Noche de ronda

3K 70 4
                                    

¿Cómo era que se llamaba esa bebida que el cantinero le había servido?

«Chico, te presento a José Cuervo, el mejor compañero para el mal de amores».

Claro, el buen José. Leal y servicial en todo momento, el que no le fallaría y no le abandonaría. Sobre todo porque era la primera vez que lo acompañaba en sus penas.

Por lo normal él prefería las bebidas dulzonas como el whisky o el ron si es que de compañías se trataba pero en ese momento, guiado por la mano de un cantinero experto, y con aquella falsa idea de qué bebida era la más fuerte, se había dejado hacer por el tequila quemando su garganta con una actitud masoquista.

Pese a no creer que el tequila fuera más fuerte que el whisky, o que el whisky fuera más fuerte que el ron; su cerebro funcional le ayudó a recordar de la clase de biología, que por los niveles de azúcar y el tiempo de fermentación, el porcentaje de alcohol resultaba en algunos casos, ser el mismo. Por lo que no, no creía de aquellas falsas creencias...

-Eh, Vaselina ¿te sirvo otra ronda? -El apenas viejo cantinero que le había atendido anteriormente, puso la botella en frente de su cara en un despreocupado movimiento, sacándolo de su meditación y echando abajo su conclusión tan diligente.

-¿Vaselina? -¿Qué extraño apodo era ese? ¿Un recordatorio del buen trabajando peinado que había logrado el señor, o un chiste privado adoptado de hacía tiempo entre los cantineros? De todas formas, si era una indirecta para él de que debía peinarse, era un apodo muy poco ingenioso para alguien como aquel hombre tan compuesto; además de que en ese momento, su peinado era lo que menos le importaba.

-En todo caso sería Travolta, -corrigió el cantinero, pero aún así no entendió, ¿estaba hablando de la película? Porqué de ser el caso, él podría pasar de todo menos como integrante de la pandilla de los T-Birds, ni chaqueta de piel traía-. Ya sabes, "Oh Sandy, Can you see?" -completó cantando el hombre, lo cuál a él le sorprendió-. "I'm misery", te estás metiendo mucho en el papel de sufrido de Danny Suko.

-Que gran ingenio, amigo ¿se te acaba de ocurrir? -dijo seco una vez término de escuchar la explicación del señor cantinero, ignorando sus palabras sin tacto alguno y sacándole un gesto particularmente mosqueado.

-Muy bien princesa, ¿Vas a querer otro trago o te dejo morir solo? -quería sonreír ante el inocuo insulto del cantinero y afirmar otro consumo con la misma, pero se limitó a alzar su copita vacía de tequila y esconder su cara entre el arco de su brazo y antebrazo. Solo bastó de un segundo para que el cantinero llenara su vaso nuevamente hasta el tope.

-Vale, amigo, ¿Qué te tiene insoportable? Perdón, ¿inconsolable? -. Enderezó la cabeza nada más oír la pregunta. Rememorar el motivo por el cuál había acabado en un bar, le causaba un sentimiento de martirio en un recorrido de su cerebro hasta su corazón. Por lo que prefirió terminar de un sólo trago a José.

-Creo que la pregunta correcta sería, ¿Quién te dejó así?

-Entonces, salud por ella -dijo el cantinero, sirviendo más líquido flamante en su vaso otra vez vacío, ¿Cuántos tragos llevaba hasta ahora? Lo había olvidado, sin embargo no eran tres porque el líquido caliente hacía tiempo que ya no le quemaba la tráquea-. Venga, suéltalo.

¿Soltarlo? ¿Quería hacerlo tan siquiera? Por supuesto que sí, pero jamás lo aceptaría en voz alta.

-¿Qué te hace pensar que quiero contarte algo?

-Bueno amigo, no te hubieras sentado aquí si no querías que te escucharan en primer lugar-, señaló el hombre-. Había más mesas vacías por allá.

A decir verdad, era una gran observación. Desde que había dejado su casa cuando terminó su única botella de licor en la encimera, había esperado toparse desesperadamente con alguien que le escuchara. Necesitaba platicar su versión de la historia desde un enfoque menos despreciable. Hacerse el digno en ese momento se le daba fatal, más aún sabiendo lo que implicaba una visita a un bar lleno de hombres ebrios imprudentes; además, tenía que aceptar que no le quedaban opciones de alguien que le prestara sus oídos, todos sus conocidos ya le habían dejado claro su desaprobación y decepción. Hasta su mejor amigo.

Y vaya amigo. Tan siquiera José Cuervo aún no le daba la espalda todavía.

-Si te voy a contar, entonces dejame a solas un momento con mi nuevo mejor amigo José.-. Sin esperar respuesta del cantinero, tomó el cuello de la botella con determinación y comenzó beber de un fino hilo dorado.

Había escuchado que algunos se bebían las palabras, pero él lo que haría, sería embriagarse con las palabras.

Un tequila para olvidar ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora