La Valla

514 38 4
                                    

En nuestra mesa, hay frutas, salchichas, pan, huevos y un aderezo. Todo está delicioso. A medio desayuno, quince minutos después de habernos sentado, decido regresar a la habitación para llevarle a Ariana algo de comer. Tomo dos trozos de pan y les unto mantequilla, también llevo un vaso de jugo de naranja. Quedamos con los chicos, que nos juntaremos en las vías del tren. Cuando abro, veo a Ariana, recién salida de la ducha. Espero a que se vista, para llegar a su cama. Una vez vestida, le doy el desayuno y me dedico a atar las cintas de sus zapatos. Luego, le cepillo el cabello y lo amarro en una cola de caballo. Son las 7:50, según el reloj de la habitación. Así que la maquillo para ocultar un poco sus golpes.

- Mírate. – le muestro el resultado.

- Gracias, casi no se ven. – sonríe.

- Bien. Ve a lavarte los dientes y nos vamos.

- Está bien. – se levanta con dificultad. Mientras ella regresa, ordeno su maquillaje y su valija. Cuando está de vuelta, es mi turno de ir. Guardamos todo, y apagamos en cuanto voy a cerrar la puerta.

Cuando salimos, son las 8:00. Hago que camine rápido, a pesar de que sé que le cuesta, pero lo hace. Llegamos casi a cinco minutos de que pase el tren. Cuando estamos llegando, Will y Al nos toman del brazo a cada una, apresurándonos. Todos ya están ahí, incluso Cuatro y Eric. El sol está brillante, hace un día hermoso.

El tren llega y corremos para subirnos. La primera vez que me subí a este tren, Peter iba a mi lado y me hacía correr. Me tomó de la mano y luego cuando estábamos arriba, me abrazó.

Ariana sube con dificultad, pero Will la ayuda; hace muecas con cada movimiento. Peter la observa desde lejos y voltea la cara. Vamos todos en el mismo vagón. Eric se ha quedado en el complejo.

- ¿Estás bien? – le pregunto a Ariana, agachándome pues se queda sentada en el suelo del tren. Ella afirma con la cabeza, agitada. Me siento a su lado, Will y Al, me imitan.

Cuatro se pone en la puerta del vagón, sosteniéndose de los asideros e impulsa su cuerpo hacia fuera, deteniendo sus pies dentro del tren. Más allá de él, el paisaje únicamente va pintado por edificios en ruinas, una que otra nube y el viento que hace ondear la camiseta de Cuatro. Volteo a ver a Ariana para preguntarle algo, pero sus ojos están perdidos en el pecho del instructor. Hay un silencio que inunda todo el vagón.

- ¿Qué crees que hay más allá? – le pregunto a mi amiga, quien sale de la camiseta de Cuatro.

- ¿Cómo? – pregunta, extrañada.

- Más allá de la valla. – señalo hacia la puerta. – Detrás de todos esos edificios.

- ¿Más edificios? – contesta riendo.

- ¿De qué protegemos esta ciudad? – pregunto, apreciando el paisaje de edificios. – ¿Nunca se han preguntado eso?

- Yo creo que solo hay más edificios... y quizá uno que otro ser humano desperdigado. – me dice Al.

- ¿Crees que somos los únicos en el planeta?

- Según decía papá, – comienza Will. – Luego de la Guerra, todo ser humano que sobrevivió, se vino a Chicago. Supongo que no debe existir nadie.

- Entonces, no tiene mucho sentido que tengamos una valla y que no nos dejen salir, ¿no crees? – Cuatro voltea de reojo.

- Pero, todos crecemos con la idea de que allá afuera es peligroso y que, si sales no vuelves a entrar. – dice Al.

Una historia DivergenteWhere stories live. Discover now