TREINTA Y NUEVE

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-¿Te vale esto? -Louis le tiende un pantalón corto de color gris y una camiseta negra con letras blancas.

Ella asiente, en silencio, y coge la ropa que le ofrece. Él se queda parado en medio de la habitación y luego reacciona.

-Perdón. Será mejor que salga para que puedas cambiarte -le dice y seguidamente cumple sus palabras saliendo y cerrando la puerta tras él.

Laia empieza a devestirse lo más rápido que le permiten sus brazos. No puede oirlo ni verlo, pero sabe perfectamente que está esperando justo detrás de la puerta, y le pone nerviosa. No quiere ni imaginarse que entre y la pille medio desnuda. Aunque no sería la primera vez, se recuerda a sí misma. Tiene que aclarar ese asunto también. Se apresura a meterse la camiseta por la cabeza e inevitablemente se toma unos segundos para olerla. Intenta hacerlo tan deprisa que está tardando aún más. Se dejará el sujetador puesto aunque le incomode. Finalmente se sube el pantalón y deja la ropa que se ha quitado sobre el escritorio, porque no ha encontrado mejor sitio donde ponerla.

-¿Ya estás? -pregunta Louis desde fuera.

-Sí -responde. Justo a tiempo.

Él vuelve a entrar cauteloso, evitando ver cualquier cosa que no debería ver, hasta que se asegura de que todo está en orden. Atraviesa la habitación sin decir nada, pasando por su lado, y se acerca al armario. Se sienta sobre la cama y comienza a quitarse las zapatillas. Ella se queda allí parada sin saber muy bien qué hacer, por lo que decide meterse ya en la cama. Se recuesta tapándose con el edredón y entonces Louis empieza a reírse en voz baja.

-¿De qué te ríes?

-De que te has puesto la camiseta al revés -responde de espaldas a ella y aún quitándose el calzado.

Laia rueda los ojos con fastidio y sorprendentemente se da cuenta de que es cierto. Le había dado la sensación de que el cuello de la camiseta le ahogaba un poco. Claro, ahora entiende. Las letras que deberían ir por delante, las tiene en la espalda. Aunque se pregunta cómo se ha dado cuenta él, si no la está viendo.

-No te des la vuelta -le advierte mientras se quita la camiseta a toda velocidad y se la vuelve a poner al derecho. Él levanta los brazos en un gesto inocente y, efectivamente, no mira.

Louis acaba con las zapatillas y se levanta quitándose su camiseta. La deja caer al suelo. Ella mira al techo, aunque puede verlo de reojo.

-¿Por qué me has dicho lo de antes?

«Ay, no...»

No quiere hablar de eso. Tal vez no debió hacerlo. Pero piensa que ha sido más bien una tontería. Solo le ha dicho que le parece guapo, y ya está. Aunque no haya sido el mejor momento para hacerlo.

-Porque te lo cuento todo, y creo que ese era el único secreto que me quedaba por desvelarte -le contesta sorprendida de ella misma por haber encontrado unas palabras acertadas para responderle.

Louis se pasea sin camiseta por la habitación y coge su mochila. Ella evita mirarlo a toda costa y se maldice por caer en la cuenta de que mañana hay clase.

-No me lo cuentas todo -niega sonriendo y vuelve a atravesar la habitación-. No me cuentas cuando vas al baño, o cuando tienes problemas gastrointestinales. Ni cuando tienes la regla... -Se para al ver su cara roja de sorpresa y suelta una carcajada. Después se pone más serio-. Tampoco me cuentas lo que sientes ni lo que piensas acerca de esto.

No le responde. Se queda callada sin saber qué decir. Quiere preguntarle a qué se refiere con «esto» pero el caso es que lo sabe perfectamente. Ni ella misma sabe lo que siente o lo que piensa, por lo que no puede contestarle.

¿Y si te digo que te quiero? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora