Eric

534 39 18
                                    

Como era de esperarse, Eric ya está ahí, esperándome firme y de brazos cruzados. Cierro la puerta y suspiro desesperada.

- Ni me digas. – empiezo y me acerco poco a poco, con mis manos metidas en los bolsillos del pantalón. – Estás enfadado conmigo porque vine tarde, además me vi ridícula peleando con Peter... ¡ah, y por si eso fuera poco! – hago un ademán, levantando mis manos. – También estás enojado porque no te di gusto dejándome caer en el Abismo, ¿cierto? Dime, Eric... o, perdón... líder de Osadía, ¿cuándo ejercicio debo hacer hoy? – cruzo mis brazos. Estoy frente a él. Eric me sonríe, como si le hubiera leído la mente. – Ya había extrañado tus castigos, para ser... sincera. Porque, te prometo que hasta llegué a creer que por fin, estaba haciendo todo bien. Es bueno ver que aún me falta un poco de crueldad para ser como tú.

- Hablas mucho para lo mínimo que haces, Maud. – dice, como si estuviera cansado o aburrido de la plática. – Te reto. – dice, y su semblante cambia, sus ojos azules tienen un brillo que antes no estaba. No me gusta para nada su expresión. – Pelea conmigo, ahora.

- ¿Qué? – le pregunto, atónita. Si peleo con él, me matará de un golpe. Intento reír, para sonar despreocupada.

- ¿Tienes miedo, iniciada?

- El miedo es para cobardes. – respondo, manteniendo mi imagen relajada.

- ¿Qué estás esperando entonces? – me dice con su fuerte voz. - ¡Sube a la arena, ahora!

Siento una insinuación de miedo dentro de mí. Detesto que me griten. Le obedezco, sin embargo y él va a mis espaldas. Me volteo y está en posición para pelear. Su rostro endurece ciertos rasgos que a veces me parecen suaves y atractivos, Eric parece enojado. Cuando menos lo imagino, lanza un puño hacia mi rostro y logro esquivarlo por puro reflejo. Lanza otro y vuelvo a mover mi cabeza. Tengo qué observar dónde está dejando descuidado, pero con tantos puños viniendo hacia mi rostro, me es imposible concentrarme en otra cosa. Esto es una táctica de pelea: atacar a mi enemigo sin descanso, para que no tenga tiempo de darse cuenta qué áreas descuida. ¿Qué áreas estoy descuidando yo? Mi abdomen, los costados y piernas. Me inclino al siguiente puño. Él descuida su abdomen y me aventuro a golpearlo. Él me detiene.

- Eso sería una estupidez, iniciada. – subo mi mirada, él suda, sigue serio y está agitado. – Le bastará a tu enemigo con tomarte de la cintura y estrellar tu cabeza contra el suelo. Por algo tienes tus piernas y mis costados están descubiertos. – ¿Eric me está dando concejos para pelear? Suelta mi puño y me compongo. – De nuevo, posición. – ambos protegemos el rostro.

Ataco primero, hago como que lanzaré un puño, él protege su rostro y aprovecho para lanzar una patada en su costado, que es duro como pegar al saco de arena. Lanza un puño y lo esquivo. Nos volvemos a alejar; estoy dispuesta a ir contra su abdomen, así que intento dar con mi hombro. Pero, él hace lo que me ha advertido, anteriormente. Me abraza por la cintura y me voltea, mi espalda está contra su abdomen, mi cabeza señala hacia el suelo y en cualquier momento él puede estrellarme. Me tenso y trato de patear su cabeza, pero él se aleja y sujeta mis piernas con la otra mano. Quedo inmovilizada, aunque tengo mis brazos, no puedo pegar hacia ningún lado. Toda la sangre se me va hacia la cabeza.

- ¡Suéltame! – le rujo.

- Te dije que no hicieras eso, porque esto iba a pasar. – dice, pacientemente.

- ¡Será tu culpa si vomito! – levanto mi cabeza y trato de buscar su rostro. Él sonríe. – ¡Bájame, idiota!

- ¿Te ha pasado que se te presenta la oportunidad de deshacerte de alguien y no la quieres desaprovechar?

Una historia DivergenteWhere stories live. Discover now