2.- Decisión

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09:30, Martes 29 de Mayo de 1453. Constantinopla.

Todos los soldados contemplaban el desierto hueco de la muralla que las armas de asedio habían causado; nadie sabía lo que ocurría. Mi regimiento y yo nos dispusimos a ir al foro de Teodosio I, donde también arribaban los demás escuadrones. Allí me encontré con Alejo, el cual me dijo: ''Los otomanos desaparecieron nada más pisar el gran muro, amigo mío. Dios está con nosotros. Por tanto, podremos iniciar la reconquista balcánica y anatólica...¡y quién sabe si de toda Europa!''. Alejo era un joven egipcio alto, moreno, de cabellos largos, entusiasta y de grandes ambiciones, él siempre subía la moral cuando todo parecía perdido, y uno de mis mejores amigos sin duda.

Cinco minutos más tarde apareció Isaac.Traía malas nuevas con él, pues el audaz emperador había muerto en batalla: ''¡¿Pero cómo?!'', -exclamó Alejo, ''¿Cómo pudo ocurrir tal tragedia si los turcos no pudieron entrar?''. Isaac respondió: ''Nuestro estúpido emperador se dejó llevar por el furor de la batalla y salió de los muros, aniquilando así a sus cuatro mil hombres''. Isaac, en un pasado, tuvo trifulcas con Constantino XI.El verdadero apellido de Isaac era Paleólogos, y era el heredero ilegítimo, pero fue mandado a las guerras desde joven para mantener su mente fuera de la política.

Alejo y yo nos miramos.Pensábamos lo mismo. La sonrisa que Isaac esbozaba significaba claramente que era su oportunidad para ascender al poder. Los tres líderes militares nos reunimos con Justino y Ioannes en la columna de Eudoxia: ''-Parece que los fumadores de yerba turcos esos han vuelto al desierto donde nacieron.'' -dijo Justino.

Justino de Adana era un hombre rechoncho y satírico, modelo de los gordos y corruptos mercaderes venecianos, aunque lo consideraba un gran amigo.Era un bribón aunque nadie se podía cuestionar la habilidad en esgrima que tenía, pues era digna de admirar. ''Dios Todopoderoso te castigará por esas ofensas al enemigo'', -dijo Ioannes.

Ioannes Phocas era un hombre serio, con una gran cicatriz en forma de cruz ortodoxa; su frialdad a la hora de ejecutar enemigos le hacía temerario.

Juntos los cinco, nos dirigimos a la Basílica de Santa Sofía donde nos esperaba el Patriarca.














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