A la luz de las velas

1.2K 127 49
                                    

Entré a la casa, todo estaba totalmente oscuro y no podía ver nada, ni siquiera con la débil luz de la luna que entraba por la puerta.

Sheld entró también y la puerta se cerró. La oscuridad era completa, me movía lentamente y a tientas para no tropezar o tirar algo.

No sabía donde estaba Sheld, ni siquiera dónde estaba yo. No fue hasta que una pequeña luz rojiza se encendió a mi izquierda. Era un cerillo que acababa de prender Sheld. La luz era escasa pero bastaba para ver el rostro gatuno de mi cita.

Todavía no digería la idea de que nuestro paseo a su casa hubiese sido una cita pero de haberlo sido, fue una buena noche.

Me comenzaba a preocupar ¿qué seguía? Ya habíamos salido, me tomó de la mano, ¡estoy en su casa!

«¿Que rayos estoy haciendo? -m recriminé en la mente-. Es muy extraño».

Y me era difícil porque era la primer cosa que me asustaba arruinar. No quería echar todo a perder como sucedió con Ben. No quería volver a sentirme así.

Comencé a pasar la mano por entre mi cabello como un peine. Estaba divagando en la oscuridad. Me sentía ansioso, con ganas de escapar pero a la vez quería quedarme ahí, sintiéndome bien por dentro aunque la incomodidad me carcomiera también.

Me era más difícil relajarme viendo el rostro poco iluminado de Sheld moviéndose de un lado a otro en el fondo oscuro que nos rodeaba.

Su cara se reflejaba naranja por la flama pero sus ojos brillaban rojos con tenues brillos, los miré mejor cuando se acercó a mi.

A pesar de la ausencia de luz, se movía tan ágil como siempre, diría que incluso más. No quitaba la sonrisa amplia y brillante pero se notaba que era distinta, los pómulos no estaban tan altos ni los hoyuelos tan definidos. Sus labios no estaban tan separados y la hilera de colmillos inferior no se mostraba a las llamas. Se veía más relajada, más genuina.

-Shhhh -susurró-. Camina despacio, no queremos despertar a Rick.

No comprendí a quien se refería pero lo mejor era hacerle caso. Acto seguido, Sheld se alejó unos cuantos pasos y me hizo una señal para que lo siguiera.

Es complicado moverte en la oscuridad sin saber qué es lo que hay frente de ti pero igual tenía que hacerlo. Iba con pasos cortos y lentos, intentando no caer ante la lentitud.

Seguí el rastro de la luz hasta algo de madera. Lo recorrí superficialmente con las manos, estaba fría y rasposa. Supuse, por la forma, que era una escalera.

Subí a gatas y con trabajo. A cada paso la madera rechinaba bajo de mi y me sentía como un tonto por como subía.

Llegue al último peldaño y la luz desapareció tras una pared. Me levante torpemente y, explorando las paredes con los dedos, di con la entrada a la habitación donde estaba Sheld.

Encendió una vela y la colocó sobre una pequeña mesa auxiliar. La nueva llama, más grande y menos efímera, me dio un poco más de visión del lugar. Junto a la mesita había una cama vieja y destendida, del otro lado una vieja y pesada cortina se extendía hasta el suelo de madera.

Me acerqué a la vela como si fuera algo nuevo que mis ojos descubrían. Sheld se pasó por mi lado y encendió otra vela, más pequeña, que depositó dentro de un farol decorativo de hojalata. Después encendió otra más, y otra. Al fin la habitación se develaba ante mis ojos.

Después de encender y colocar las velas por toda la sala, Sheld se recostó sobre la cama y soltó un bostezo.

-Agh, estoy cansado -me dijo-. ¿A caso tu no?

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora