Capítulo 5. Comienza los Problemas

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Dedicado a SindyPachecoPerez

Estaba muy emocionada con mi auto. Un BMW descapotable en color rojo, muy hermoso.

Pasó una semana desde la última vez que había visto a Camille. Al día siguiente iría a la disco y si tenía que perseguir a Alex lo haría, pero no me rendiré hasta hablar con él y que responda a todas mis preguntas.

Al día siguiente.

Eran casi las nueve de la noche. Ya estaba vestida. Me había puesto un vestido color rojo con escote en mi espalda y unos botines en color negro. Dejé mi cabello suelto y pinté mi rostro con un maquillaje llamativo. Lucía totalmente diferente a como me conoció Alexander.

Cuando llegué a la discoteca no pasé desapercibida. Algunas personas me miraban con lujuria (por parte de los chicos), envidia (por parte de las chicas), entre otras miradas que no le tomé importancia, sólo tenía un objetivo en mi mente.

Al pasar varias horas llamó mi atención ver a unos hombres vestidos muy elegantes diría yo, para un lugar como este. Pero uno en especial llamó mi atención. Sí, Alexander. Lo seguí con la mirada hasta verlo entrar a una oficina.

Luego de quince minutos —que puedo decir, tal parece que mi curiosidad me ha puesto como detective— salieron aquellos hombres con unos maletines en sus manos que a mi parecer se trataba de dinero. Al pasar cerca de donde me encontraba yo, uno de ellos fijó su mirada en mí. Me fue inevitable sentir un escalofrío recorrer todo mi cuerpo cuando observé que sus ojos brillaron en la oscuridad de un color rojo intenso y al darse cuenta que no dejaba de observarlo, me sonrió de manera coqueta pero, con una mirada cargada de malicia, entonces no tuve dudas que ellos fuesen vampiros, como Alex.

Pedí un trago en la barra y mientras el bartender lo preparaba, me dispuse a buscar a Alex con la mirada y para mi suerte lo vi. Estaba sentado en un cómodo sillón, sólo. Tomé mi trago en la mano y caminé hasta quedar en frente de él.

—Hola, Alex —dije tratando de no sonar nerviosa.

—¿Qué haces aquí? —preguntó sin mirarme.

—hablar contigo, es obvio —respondí dándole un sorbo a mi trago. Alex me agarró muy fuerte del brazo y me llevó a la oficina donde hace minutos atrás se encontraba él con aquellos hombres o mejor dicho vampiros.

—¡auch! —me quejé por el dolor en mi brazo—. ¿A dónde quedó aquel chico seductor y cariñoso? —pregunté con burla.

El me miró sin una pizca de gracia.

—déjate de estupideces y dime de una buena vez qué quieres. Mi paciencia se agota rápido —contestó tajante, diciendo lo último de forma amenazante.

—bien, señor gruñón —ahora era yo la que me estaba poniendo de mal humor, pero creo que no fue buena idea decir eso. Me estampó contra la dura pared, haciendo presión en mi cuello. Mi cuerpo se estremeció de miedo al ver sus ojos tornarse rojos. Me agarró del brazo y de un sólo jalón hizo que me sentara en una silla, siendo todo menos delicado.

—sé lo que eres —dije sosteniéndole la mirada— y no te tengo miedo, eres un vampiro —aseguré. No sé de dónde había sacado el valor para afirmar aquello.

"¿Valor? estás que tiemblas del miedo —se burló de mi, mi subconsciente"

—pues deberías tenerlo, no correrás la misma suerte de aquel día —dijo de manera frívola.

—dime, ¿Por qué no me asesinaste? ¿Por qué siempre estás en éste lugar?

—eso es algo que a ti no te importa, es mejor que te vayas y no vuelvas más si quieres seguir viva, no tientes a tu suerte niña.

—no pienso hacerlo hasta que respondas mis preguntas Alex. Si es tu verdadero nombre —me sentí realmente molesta, quién se creía para decirme "niña".

Nuevamente tiró de mi brazo y entre jalones me sacó de la oficina sin importar que nos vieran. Al estar afuera me cargó en sus brazos y comenzó a correr a una velocidad increíble. No pude evitar que mi corazón se acelerara, no me esperaba esto.

En pocos minutos llegamos a un edificio abandonado. Me acorraló entre él y la pared. Mis ojos se abrieron de tal forma que pensé que se me saldrían y sin poder evitarlo grité por el dolor que sentía en mi cuello. No duró mas de un minuto y dejó de beber mi sangre. Sin alejarse de mi ahora en el mismo lugar donde antes me mordía sentía sus suaves y fríos labios sobre mi piel, respirando mi aroma y yo el suyo por la cercanía de nuestros cuerpos.

—tu sangre es como droga. Muy adictiva —susurró en mi oído con voz seductora causando que los vellos de mi piel se erizaran.

Lo miré a los ojos y susurré muy cerca de sus labios tentándolo, quería que me besara —no dejo de pensar en ti— pero se alejó de mi y luego habló.

—creí que eras más inteligente, hay muchas cosas en que pensar para que ocupes tu mente en mí.

Me miró fijamente, yo estaba expectante a todo lo que decía.

—olvídate de mí, te lo advierto Elena... o mi esposa te encontrará y te aseguro que no dudará ni un instante en asesinarte. Agradece que yo no lo hice, no lo hago con nadie. A decir verdad, sólo disfruto en alimentarme.

—o sea que, ¡solo fui un banco de sangre para ti! —grité molesta.

—ahora quién es la gruñona —dijo con su típica sonrisa de lado que me atontaba— deja de mirarme así, que me gasto aunque sea eterno —lo miré mal no sin antes sentir mis mejillas arder por la vergüenza.

Se acercó a mi nuevamente, mientras yo estaba quieta. No era conveniente ponerme a luchar con un vampiro que en un abrir y cerrar de ojos podía acabar con mi vida. Sentí su aliento chocar contra la piel de mi cuello; mi respiración se aceleraba poco a poco, cerré mis ojos y al hacerlo lo escuche reír, disfrutaba poner a mi corazón latir frenético.

—aléjate de mí Elena, sería una lástima que tu corazón deje de latir —sentí un nudo formarse en mi garganta.

Que tonta era. Solo sentía lástima por mí y yo que había llegado a pensar que también podría gustarle. "estúpida tiene esposa" gritó sin piedad mi subconsciente. Lo escuché maldecir, abrí mis ojos pero desvié mi mirada de él.

—me puedes decir en que piensas —preguntó con fastidio.

—eso no te importa —le respondí con los dientes apretados. Eso hizo que se enfureciera y me apretara del cuello levantándome un poco del suelo, sentía que el aire me faltaba.

—cariño, no me invitas a la fiesta —escuche la voz de una mujer. Alex me soltó de golpe y al alzar mi vista, pude ver a la mujer y era la misma con la que había soñado.









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Amor MasoquistaWhere stories live. Discover now