-¿Te duele? -Escuché su voz, y negué aunque sí que mi dedo palpitaba.

-¿He hecho algo mal? Te has alejado de mí estos días, y no sé por qué... -Lauren se quedó en silencio mientras sus manos acariciaban las mías suavemente. -Si es porque soy ciega, dímelo, estoy acostumbrada a eso... -Escuché a Lauren sorber por la nariz, sus manos estaban congeladas y apostaba lo que fuese porque tenía fiebre.

-Estabas con ese chico, y yo... No quería molestarte. Es mucho mejor estar con un chico, es más normal. -Suspiré negando, apoyando una mano en la pared.

-Le dije que me gustaba otra persona. -Me encogí de hombros, sintiendo sus brazos rodearme, y sus labios besar mi mejilla con suavidad.

-Lo siento. Soy estúpida...

-No, eres muy insegura. -Dije subiendo las manos a sus mejillas. Estaba ardiendo, y rápidamente me alarmé. -¿Todavía sigues con fiebre?

-Ajá. -Comenzó a toser y aparté las manos de su cara.

-¿No has ido al médico? -Su mano se puso en mi cintura, y me condujo hasta la silla, sentándome con cuidado.

-No me importa eso ahora mismo. -Su voz estaba tomada, y parecía necesitar respirar profundamente antes de soltar una frase completa. -¿Recuerdas la chica por la que me detuvieron? -Su mano se puso sobre la mía y me guio hasta tocar algo, creo que eran patatas fritas, y me soltó. Palpé un poco y me acerqué una a la nariz, sí que lo eran, así que mordí un poco escuchándola.

-Ajá. -Asentí, escuchando el sonido de su nariz sonándose.

-Vive con un montón de gente en su casa, y estaba allí para darle algo mejor a sus hermanos, ¿sabes? -Di otro pequeño mordisco a la patata pero la solté en cuanto escuché aquello. -Le di mis regalos de Navidad, tampoco era mucho, pero... No sé cómo ayudarla, quizás tú -comenzó a toser de esa forma ronca, seca, de la que dolía cuando tosía. Lauren se aclaró la voz un momento, y supuse que estaba bebiendo agua. -Mmh... Quizás tú podrías ayudarme.

-Yo tengo ahorros, y tengo el dinero que me dio mi abuela por Navidad. No lo necesito, se lo daré. -Dije decidida, toqueteando una servilleta entre mis dedos de forma nerviosa.

-No creo que eso sea mucho. -Lauren rio un poco, tampoco mucho, porque volvió a sonarse la nariz.

-No te voy a decir el dinero que tengo en mitad de la cafetería... -Ella se quedó en silencio, y escuché algunos suspiros. Lo que tenía claro, es que Lauren no podía seguir allí.

Mi madre nos recogió una hora antes de salir, y Lauren era demasiado tozuda, así que dijo que quería ir a casa de su abuela. Esta vivía en Minnesota, pero tenía una pequeña casa en Vancouver no muy lejos de donde nosotros vivíamos y Lauren tenía la llave. Decía que iba allí a pintar, a escribir, a pasar el rato, y relajarse.

Según Lauren, podían verse las montañas nevadas, me gustaría poder verificarlo. Escuché la chimenea crepitar, y sus manos me guiaron hasta el salón.

-¿Qué te trajeron por Navidad? -Pregunté intentando buscar a Lauren, que merodeaba delante de mí, pero acabó por sentarse a mi lado.

-Una bufanda, un libro y colonia. -En comparación conmigo, que me habían regalado un montón de ropa, discos de música, entradas para Ed Sheeran y un ordenador especial. -¿Y a ti?

-No importa. -Respondí, rozando su pierna con la mano. -Traje el dinero. -Toqué el sofá hasta llegar a mi mochila, deslizando mis dedos para atrapar la cremallera y abrí la maleta, cogiendo del fondo mi cartera. -Son trescientos dólares.

-¿¡Trescientos dólares!? -Solté una risa tímida, asintiendo. -Wow, eso podría ayudarles mucho, yo sólo tenía cincuenta dólares, me siento mal.

coldWhere stories live. Discover now