Capítulo 3 - "Deseo morder esos labios"

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Mikaela le desata las manos a Yuu y lo toma entre sus brazos. Este reacciona y se molesta de nuevo.

---¡Bájame! ¿Acaso tú también quieres tocarme? ¡Bájame! –-Gritó mientras intentaba resistirse pero el rubio era más fuerte que él.

---Nunca haría nada que te lastime. ---Respondió en un tono seguro de sí mismo.

El pelinegro al escuchar esas palabras, no pudo evitar bajar la mirada y sonrojarse. Estaba muy cerca de él, Podía oler su embriagador perfume y sentír sus calientes manos sostener su cuerpo. El alcohol realmente activaba sus deseos más profundos.

---Mikaela... ---Yūichirō rompe el silencio tartamudeando su nombre.
---¿Que sucede?
---¿Vas a llevarme contigo?
---Sí. Te llevaré a un hotel de por aquí. Mi departamento está lejos y es tarde.
---Entonces... ¿p-por qué estas dando vueltas?
Fueron las últimas palabras del jóven antes de desmayarse y obligar al rubio a sostenerlo con más fuerzas. Ya estaba provocandole cierto estrés.

Al llegar al auto, Lo baja delicadamente y lo sienta en el asiento de acompañante. Abrocha su cinturón fuertemente y cierra la puerta para detenerse a explicar la situación a Yoichi quien había visto como un extraño se llevaba a su amigo inconciente en un auto de lujo y estaba preparandose para la pelea.

---Esta es mi tarjeta, ---le detiene---soy su jefe. estará conmigo esta noche, no te preocupes. ---Se dirige el apuesto jóven a Yoichi, provocandole un sonrojo por su aire autoritario.
---Confío en tí solo porque me han dicho que vieron como defendiste a mi amigo de un acosador. Pero te denunciaré si lo haces tú en su lugar. ---Le advierte y se despiden con cierto odio.

El castaño podia ponerse muy duro cuando se trataba de proteger a sus amigos.

El auto era muy elegante, estaba cubierto de cuero por dentro. y era negro por fuera, tenía pequeños pero notables detalles que le hacían saber a cualquiera que lo vea, que su dueño no era alguien común y corriente.

Ya se encontraban en la autopista.
Cuando se detuvo en el semáforo, Yūichirō abre un ojo a duras penas y pregunta.

---O-Oye... ¿Se me ven los calzon--- Antes de acabar con su pregunta, Su cabeza cae bruscamente. Se había vuelvo a desmallar.

---Mírate nada más...Cómo se nota, que no sabes tomar. ---Pensó el rubio.

El resto del camino, Mikaela se mantuvo en silencio. De vez en cuando, le echaba una mirada al joven que tenía al lado.

Sus cabellos tan brillantes, su piel tan blanca. Sus labios entreabiertos. Era conciente de que tenía una belleza prohibída a pocos centimetros de él.

---Que cómoda cama.---Espera. ¿¡cama!? Yūichirō se levantó de un salto. Amaneció en una habitación muy elegante, limpia y perfumada. Una gran cama con sabanas blancas de satén abrigaban su cuerpo.---Esto no es bueno. ¿Dónde estoy?---Se quedó observando unos minutos el lugar. Hasta que vio unas pastillas junto a un vaso con agua en la mesita de luz.
Junto a las pastillas había un cartel diciendo "Cómeme" y en el vaso otro diciendo "Bébeme". Llevó a cabo esas órdenes luego de pensarlo dos veces. Su cabeza aún se encontraba algo mareada.

---Mientras inclinaba el vaso en su boca, observa a Mikaela ingresar a la habitación, con ropa deportiva, sudado y algo agitado.

---Buen día. ¿Cómo te encuentras? -–Preguntó. Mientras se sacaba sensualmente la camisa dejando a la vista del pelinegro sus pectorales bien marcados, producto del ejersicio. ---Acción que hizo atragantar al jóven con el agua que bebía.

---Algo mejor...-Le respondió. Bajando la mirada. Hasta que sus ojos se abrieron de par en par y miró al que tenía en frente con expresión siniestra. Incomodando al Shindö.
---Tú...Me metiste en la cama.
---Pues, Así es. –le respondio algo extraño al responder una pregunta tan obvia.
---Entonces eso quiere decir que tú, Me quitaste la ropa y pusiste esta camisa.
---No tuve alternativa. Estabas completamente sudado.
---Y tú, ¿Has dormido en el sillón?
---No, Ahí mismo. –Respondió el rubio señalando el lado izquierdo de la cama.
---Oh dios, No puede ser. Acaso tuvimos...
---La necrofilia no es lo mío, Yūichirō.-–Respondió entre suspiros.
---Ya veo, ¿Entonces solo dormimos y ya?
---También fue algo nuevo para mí. –Agregó Mikaela, Acercándose con una pequeña bandeja portando unas galletas. ---Y Tú tienes que comer algo. Y este aceptó la ofrenda.
---Le pedí a Taylor que te comprara ropa.
---¿Quién es Taylor? –Preguntó el pelinegro aun teniendo la galleta en su boca.
---Es mi asistente personal. Y un gran amigo también.
---Oh, Lo siento, no tenías que hacerlo.
---Claro que sí, Tu ropa estaba salpicada de alcohol.

Cincuenta sombras de MikaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora