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Un cosquilleo se apoderó de su estómago al escucharlo. La piel se le erizó. No se movió ni un centímetro.

–¿Me escuchaste, muñeca? –Preguntó, de nuevo en su oído. Oh, no. Ese cosquilleo la invadió de nuevo. Justin la sujetó de la cintura y la volteó hacia él. Quedaron frente a frente. Abrazados en la misma cama... bajo las mismas cobijas... oh, Dios. Era una sensación tan increíble. Se observaron fijamente. Ella pudo jurar que los ojos de Justin brillaban en la obscuridad... era tan hermoso. –Perdón. –Repitió él. Le costaba decirlo un poco. –No estoy acostumbrado a pedirle perdón a nadie. Pero estoy dispuesto a hacerlo por ti, cuantas veces sea necesario...

El corazón de Rosalyn latió fuerte. 'Pero estoy dispuesto a hacerlo por ti, cuantas veces sea necesario...' Esas palabras la hicieron sonreír... sonreír como nunca en su vida. Él la miraba tan profundamente. Sintió inmensas ganas de abrazarlo, besarlo, oh Dios... comérselo como a un pastel de chocolate. Pero contuvo esas ganas.

–Te perdono. –Respondió ella. Justin sonrió enormemente.

–Lamento haber sido tan idiota. –Susurró él.

–Ya te perdoné... –Dijo ella. Justin sonrió más.

–Lo sé. Sólo quería que sepas cuán arrepentido estoy. –Hizo una pequeña pausa. –Nunca me había sentido así. Siento que estoy en deuda contigo por todo lo que hiciste.

–Yo decidí hacer esto. No me debes nada. –Aclaró ella. Justin le sonrió y se incorporó, para sentarse en el respaldo de la cama. Ella lo observó fijamente, él apartó la mirada. Empezó a tener recuerdos muy malos. –¿Qué pasa? –Preguntó ella, confundida.

–Me siento... –Pausó. –Extraño... pero, mejor hay que dormir. –Se volvió a recostar, viendo hacia la pared. Ella no le apartaba la mirada, Justin podía sentirla observándolo profundamente. Lo puso inquieto.

–Puedes confiar en mí. –Habló ella. Justin cerró sus ojos un momento, luego los abrió.

–No me pasa nada... es sólo que... Rosalyn... –Volteó a verla. Sus miradas se encontraron. –Eres la primera chica con la que dormiré en toda mi vida... y no estás atada. –Dijo, sorprendido de sí mismo. Ella sintió una ligera incomodidad al oírlo decir eso, pero no era miedo... era algo diferente.

–Puedes atarme si así estarías más cómodo. –Susurró ella, haciendo a Justin soltar una risa.

–No, por supuesto que no. –Dijo de inmediato. –El problema es que no tengo ganas de atarte... al contrario. –Confesó él.

–¿Al contrario? –Preguntó ella. Justin se giró hacia ella. Quedaron frente a frente. Sin avisar, la sujetó de la cintura y la atrajo a su cuerpo. Quedaron pegados. El calor de sus cuerpos unidos. Sus respiraciones chocando entre sí.

–Si, al contrario de eso, tengo ganas de que tus manos estén libres... para que puedas tocarme. –Susurró él, con voz... ardiente. Oh, ¡Mierda! Esas palabras viajaron por todo el cuerpo de ella, enviando una corriente por cada centímetro.

–¿Tocarte? ¿Cómo? –Preguntó ella. Puso una mano sobre el pecho de Justin. Empezó a acariciarlo, luego la bajó hasta su abdomen. La metió bajo su camisa... Justin tragó saliva. Ahora lo acarició sobre la piel, con sus suaves manos.

Ella pudo percatarse de lo marcado que estaba. Demonios, este hombre era tan caliente. Tuvo tantos pensamientos malos en esos momentos. –Dime como. –Susurró ella. Se pegó lentamente a su rostro. Sus labios por poco se tocan. Justin se lambió los labios.

–¿Sabes cuántas ganas tengo de probar tus labios? –Preguntó él, apretándola por la espalda hacia su cuerpo.

—Y... ¿Qué esperas? —Le susurró ella. Justin sonrió.

Detrás de los Mester. 1temWhere stories live. Discover now