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Despreciable John:

       En ese día, después de casi arrancar tu nariz con la puerta, seguiste insistiendo, no sé, con certeza, qué era lo que querías. Mi padre, como buen hombre que es, te dejó entrar a casa con sólo decir que eras un amigo mío. En definitiva, al dejar pasar al desconocido, también te dejó entrar en mi vida, ¿sabes?
       Casi lloraba de la risa cuando diste un tropiezo frente al hombre que me procreó, no literal, pero dijiste:

       —Danielle es una chica simpática.

       Mi papá te miró sorprendido, quizá pasó por su mente que te habías equivocado de familia, o que bromeabas.

       —Sólo tengo una hija, se llama Layla, y un hijo, pero estoy seguro que no se llama Danielle —Mi padre al hablar sonreía con nerviosismo, y tú... Bueno... Tú sólo te quedaste congelado, instantes después vi llegar la sangre a tu rostro y luego una risa con la que trataste de disimular tu torpeza.

       ¿Te confieso algo? Creo que empecé a quererte desde ese momento, fue gracioso verte en aprietos, fue lindo tu sonrojo y el no darte por vencido, pero escribirlo aquí no es lo mismo que haberlo presenciado, ahora esto no tiene sentido y ya no es gracioso ni lindo.

Layla

Advertencias Para NO IlusionarmeWhere stories live. Discover now