Capítulo 14

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                                                                                                  14

Pasé foto a foto, cautivado ante la belleza que desprendía Ana en todas y cada una de las imágenes. La sensualidad en ella parecía ser innata; la sonrisa que se dibujaba en su boca volvería loco a cualquier ser en la faz de la tierra.

Me detuve en la que salía bajándose la primera manga del traje, sus enormes ojos verdes no miraban al objetivo, me observaban a mí con un hambre y deseo desmesurado. Deslicé los dedos por la pantalla, pensando en la veces que su piel rozaba la mía y las ansias podían más que cualquier otra cosa.

Recostándome sobre el espaldar de la silla del despacho de mi casa, me llevé el Whisky a los labios sin apartar la mirada de la fotografía. En mi cabeza resonaban preguntas que buscaban respuestas, pero que no encontraban ninguna. Irónico, pues con la pelirroja me pasaba igual. Tenía un centenar de cuestiones sobre ella y ni siquiera, la más tontas de las preguntas, había obtenido respuesta, como: ¿Cuál era su color favorito? Sí, era un estupidez, pero sentía una necesidad impetuosa por conocer cada detalle o secreto que custodiara Ana.

Smells like teen spirit me obligó a dejar de mirar la pantalla del ordenador y dirigirla al móvil. Arrugué el cejo al ver que mi madre era la remitente de la llamada.

—¿Madre?—Respondí angustiado por la hora.

—Hola, cariño. ¿Te he despertado?—Sonaba normal, ni un rastro de tristeza en su voz.

—No. Estaba...—Miré nuevamente el rostro de Ana y haciendo un esfuerzo sobrehumano cerré la tapa del portátil—... estaba despierto. ¿Estás bien?

Desde el otro lado de línea sonó y resonó un suspiro cansado. Pasaron unos segundos antes de que dijera:

—Se ha acabado. Hoy hemos terminado para siempre.

Asombrado me enderecé. Había perdido la cuenta de los meses en los que mis padres llevaban encadenado discusión con discusión. El divorcio se hizo eterno no solo para ellos, si no para todos los que le rodeaban.

—¿Ha aceptado todos los términos que exigías?—Pregunté sin poderme creer que Olge Ivánov diera su brazo a torcer.

—No. He transigido yo.

Poco faltó para que el teléfono se me cayera.

—Madre...

—Hijo, es la mejor decisión. Quería terminar con esto de una vez. Odiaba tener que verle y recordar que nuestro matrimonio se fue al deriva. Es lo mejor— Repitió, más para ella que para mí.

Comenzaba a sentir cierto aborrecimiento por mi padre. No solo le había sido infiel a mi madre, si no que en el divorcio se llevaba gran parte de lo que ambos habían construidos. Oleg no habría sido ni la mitad de lo que era gracias a mi madre. Papá siempre era la cara en los negocios, pero Faina era el cerebro.

—¿Tú estás bien?—Inquirí con el corazón en la mano. En ese momento, más que en ningún otro, me hubiera gustado abrazarla.

Inspiró hondamente y contestó:

—Lo estaré. Por lo pronto venderé la casa de Moscú y me buscaré un lugar más... pequeño en el que vivir. Y luego...—Pareció pensarlo antes de añadir:—Me gustaría ir a visitarte.

—Mi casa es tú casa. Ya lo sabes.

—Gracias, cariño—. Ambos nos mantuvimos en silencio, hasta que fue mi madre la primera en hablar—¿Y tú como estás? ¿Qué tal la vida por España?

Probablemente nuncaWhere stories live. Discover now