5.- Un gato bizarro.

196K 15.3K 11K
                                    

Dean se creía ninja esa tarde, según sus cálculos, la señora Margaret Brooks a esa hora le tocaba hacer ejercicio, él recordó cuando no tenía celular y su hobbie por las tardes era espiar a sus vecinos, en su mente se volvió a producir el desagrado de ver a una anciana mover el "bote", su flácido trasero le dejó un trauma al pobre chico, pero él se lo buscó, por andar de fisgón.

Sin embargo, esta vez lo tenía que soportar, era la única manera de entrar a esa casa. Miró por la ventana y vio a la señora usando una caminadora mientras escuchaba música de rock & roll a todo volumen. Era ahora o nunca.

Dean se colocó guantes de textil para no dejar huella y se asomó a su jardín trasero, respiró hondo y se llenó de valentía.

Cruzó sigiloso la cerca que separaba ambos hogares, entró de puntillas, e hizo poses ciertamente extrañas cuando estuvo en territorio ajeno.

Sí, definitivamente el sueño frustrado de Dean era ser Ninja.

Y en un momento de tensión, tenía tantas ganas de reír, no sé, le parecía asombroso, aquella aventura se la contaría a sus nietos.

También pasó por su mente hacer travesuras, pero se contuvo, tenía que ser cuerdo por una vez en la vida.

Abrió lentamente la puerta que deslizaba la cocina y notó que todo estaba cubierto por manteles bordados, la mesa, las fundas de silla, los aparatos electrodomésticos.

Volteó hacia su derecha y alzó un mantel rosa, encontró el dichoso horno de microondas, brincó de felicidad y lo enchufó. Sacó de su chaqueta deportista un paquete de palomitas y lo acomodó como decía en el instructivo, presionó el botón "Palomitas de maíz" y comenzó la cuenta regresiva, el horno provocó un estrépito, pero no se escuchaba por la música alta que provenía del cuarto de gimnasio.

Mientras se cocían las palomitas, Dean bailaba, el sonido que emitía el maíz botando era para festejar que todo salía bien. Los granos explotaban y explotaban.

Terminó el proceso y extrajo el paquete, inhaló el delicioso olor a mantequilla, se saboreó las palomitas y decidió marcharse otra vez por el jardín.

En ese momento se terminó la canción de rock & roll y se logró escuchar las pisadas de Dean.

—¿Quién anda ahí? —preguntó la señora de la casa.

A Dean le dio escalofríos, y se escondió atrás de la barra de desayunos.

—¿Jorge, eres tú? —volvió a preguntar.

—No, yo estoy en el baño.

El chico se asustó ¿El señor Jorge está aquí? ¿Qué no debería estar trabajando? Changos, tienen pensiones, lo he olvidado. Pensó Dean.

—Cariño, ¿hay abajo alguien más?

—Que yo sepa no, al menos que sea otra vez ese estúpido gato.

¿Gato? ¿Soy un gato?

Estoy harta de ese animal, hazme el favor de matarlo.

Dean creyó que estaban bromeando, los Brooks se veían inofensivos, con caritas de ángeles, pero de ángeles feos.

—Enseguida mi amor—se escuchó el inodoro. Y el señor Jorge se dirigió con dificultad al garaje, sobando su espalda.

Dean rió pensando que se había salvado pues había ido al lugar equivocado, pero no tardó en regresar con un rifle el cual se escuchó cargar.

—Te llegó la hora, estúpido gato —Jorge apuntó hacia donde se escuchara el mínimo sonido.

Por los calzones de Buzz Lightyear de Dean, no hay gatos aquí, él será fusilado.
Dean se daba por muerto.

¡No desconectes el Internet! | EN LIBRERÍAS ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora