Capítulo XXIX

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—¿Tu vida será así de miserable desde ahora? —preguntó el chico, interponiéndose entre la televisión y él.

—Estoy viendo la tele, Aaron. Muévete —ordenó y esquivó con la mirada el gran cuerpo de su amigo.

—¿Qué mierda te pasa? ¿Es por el niño?

Fijó su vista en los ojos del negro y frunció el ceño.

—¿Por qué supones eso? Ya pasó una semana. No es para tanto —exclamó y chasqueó la lengua.

—¡Por eso lo digo! Pasó una semana, una maldita semana en la que has estado echado en ese sofá sin hacer nada más que ver la tele —reclamó el negro con el ceño fruncido—. Tienes encargos, YoonGi. Ve a repartirlos.

—No quiero. —Se sentó mejor sobre el sofá y cruzó los brazos frente al pecho.

—¡Maldición! —se lamentó el chico mientras miraba el desgastado techo—. Levántate del puto sofá y dúchate, porque apestas. Luego irás a entregar toda esa mierda. —Aaron apuntó la mesa del comedor que estaban llena de distintas bolsas y cajas—. Después me acompañarás. Necesito decirte algo.

—No me digas qué hacer. Soy mayor, ¡maldito niño!

El chico dio un gran suspiro y cerró los ojos. Se rascó una ceja y YoonGi supo inmediatamente que intentaba controlarse.

—Me voy, YoonGi. Nos vemos en un rato. —Aaron tomó las llaves de su moto y salió de la casa.

Dio un gruñido y se dejó caer en el sofá mientras se pasaba las manos por el rostro con frustración. Luego se levantó y se dirigió al baño como le ordenó su amigo. Después de todo, el negro tenía razón; no se levantó de ese sofá en toda la semana.

Entró a la pequeña y desgastada habitación para mirarse al espejo, este estaba sucio y trizado en una de las esquinas por un estúpido golpe que le propinó Aaron en un arranque de ira. Miró su cabello, el cual otra vez parecía escobilla de baño. El color se destiñó y ya no era aquel verde agua que le obligó a llevar el peli-anaranjado mientras iba a la universidad. Universidad... JungKook. Todo eso ya era lejano para YoonGi. Ni siquiera mantenía contacto con el chico de pelo negro, ya que se encargó de cambiar su número de teléfono, así que el único recuerdo que le quedaba era el montón de pastillas que estaban sobre su armario. Bueno, ya no estaban sobre el armario.

Se agachó delante del lavamanos para abrir el mueble que se encontraba debajo y sacó el pequeño frasco que él mismo le quitó a JungKook. Lo volteó y tomó dos pastillas, cerró la tapa del frasco y lo volvió a meter en ese pequeño lugar húmedo y lleno de telarañas. Se impulsó con la ayuda del mueble y, mientras se afirmaba de este mismo con una mano, con la otra se llevó las pastillas a la boca para tragárselas sin necesidad de agua.

Miró el espejo unos segundos para luego sentir ese líquido ácido y asqueroso que subió por su garganta. Se acercó al inodoro para dejar caer las dos pastillas que anteriormente tragó junto con ese viscoso líquido amarillento que provocaron las pastillas del día anterior. Desde hace unos días que esos medicamentos lo llevaban directo a vomitar. No lo entendía, aunque quizás podría ser la falta de alimentos. Realmente no quería nada. No quería comer, ni bañarse, ni moverse. Lo que sí quería era evitar que ese risueño y molesto chico de cabello anaranjado apareciera en su mente.

Apretó los labios y tiró la cadena del inodoro para luego levantarse. Abrió la llave para dejar correr el agua de la ducha. En ese momento recordó que Aaron mencionó que quería decirle algo. Estuvo tan distraído que no se percató de ese pequeño detalle.

Se sacó la ropa con lentitud por el cansancio y se metió a la ducha sin siquiera comprobar si el agua estaba caliente, ni siquiera le importó, por lo que se sobresaltó cuando le llegó el chorro de agua fría sobre el cuerpo. Quiso llorar, de verdad lo deseó, pero no lloró en todos los días que constituyó esa semana y menos lo haría ahora, después de que pasaron siete días. YoonGi nunca lloraba.

Versus • || YoonMin ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora