CINCUENTA Y SIETE

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Louis abre la taquilla, saca su mochila y mete en ella algunos libros al azar sin pararse a pensar a qué asignaturas corresponden y cuáles de ellos le harán falta. Por probabilidad, quizá acierte al menos con uno. Laia espera a su lado tratando de ocultar la sonrisa de estúpida que ocupa su cara. Le ha costado pero, como es comúnmente dicho, más vale tarde que nunca y siente una liberación interior que es incapaz de describir. Ya está, ya ha terminado su quebradero de cabeza y el sufrimiento del chico. Desconoce lo que pueda pasar a partir de ahora y lo que ocurrirá con el tiempo, pero no quiere ni va a permitirse pensar en algo más que no sea en el momento.

-Ey -El chico llama su atención al verla abstraída, en otro mundo. Desliza los dedos por la mejilla de ella, con dulzura, y se coloca la mochila al hombro tras cerrar la taquilla de un golpe-. ¿En qué pensabas?

-¿Bromeas? En qué no pensaba, querrás decir.

Louis sonríe, aún asimilando el repentino cambio de opinión de la chica. Le ha cogido totalmente por sorpresa, tanto que no expresa su felicidad como querría. Siente como si no fuese real.

-No hay nada en lo que pensar -le dice-. Vámonos antes de que se den cuenta de que no estoy y vengan a buscarme.

Ella hace lo que le dice, andando a su lado pero guardando una cierta distancia. Louis nota su actitud ligeramente vergonzosa y le facilita la situación siendo él quien toma la iniciativa del acercamiento. La rodea con el brazo por la cintura, estrechándola contra él. Un gesto suficiente para darle la seguridad que le falta de que todo irá bien. Simplemente tienen que ser ellos. Con este método les ha ido bastante bien hasta la fecha.

Ya en la puerta, se aseguran de que no hay nadie cerca. Todos los alumnos y profesores, incluso el conserje, se encuentra presenciando la final del torneo, una final que tendrá que jugarse sin su presencia porque ha preferido tener otra compañía. Atraviesan la salida a paso ligero, casi corriendo para no ser descubiertos.

-Vamos a meternos en un lío. -Laia sonríe una vez que se ven en libertad.

-Ya me da igual. -El chico coge su mano por la acera, sin dirgirse a un destino concreto.

Jeremy los ve alejarse juntos, de la mano, desde la puerta. En contra de su voluntad, no hace nada para impedirlo, de momento. Pero, desde luego, no va a permitir que esos dos se rian de él en sus narices.

***

-¿Dónde se ha metido esta chica? -Resopla por llevar cargando su mochila por todo el instituto. Pero ¿dónde está? ¡Debería estar ya en la cuarta clase!

Andrea para en medio del pasillo, dejando caer la mochila de Laia en el suelo. Disimulando como buenamente puede, saca su móvil y marca el número de su amiga. Observa cuidadosamente que ningún profesor pasa en ese momento por la zona mientras suena un bip tras otro. De pronto, se percata de la vibración proveniente de la mochila. Rebusca en el bolsillo exterior y aparece el iPhone de Laia.

-Estupendo -farfulla colgando la llamada. Su amiga no aparece por el instituto y no se ha llevado su teléfono móvil. Esto ya supera lo extraño.

Unas zapatillas deportivas se acercan en su dirección. Andrea levanta la cabeza, haciendo un gran esfuerzo, hasta verle la cara a Isaac.

-¿Has visto a...? -preguntan los dos a la vez, y se quedan mudos por la coincidencia.

-¿Laia? -le pregunta ella.

-Louis -responde el rubio.

Ambos entornan los ojos de inmediato y asienten como si todo cobrara sentido.

-Claro -responden al mismo tiempo otra vez. Se sonríen el uno al otro, la chica de ojos esmeraldas se carga la mochila al hombro y continúa su camino a su aula correspondiente.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora