Una historia Divergente

Divergentes

- Bien. – respondo. Reprimo el impulso de gritar y de pegarles a todos, así que me dirijo a Cuatro y lo levanto de su chaqueta y luego a Ariana. – Acompáñame. – le digo a uno de los guardias. No podríamos escapar ahora mismo, sería estúpido.

La sede de Abnegación no está muy lejos, tal como indicó Eric, así que llegamos pronto. Voy tras ellos, e incluso tras el policía que los cuida. Podría dispararle... tomo el arma y la apunto contra él, debo ser rápida, antes de que se voltee y me dispare.

- Adelante. – me dice alguien en la puerta, antes de que pueda ejecutarlo.

Levanto mi cabeza y hemos llegado a la sede. Maldita indecisión. Me adelanto a ellos dos y entro al pequeño despacho: un escritorio, un ordenador y dos sillas vacías, lo conforman. Jeanine está sentada detrás del escritorio, hablando por teléfono y cinco guardias están esparcidos por toda la habitación.

- Bueno, pues envía a algunos de vuelta en el tren. – dice al teléfono. – Tiene que estar bien protegido, es lo más importante. – levanta la vista y clava sus ojos en mí. – Tengo que irme.

- Lamento interrumpir, Jeanine, pero me temo que traigo a dos rebeldes divergentes.

- Me gusta tu eficiencia. – Sonríe. – Confiaré más seguido en las decisiones de Eric. – me hago a un lado y se acerca a ellos dos.

Me siento enferma, pero aquí no hay manera de salir viva. Jeanine se quita las gafas y las deja en el escritorio, con toda la parsimonia que amerita el caso y exhala.

- Lo tuyo. – dice a Ariana. – Me lo esperaba. Hubo muchas pruebas este año que resultaron "erróneas", y entre esas estaba la tuya. – sonríe. Y, entre esas erróneas, iba la mía también. Si Jeanine sabe de Ariana, debe saber de mí, también. Ella no se va a dejar engañar por Eric. – Pero lo tuyo, – dice, señalando a Tobias. – Cuatro... ¿o debería llamarte Tobias? Tú conseguiste eludirme. Todos tus datos encajaban: la Prueba de Aptitud, las simulaciones de iniciación... pero, aquí estás a pesar de ello. – junta las manos y apoya la barbilla en ellas. – Quizás, puedas explicarme cómo es esto posible.

- Tú eres el genio. – responde Tobias, serio, tal como lo conocí. – ¿Por qué no me lo explicas tú?

- Mi teoría es que en realidad, tendrías que estar en Abnegación. – contesta sonriendo. – Que tu divergencia es más... débil.

Sonríe con más ganas. ¿Por qué no puedo ser impulsiva, como siempre? Tori dijo que siempre caigo parada, cuando de impulsos se trataba, y que por eso hablaban de mí... es posible que por eso Eric me haya nombrado líder o tan solo porque... quería ver si, era capaz de traicionar a mis amigos.

- Tu razonamiento deductivo es asombroso. – suelta Tobias. – Estoy adecuadamente impresionado. – Ariana lanza una mirada de reojo, pero le gana su gesto de dolor. Quiero sacarlos de aquí, mas no encuentro la oportunidad de hacerlo. – Una vez verificada tu inteligencia, a lo mejor decides matarnos de una vez. Al fin y al cabo, todavía te quedan unos cuantos divergentes por matar. – dice, viéndome.

Jeanine no me ve, solo sonríe viendo al escritorio y tensa su mandíbula. Ordena una pluma al lado de unos papeles y luego se pone de pie, elegantemente. Lleva un vestido azul, ajustado a su cuerpo, desde los hombros, hasta las rodillas. Pero, me distrae un movimiento de Ariana, Tobias la sujeta por la cintura. Está débil por la sangre que ha perdido o el dolor que ha dejado la bala.

- No seas tonto, no hay prisa. – dice Jeanine, y pasa de largo de mí, para ponerse frente a ellos. – ¿Para qué quiero más divergentes por ahora? Con ustedes dos es suficiente. Verán, durante un tiempo me desconcertó bastante que los divergentes fueran inmunes al suero que había desarrollado, así que empecé a trabajar para solucionarlo. Creía que lo había hecho con el último lote, pero ya estaban repartidos e incluso inyectados cuando tuve el informe final. Tomé eso como ventaja, pues me dejaría ver quiénes eran divergentes y quiénes no. Por suerte, tengo otro lote listo para hacer la prueba.