1.

469 34 18
                                    

Capítulo 01.

Me encontré paralizada cuando me miré en el espejo de cuerpo completo. Podía respirar por inercia y mi corazón latía con rudeza. Conociendo mi nueva faceta que he sabido desarrollar en un largo plazo de años, me pondría a llorar como las gotas que caen desde el cielo.

Cielo.

Esa palabra me hizo recordar.

Me tragué una inflamación en el estómago con un suspiro acongojado. Controlé a mi corazón a latir como es normal, nada de pesadeces que me obligan a tomar grandes bocados de aíre. Toqué mi abdomen ahora plano, frotando mi mano de arriba a bajó para sentirme completa, para sentir algo de compañía en un momento de soledad. Mi espalda se pegó contra la pared, haciendo fácil el descenso de mi cuerpo hasta el suelo, refugiándome en la solides de la estructura de madera fría.

Hice una bola grande de tela blanca con mi caída, la cual se infló. La aplasté para tener desbloqueada la vista al espejo y seguir mirando mi reflejo patético. Me veía destruida y nada atractiva. Toqué más deprisa mi vientre para recordarme que no podía perder los estribos por completo.

Las lágrimas brotaron a mis mejillas y se esparcieron rápidamente por mi mentón. Ya ni siquiera noté cuando comencé a llorar; parece que lo hago en automático, sin ninguna alerta. Me mordí el labio inferior para evitar sollozar con fuerza de un ruido de estallido y no poner a nadie a preocuparse por mí. Las apariencias las tenía que seguir manteniendo pasara lo que pasara. En mi mente inició el conteo hasta diez; pero no sé sí cuando acabe estaré mejor.

El vestido de novia que estoy usando es mi orgullo, el cual diseñe con esmero y dedicación absoluta. Es al único que le encuentro un reconocimiento sentimental envuelto en su elaboración. Fue uno de mis primeros —por no ser tan engreída y decir que fue el primero— que he diseñado. En aquel tiempo en mi habitación, sentada en mi silla, apoyada en mi escritorio, tomé un lápiz y rápidamente comencé a trazar los contornos en una hoja media arrugada. Quién diría que este vestido se volvió mi inspiración para crear más de mi primera colección.

Pero no, no lo diseñe para usarlo hoy.

El vestido cuenta con una historia que me apetece no narrar, pero de igual forma es inevitable no recordarlo y sentir que mi vida se va al asecho de un hueco negro.

Después de terminar la preparatoria, me matriculé en la Universidad de San Diego en la carrera de diseño de modas. No quise alejarme de casa y vivir en una casa de fraternidad con chicas locas, o, para el caso, no quería abandonar a mi familia como mi hermano Nelson. Sentía que no era el momento de abandonar a mis padres para vivir solos; eventualmente los dejé al terminar la universidad, pero antes preparé el terreno para mi ida. Cumplí el sueño que he tenido desde siempre de entrar y crear mi propia moda. Al principio me costó un poco por mi deficiente dibujo, pero algunas clases extracurriculares hicieron que lo superara. Casi al final del tercer semestre, el trabajo y la tarea más importante que requerían muchos puntos de calificación, era diseñar un vestido, sin importar qué tipo: de noche, cóctel, verano, playero.

Era un bochorno aceptar que después de dos años de mis diecisiete, aún seguía aferrada al recuerdo de cierto hombre que se negó a darme una mísera de compasión. Lo más vergonzoso era que seguía pensando que se arrepentiría y vendría por mí. Sí, como sí aquello iba suceder un día. No pasó, ¿y sé por qué? Porque no está, no estuvo y no estará destinado a pasar algo entre nosotros. Solamente forcé las cosas e hice un cuento perfecto en mi cabeza, como de esos que están acostumbradas a hacer las adolescentes: fantasear todas las noches con escenas irreales. Moví mis estrategias para que esa relación —sí se le puede llamar así a lo que tuvimos— se concibiera. Eso lo acepté después de tres años duros.

Walking on the mark » Justin Bieber (#2 TPLIM)Where stories live. Discover now