Capítulo 1: la primera nota.

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  "Uno está enamorado cuando se da cuenta

 de que otra persona es única."  


Lunes 08 de mayo de 2017:


Estaba disfrutando de una dulce taza de café, tratando de calmar un poco el frío que sentía. Pero eso parecía imposible, hoy era uno de los días más fríos en mucho tiempo. Ya solo le quedaban unos minutos más de paz y tendría que volver al aula con los de último año. No quería dejar la sala de profesores, ya que al ser tan pequeña, era el lugar más cálido que podría hallar en el viejo edificio escolar. Las aulas tenían tantas ventanas que era casi imposible mantener el gélido aire fuera. Pero no tenía otra opción, debía ir a dictar su clase.


Así que luego del receso volvió al aula para comenzar con la clase de lengua y literatura, el timbre aún no sonaba, por lo que aún se encontraba solo.

Se dispuso a acomodar su escritorio, y al sentarse notó que su libro estaba abierto en la página 45. Lo agarró entre sus manos y descubrió que tenía escrito, con lo que parecía labial rojo, el número 115, pensó en matar al responsable de eso y recordó que no podía, pero sí que le iba a dar un buen castigo, nadie se metía con sus libros. Estos eran sus bebes.

Al abrir la página antes dicha, encontró una nota.

-Curioso – se dijo a sí mismo mientras examinaba su exterior. No había nombre.

El timbre sonó.

Mientras la abría y la leía, los alumnos comenzaron a ingresar al salón.



***

"Querido profesor:

Jajaja, me río al escribir esto, nunca pensé que me animaría.

Usted es mi persona favorita en el mundo, mis ojos se iluminan cada vez que lo veo, y se opacan cuando comienza su clase, si, odio su asignatura, pero no se preocupe, aún así a usted lo amo.

Espero poder ver su cara mientras lea mi nota, ¿Sonreirá? Ojalá sí, vamos, no sea amargado. Es usted muy sexy, debería dejarle ver al mundo su sonrisa a cada instante.

Lo quiero. Besitos ♥"

***



Momentos después todos pudieron ver al profesor palidecer al leer una nota; o por lo menos los más puntuales del curso, que ya habían ingresado al aula.

Y de fondo, una risita traviesa, casi imperceptible, sonó.


Cuando por fin se le pasó el espanto del momento, el salón ya estaba lleno.

Liam los miró a todos, ninguno estaba prestándole mayor atención que cualquier otro día. Iba a ser difícil encontrar al responsable. Podría preguntar en voz alta sobre quién había sido, pero... ¿Para qué? Era obvio que nadie iba a tomar crédito de los actos, y tampoco nadie iba a delatar a nadie de ser el caso.

Resopló en sus adentros, y se dispuso a olvidarse de ello.

Preocuparse, era solo complicarse más el día. Así que comenzó con la clase, como si nada hubiese sucedido.

Querido profesor: ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora