María Bonita

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Loreley era alguien que prefería guardarse sus problemas; rara vez hablaba de algo que la perturbara con alguien, incluso con ellos.

Al menos eso era lo que Joseph había aprendido en todo el tiempo que compartió con ella. Era particularmente reserveda y audazmente indescifrable. Y aquellas eran las características que llegaban a su mente siempre que la rememoraba.

Por lo qué, cuándo hubo un momento de vulnerabilidad, a Joseph le resultó difícilmente pasarlo desaparecido.

Dejó de lado su aire altivo y a "su novia", y se dirigió a dónde ella. Parecía desconcertada sentada sola en las escaleras.

—¿Qué hay? —Saludó suspicaz, con su entrecejo levemente fruncido por la actitud extraña que notó de Loreley cuándo se acercaba.

Pero ella sólo elevó los hombros, restando importancia al asunto.

—¿Qué tienes? —Una vez se ubicó a su lado, le costó ver los ojos oscuros de ella, pues parecía que su rostro era peso en toneladas. No levantó la mirada prontamente, sino hasta que Loreley sintió a Joseph enfocarla con más intensidad.

—¿Tú conoces a la novia de Evan? —Soltó sin más, elevando una de aquellas cejas estéticamente naturales que poseía.

—¿Qué novia? —Si Joseph hubiera ocupado la expresión, "desconcertado" en ese instante, apenas y sólo apenas, aquél término hubiese sido el indicado para mostrar que de verdad lo estaba.

Pues estaba experimentando un sentimiento cómo el que aparecía luego de que en las noticias informaran algo como: "una parte del país ha sido vendida", ó "estamos reviviendo a Michael Jackson".

Era increíble cómo sinónimo de "lo no creíble", sobre todo porque Evan la quería a ella.

Y por la cara que de seguro Loreley notó en Joseph, de inmediato supuso que él no sabía nada, por lo qué terminó resoplando un triste mechón de oscuro cabello.

—Supongo qué estamos en la misma sintonía, amigo —esperó un poco a qué Joseph siguiera sus palabras para continuar hablando—. Ayer no vine a clases, y vengo hoy y me enteró que Evan tiene una nueva novia, cuándo ni siquiera sabía que pretendiera a alguien.

—No te creo —Y fue lo único que Joseph le pudo responder.

Un tequila para olvidar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora