A la caza del gato

1.2K 124 13
                                    

No había pasado mucho tiempo desde que me adentrase al bosque para buscar a Sheld. No sabía donde pudiera estar, seguramente en todas partes. No conocía mucho de él ¿Acaso vive en el bosque? No lo sé. ¿Tiene una casa? No lo sé. ¿Tiene familia? No lo sé, hace años que nadie ve al gato sonriente. Comenzaba a considerar todo esto como una pésima idea.

-¡Sheld!, ¡Sheld! -gritaba por todo el recorrido.

Pero en la espesura del bosque, nada parecía tener vida. Todos los sonidos eran acallados por mi creciente nerviosismo que desde hacía ya mucho tiempo formaba parte de mi.

Maldecía en mi cabeza el momento en que Evie me convenció de esto. Cada que lo pensaba, su táctica era aún más ridícula y absurda. Yo no puedo enamorar a quien quiera al instante, ni provocar celos, ni convertirme en un príncipe o princesa fuese lo que fuese que esperan las personas de sus enamorados; yo no puedo hacerlo.

Intentaba convencerme a mi mismo pero, por alguna extraña razón, no podía.

Alegaba en mi cabeza que era un plan tonto, ridículo y tonto que sólo me haría pasar vergüenza frente a Sheld mientras que por otro lado imaginaba al chico gato frente a mi, intentaba reconstruir su rostro a base de recuerdos.

Me preguntaba qué se sentiría dar un paso más allá de donde he llegado.

Toda mi vida crecí pensando en hacer el mal, conseguir lo que mi madre no pudo. Eso era todo lo que tenía en mente: robar, mentir, estafar, huir, destruir fue lo único que aprendí a hacer. Dolor, sufrimiento, maldad, castigo, injusticia era todo lo que se escuchaba por cada rincón de la isla.

Cada quien estaba de su lado y todo lo que hacían era para conseguir poder, secuaces y respeto.

El respeto es una de las cosas más importantes para un villano, y aún lo sigue siendo para mi.

¿Qué clase de respeto me gano si me humillo arrastrándome hasta los pues de cualquier persona con tan de recuperar a Ben?

¿Y qué pasaría que si lo que siento por Ben no es amor? Es decir, no sabía que existía eso antes de llegar a aquí y que Evie me relatara todo lo que había leído alguna vez sobre amor.

¿Realmente se sentirá así? No lo sé.

No sé nada sobre el amor, incluso me asusta decirlo en voz alta. Prefirió sustituir el sentimiento por cariño pensando que así lograré convencer a todo mundo que no puedo amar a nadie.

Después de todo, así es como lo quería mi madre.

"El amor es debilidad" me decía ella desde siempre, y continuaba haciéndolo en mis recuerdos.

Me asustaba estar enamorado y me convencía de que lo que sentía por Ben no era eso, sino simplemente deseo.

Eso quería pensar pero se volvió una obsesión.

La memoria me traicionó y a cada instante lo único que podía pensar era él. Se volvió importante, no pasaba un día en que no lo imaginase de nuevo frente a mi, sobre mi.

Ya estaba harto de tanto recordar aquella noche porque después de eso, le seguía un dolor insoportable, más bien dos, uno en el pecho y otro en la cabeza.

A cada instante me invadían jaquecas que intentaba disimular pero, con el tiempo, el dolor era mayor.

Algunas veces pensaba que era culpa del amor. Quizás así se sintiera realmente.

Al instante me invadió una jaqueca que derrumbó mi equilibrio. Me tambalee en mi sitio y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Me aferré a un árbol para no caer y apreté mi mano contra mi sien para intentar cesar el dolor sin éxito alguno.

Pieles y coronasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora