—Es un niño muy valiente, ¿no crees? —susurró Diana, apartando la mirada de mí mientras se quitaba la chaqueta y la bufanda. Comprendí entonces que quería olvidar lo que acababa de pasar; era demasiado orgullosa como para aceptar que acababa de llorar sobre mi hombro.

Realmente, era asombroso que no estuviera furiosa por haberla abrazado y haberla intentado consolar.

—Sí que lo es —afirmé mientras la miraba. Ella huía de mi mirada, y pronto comprendí que necesitaba estar sola—. Voy a subir para estar con Amalia. ¿Cuidarás de él?

Sus grandes ojos dorados se encontraron con los míos un instante, y asintió.

—Cuídala —susurró entonces mientras yo subía las escaleras.

No dije nada pues no podía ser de otra forma. Cuidar a Amalia era lo único que me importaba, y estaba deseando que por fin abriera los ojos...

Sobre todo, mi corazón empezó a latir de nuevo cuando escuché la única voz que había rezado por oír de nuevo:

  —Jake... 

* * * * * * * * * 

AMALIA.

Me negué a abrir los ojos hasta que el dolor se atenuó. Sentía como si me estuvieran gritando mil personas a la vez, no podía sentir nada a mi alrededor... Temblé mientras luchaba contra las náuseas a la vez que el olor de mi sangre se extendía por el aire. ¿Estaba herida? ¿Iba a morir?

Me atormenté durante largos minutos con aquellas preguntas, ya que mi cuerpo decidía no responder a mis órdenes. El dolor sordo empezó a disminuir, y solo entonces pude alzar mi mano para descubrir que la sangre salía de mi nariz. 

Cerré los ojos con fuerza y me limpié la sangre de la nariz con el dorso de la mano. No quería saber por qué sangraba, no quería saber por qué me dolía el cuerpo entero, no quería saber nada... Pero sin embargo, debía hacerlo.

Gemí profundamente mientras abría los ojos de nuevo e intenté recordar qué era exactamente lo que había hecho para acabar en cama... Cuando lo hice, me estremecí de miedo. Me incorporé lentamente en el colchón mientras sentía un sudor frío recorriendo mi espalda. Enric. Mi padre. Él había vuelto a controlarme.

Sin embargo, no era eso lo que más temía, sino que la última imagen que tenía en mi mente era la del cuerpo de Jake, sumido en un profundo sueño antes de caer en las garras de mi padre. ¿Le había hecho daño? ¿Habría sido capaz de asesinar a mi Compañero?

Tragué saliva mientras la garganta se me cerraba por el miedo. Sentí un profundo dolor con solo imaginarlo y me estremecí al pensar en ello. No podría seguir viviendo si algo le hubiera ocurrido a él, y mucho menos si hubiera sido yo la culpable. No me lo perdonaría jamás... Ni a mi padre tampoco.

Sin embargo, la esperanza volvió a mí cuando un aroma peculiar. Gimiendo de alivio, no pude evitar susurrar su nombre.

  —Jake...

Segundos después, la puerta de la habitación se abrió de golpe.

Sus grandes ojos negros me atravesaron como mil dagas, y agradecí cada una de ellas. Mis manos empezaron a temblar por su cercanía, mi sangre latió con fuerza. Le necesitaba a mi lado, ya.

  —Amalia —me mordí el labio para que dejara de temblar al escuchar mi nombre en su boca.

Me levanté de la cama rápidamente a pesar de que el mareo todavía gobernaba mi cuerpo. Jake me observaba fijamente como si no creyese cierto que estuviera delante de él; realmente, yo tampoco lo creía. Habíamos pasado demasiado tiempo sin estar juntos. 

  —Estás bien —susurré con la garganta ardiendo por las lágrimas y el miedo de perderle. Parpadeé varias veces para poder observarle bien; segundos después, estaba enterrada contra su pecho.

Le abracé con fuerza mientras sorbía mis lágrimas y dejaba que el miedo se desvaneciera. Ahora lo único que importaba era que estábamos juntos, aquí y ahora.

  —No voy a separarme nunca más de ti. Por ninguna maldita razón —me susurró firmemente contra el oído—. Te metes en muchos problemas cuando estoy lejos, nena.

Mi lágrimas aumentaron al oír el apodo con el que solo él me llamaba. Hundí mi rostro en su cuello y le di un suave mordisco en el hombro como advertencia.

  —Creo que eres tú el que se mete en problemas, lobo...

Él se rió de manera ronca. Pasó sus manos por mi nuca y me obligó a mirarle a los ojos, que brillaban de manera lobuna. Su tono fue ronco y feliz cuando habló:

—Y me meteré en muchos más si es lo que hace falta para que estés conmigo —pegó su frente a la mía mientras me limpiaba las lágrimas con los pulgares, un gesto que me derritió el corazón—. Total, alguien tiene que protegerme de mi idiotez, ¿no?


UN SUEÑO IRREAL. || LB#2 ||Where stories live. Discover now