural clara, al igual que los muebles, y algunos estaban lacados en azul intenso.

—Sí, porque además es en todos los sentidos. —Alzó las cejas quitándome la taza de café, dándole un sorbo bastante largo, que casi me dejó sin nada. —Mmh... Los días libres son una bendición.

—Excepto porque me esclavizas para que te lleve a comprar. —Me cogió de las mejillas pellizcándome, dándome besos pequeños en los labios.

—Exacto. Te quiero.

Y salimos a comprar, no sé, pero gastamos más de cien dólares en hacer la compra semanal, también se compró unos jeans nuevos —no había parado de usarlos desde que la conocía, y no quería que dejase de hacerlo—, y también un jersey ahora que llegaba el invierno de nuevo.

—Quiero irme a casa. —Dije llevando el carro con los antebrazos apoyados en él, siguiendo a Camila por el pasillo del supermercado.

—Lo sé, cariño, pero aún tenemos que comprar pescado.

Y compramos pescado, para entonces, cuando terminamos, era la hora de recoger a las niñas del colegio.

—Hey, ¿cómo has terminado el día? —Pregunté a Valerie, la mayor, que salía hacia mí. Intenté abrazarla pero ella se apartó un poco.

—Mamá... —Dijo rodando los ojos.

—Está bien, está bien. —Alcé las manos, y entonces Megan, la pequeña salió disparada hacia Camila que estaba más cerca. Cómo cambiaban las cosas, Valerie también era así de pequeña.

Megan tenía tres años, era morena de ojos verdes, preciosa, absolutamente preciosa. Le gustaba Bob Esponja, también Dora la Exploradora y se pasaba horas cantando delante de la tele.

Después estaba Valerie, ella tenía catorce años. Era castaña con los ojos negros, muy parecida a Camila. Se encerraba en su cuarto y no quería saber nada del mundo, pero aunque otros padres se alterasen, —como por ejemplo Camila— yo la dejaba estar. Sabía lo difícil que era esa edad, y cómo todo influía de una manera bastante más radical de lo que me podría afectar ahora.

coldDonde viven las historias. Descúbrelo ahora