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—994 de la avenida Clavel, en Bronx. Aquí es, señorita— Avisó el chofer. Rosalyn abrió los ojos, joder, se estaba quedando dormida. Se fijó por la ventana. Era una casa de dos pisos, color durazno. Estaba completamente enrejada. Tenía algunos árboles en el patio. No era ni muy exagerada, ni muy pequeña. Parecía una residencia normal, pero era una casa realmente bonita.

—Gracias, aquí tiene— Le pagó. Abrió la puerta y se bajó del auto. Se acercó a la cajuela para sacar sus bolsas. El chofer se acercó a ella.

—Bajaré sus bolsas— Dijo él, de inmediato. Empezó a bajar las bolsas de ropa. Las dejó sobre la banqueta, le regaló una última sonrisa cortés y se marchó de ahí, arrancando su taxi. Rosalyn tomó las bolsas en sus manos, pero se dio cuenta de que eran demasiadas para sostenerlas con ambas manos. Siguió tratando, hasta que una voz masculina se hizo presente.

—Oh, no...— Habló con voz suave. —Permíteme ayudarte con eso, por favor— Pidió. Rosalyn alzó su mirada y lo vió. Ahí estaba... el 'viejo' amigo de Justin. Que en realidad, no tenía nada de viejo. Tenía escasos 23 años, quizá uno menos o uno más. Estaba realmente joven. Era ligeramente moreno, cabello negro, peinado hacia arriba. Lindos gestos. Le mostraba una bella sonrisa, blanca y enorme. Era alto, aún más alto que Justin. Era de hombros y espalda anchos. Era más corpulento que Justin, pero nada exagerado. Debía admitir que... era guapo. Mucho en realidad.

—Ho... hola— Susurró ella. —Tú debes ser Taylor— Dijo con voz más fuerte, sin apartarle la vista. El asintió.

—Ese mismo— Dijo sonriente. —Taylor Lautner, mucho gusto— Estiró su mano, para presentarse. Ella la estrechó amablemente. —Tú debes ser Rosalyn— Dijo él, soltándole la mano.

—Rosalyn Mester... un gusto también— Dijo, ligeramente apenada, por su sonrisa que no se borraba. —Me da pena estar aquí... pero es que...— Él la interrumpió.

—Oh, nada de eso, Rosalyn— Dijo él rápidamente. —Justin me avisó lo que ha pasado. Créeme que somos grandes amigos desde hace mucho tiempo. No hay problema. Vamos adentro, te mostraré la casa— Dijo él amable. Ella asintió y cargó unas cuántas bolsas. —Eso no, las llevaré yo— Advirtió. Ella solo asintió y le devolvió la sonrisa. Taylor sujetó todas las bolsas y ambos se metieron a la casa. Era muy espaciosa por dentro. Tenía una bonita sala y cocina. El comedor era de madera. Todo muy elegante y rústico. —Por favor, siéntate— Dijo él, dejando las bolsas junto a la escalera. Rosalyn hizo caso y se sentó en el sillón. Taylor se volvió hacia ella. —¿Deseas tomar algo?— Preguntó.

—Ah... sólo agua, por favor. Estoy sedienta— Se lamentó. El sonrió.

—Si, claro— Se acercó a la cocina y le sirvió un vaso con agua y hielo. Regresó. —Aquí tienes— Se lo entregó y se sentó en el sillón frente a ella.

—Gracias— Dijo ella, dándole un buen trago.

—Y bien...— Dijo él. —Lamento que... esto esté pasando, ya sabes... Richard— Dijo, apenado. Rosalyn dio un suspiro y sonrió fingidamente.

—Si, lo sé. Es... horrible... realmente horrible esto— Se lamentó muchísimo. —Pero, no me gustaría hablar de eso. Mejor... cuéntame, ¿De donde conoces a Justin?— Preguntó.

—Uh... hace un par de años. Verás... yo trabajaba en una compañía de autos. Justin rentaba y compraba varios ahí. Era mi cliente y se convirtió en mi amigo. Trabajaba ahí porque mi padre es el dueño. Tenía 19 años entonces. Ahora tengo 25. Le llevo por 5 años a Justin, pero siempre fuimos como hermanos. Realmente lo considero mi hermano menor. Siempre quise sacarlo de... tú sabes... los 'negocios' que hacía con su padre, y toda esa mierda de vida. Pero nunca lo conseguí. Hasta ahora, veo que tú has logrado lo que yo no conseguí por años... así que, felicidades— Contó. Ella sonrió enormemente.

Detrás de los Mester. 1temOnde histórias criam vida. Descubra agora