Capítulo 20

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20

—¿Os ha comido la lengua el gato?—Preguntó Ana con una sonrisa calmada, totalmente falsa que me ponía los pelos de punta.

Mi cabeza parecía haber desconectado el cable que la unía a mi boca. No encontraba la manera de explicarme. ¿Cómo le contaba que su secretaría y yo habíamos tenido una breve historia? Sabía que no le iba a gustar ni un pelo. Es más, apostaba por ello.

Miré de reojo a Susana. Tenía la cabeza gacha, mirándose la punta de los zapatos y las mejillas completamente rojas. Al oír como Ana inspiraba clavé mis ojos en los suyos y sin apartarlos le dijo a la chica:

—Susana, ve a ver como sigue Martín. Asegúrate que no le haga falta atención medica.

Acatando la orden la empleada se marchó sin levantar la vista del suelo, mientras su jefa y yo nos batíamos en un duelo silencioso. Ella permanecía serena, segura y arrogante. Yo me empequeñecía por momentos. Temía que pensara lo que no era, que todo se terminara. Y joder, nunca había sentido tanto miedo en mi vida como en ese instante. No quería perder a aquella mujer. No podía perderla. Ana se había instalado tan profundamente dentro de mí que la necesitaba para respirar.

El aire se volvió demasiado denso. Notaba como sus ojos me lanzaban miles de agujas.

—Fue una de tus chicas, ¿verdad?

Lo dijo totalmente sosegada, pero su voz la terminó delatando al final. Quería arrancarme la cabeza y probablemente también las pelotas. No la culpaba. Yo sabía quien era Susana, conocía la relación que la unía a Ana.

—No es lo que piensas—Traté de defenderme, o mejor dicho, justificarme.

—¿Qué no es lo que pienso? ¿Acaso sabes lo que pienso?—Se negaba a perder los estribos, pero su control iba mermando con cada palabra.

—Ana, solo fueron dos citas. No hubo más.

—¿Te acostaste con ella?—Directa al grano, ni siquiera preparó el terreno.

—No.

Mi historia con Susana fue demasiado breve. Yo no buscaba un polvo y ella tampoco. La había conocido por internet, donde nunca creí encontrar nada bueno. Tenía todo lo que me gustaba de una mujer, o al menos lo que me gustaba por ese entonces. Luego me di cuenta que lo que me gustaba iba coronada por un pelo rojo como el fuego, ojos verdes y una altivez fuera de lo normal.

—¿No pasó nada entre vosotros?—Inquirió recelosa. Claramente no me creía.

Carraspeé y bajé la mirada, dándole la victoria.

—Nos besamos. Una vez—.Remarqué las dos últimas palabras.

Mis ojos regresaron a los suyos al no obtener respuesta. Ana me observaba de una forma que podría destruirme muy fácilmente.

—Me mentiste—. Susurró, parecía no tener fuerzas.

—No, yo...

—Sabías quien era. Yo misma te enseñé una foto. ¿Por qué, Alekséi?

—Solo trataba de evitar esto. No quería que se rompiera.

Sonrió de la misma forma que sonreiría el diablo al arrancar un alma.

—¿Esto? Tú y yo solo hemos follado. Nada más.

El puñal fue directo, rasgando la piel y llegando directamente a donde pretendía. No podía decir eso. Ni siquiera podía pensarlo.

Probablemente nuncaWhere stories live. Discover now