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Justin permanecía frente a su laptop en la mesa de la cocina. Podría estar todo el día ahí, de cualquier forma, no tenía nada más que hacer. Escuchó pasos. Era Ethan bajando las escaleras. Lo vió de reojo, tomó algo del refrigerador.

–¿Una cerveza, Bieber? –Preguntó Ethan. Justin no volteó a verlo.

–No, gracias. –Contestó. Ethan empezó a hacer ruidos en la cocina, al parecer buscaba algo.

–¿Un sándwich? –Preguntó. Joder, a veces era tan imbécil, pero cuando quería, podía ser amable. Justin pensó un poco.

–Eh, si, por favor. –Respondió. Ethan empezó a preparar dos sándwiches. A los pocos minutos, terminó. Le dejó el plato sobre la mesa a Justin.

–Ten. –Dijo él, con su cerveza y su sándwich en las manos. Justin alzó la mirada.

–Gracias Ethan. –Dijo Justin. Ethan caminó hacia las escaleras.

–Estaré viendo el partido de los Lakers. ¿Seguirás en tu laptop  o vienes?– Preguntó.

–Estoy haciendo una investigación, estoy entretenido. Será otro día. –Informó Justin. Ethan rodó  los ojos.

–Bien, como quieras. –Finalizó. Subió las escaleras y desapareció de ahí. Justin suspiró, en realidad, no estaba haciendo ninguna investigación. Le llevaría ese sándwich a Rosalyn.

Cerró su laptop y tomó el plato en sus manos. Caminó hasta la cocina, abrió el refrigerador y tomó un jugo de piña que había ahí. Ahora se dirigió al sótano. Abrió la puerta y bajó las escaleras. La luz estaba encendida. Ella se quedó sorprendida, viéndolo mientras se acercaba al extremo de la cama. Justin no dijo nada, puso el plato y el jugo sobre la cama. A continuación, le desató una mano. Se dio la vuelta, para irse.

–¿Qué es esto? ¿Veneno, acaso? –Preguntó ella, en voz alta. Justin se detuvo, se giró para mirarla.

–Un sándwich. Si no los conocías, te explico: Es pan, jamón, queso, lechuga y tomate... –Dijo, con una pequeña sonrisa escapándose de sus labios. Ella lo vió sonreír, por primera vez. ¡Dios! ¡Era tan hermoso!

–No lo comeré. No quiero arriesgarme. –Susurró ella. Justin frunció el ceño.

–No has comido en horas. Cómelo, por favor. Son órdenes de Richard. –Mintió él.

–No creo que él quiera alimentarme. Él solo quiere matarme. –Dijo ella, con ese miedo recorriéndole las venas. Justin se quedó callado.

–Bien, pero yo sí quiero alimentarte. Así que come. –Pidió Justin. Ella sintió como una corriente eléctrica se paseaba por su cuerpo al escucharlo decir eso. Un cosquilleo invadió su estómago.

–No. –Respondió ella, fríamente. Justin se sentó en la orilla de la cama.

–Bueno, pues no me iré hasta que comas. –Finalizó él. Entonces, volvieron a mirarse de nuevo. Una mirada intensa... llena de pensamientos invadiéndolos a ambos. Llena de extrañas sensaciones dentro de ellos. ¿Qué era? Era tan extraño. Podían mantenerse la mirada por segundos y ninguno de los dos la apartaba. El silencio llenó el sótano. Ninguno dijo nada. Pasaron casi 4 minutos así.

–Así que... ¿No piensas comer? –Preguntó Justin, finalmente, rompiendo el silencio. Ella negó con la cabeza, pero no habló. –¿Por qué? –Preguntó.

–Porque no quiero y punto. Ahora vete. –Habló ella, firmemente, sin miedo alguno. Justin alzó las cejas y entreabrió los labios. Joder... ninguna chica le había hablado así jamás.

–¿Disculpa? –Preguntó. –¿Cómo dijiste? –Dijo, totalmente ofendido. Su mandíbula empezó a apretarse. Demonios. De ser una amable persona, volvía a ser atemorizante. Se convirtió en esa persona obscura de nuevo.

Detrás de los Mester. 1temWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu